Por Maximilian von Klenze (dpa)
Siegburg (Alemania), 25 nov (dpa) – El piscicultor alemán Dennis Bock sumerge su red en las aguas de un verde profundo y, al instante comienza a agitarse entre sus manos un salmón salvaje robusto y musculoso.
Con casi 80 centímetros de largo y su brillante coloración de desove en tonos marrón rojizo y naranja, el pez descansa en una bandeja frente a él, mostrando su imponente belleza.
Estas imágenes suelen asociarse más con la naturaleza salvaje de Alaska, pero estamos en un afluente de los ríos Sieg y Rin, a menos de 30 kilómetros del centro de la ciudad de Colonia, en el oeste de Alemania.
El salmón salvaje en manos de Bock forma parte del Programa de Peces Migratorios de Renania del Norte-Westfalia, un intento por devolver un trozo de naturaleza salvaje al Rin, que fue el mayor río salmonero de Alemania y Europa.
“Probablemente lo liberamos como alevín hace tres o cuatro años”, comenta Sven Wohlgemuth, colega de Bock en el Centro del Salmón Salvaje del Rin-Sieg, refiriéndose al ciclo de vida del salmón.
Desde entonces, el pez nadó por el Rin hacia el Mar del Norte y continuó su travesía hacia el Ártico. Allí, frente a las costas de Groenlandia, Islandia o Noruega, se alimentó de arenques. Después de varios años en el océano, el salmón emprendió el camino de regreso hacia su hábitat de desove para reproducirse en los meses de noviembre o diciembre en los lechos de grava de los ríos.
Es un viaje arduo. Los salmones recorren entre 3.000 y 5.000 kilómetros, enfrentándose a tiburones, focas, represas y hélices de barcos. Solo uno de cada 3.000 salmones jóvenes consigue regresar.
En el siglo pasado, el salmón desapareció por completo de Alemania, a causa de la contaminación, la construcción de embalses y la sobrepesca. Desde la década de 1990 se han hecho esfuerzos por reintroducirlo, sobre todo en el Rin, el Elba y el Weser.
Se instalaron escaleras para peces en represas y plantas hidroeléctricas para facilitar el ascenso de los salmones a sus áreas de desove. Además, cada año se capturan salmones que regresan para incubar cientos de miles de alevines a partir de sus huevos, que luego se liberan en los ríos en primavera.
Tras la implementación de los programas de peces migratorios, el número de salmones que regresan aumentó significativamente. La estación de salmón salvaje de Siegburg, en el oeste del país, registra un promedio de 200 salmones que retornan a los afluentes del Rin en Renania del Norte-Westfalia desde el cambio de milenio, alcanzando más de 500 en 2007.
Las medidas también han tenido éxito en el Elba. Sin embargo, se estima que solo se registra un tercio de los salmones que regresan. Las sequías de 2018 y 2019 redujeron drásticamente las cifras en toda Alemania, y desde entonces no se han recuperado. Este año, el estado de Renania del Norte-Westfalia, donde se encuentra el mayor número de salmones en Alemania, ha contabilizado solo 72 ejemplares que han regresado.
“Desde 2018, los niveles de agua han sido demasiado bajos”, explica Wohlgemuth. Las aguas poco profundas no solo dificultan la migración, sino que también hacen a los peces más vulnerables a depredadores como cormoranes en lugares estrechos.
A pesar de todo, la situación no es desesperada, afirma el ecólogo pesquero Christian von Landwüst de la Agencia Federal de Hidrología. A largo plazo, el salmón podría establecerse de nuevo en Alemania, pero sería necesario intensificar los esfuerzos actuales. En lugar de escaleras para peces, los ríos necesitan una conectividad completa: se deben eliminar represas y liberar largos tramos continuos para la migración.
Landwüst señala que el mayor obstáculo para los salmones en el Rin se encuentra directamente en el delta del río, en los Países Bajos. Allí, solo un brazo del Rin está completamente abierto, mientras que los demás suelen estar bloqueados por gigantescas estructuras como las esclusas de Haringvliet.
La llamada “Kierbesluit” (decisión de apertura parcial) busca mantener las esclusas abiertas durante más tiempo, permitiendo que los peces migratorios atraviesen y adapten su organismo de agua salada a agua dulce.
Pero ¿por qué tanto esfuerzo? “Por supuesto, no se trata solo del salmón”, resalta el piscicultor Wohlgemuth. “Todo lo que hacemos por el salmón beneficia también a otras especies de peces”, recalca.
La restauración de los ríos favorece a toda la comunidad acuática y aporta beneficios directos a la sociedad: ríos saludables proporcionan agua potable limpia y protegen contra inundaciones. Las zonas de llanura aluvial, por ejemplo, actúan como amortiguadores y almacenan el exceso de agua.
El macho de salmón salvaje en manos de Dennis Bock casi ha alcanzado su objetivo: en lugar de buscar pareja en un pequeño afluente, ahora está tumbado en una bandeja de plástico. Los piscicultores anotan rápidamente los últimos datos y luego llevan al pez a la estación de cría.
Allí, basándose en análisis genéticos, seleccionan una pareja adecuada. Según los expertos, sin ayuda humana, todavía son muy pocos los peces que logran encontrarse en los lechos de grava.
“Pero si algún día nos quedamos sin trabajo aquí, entonces habremos hecho todo bien”, concluye Wohlgemuth.