El peligro de la maltrecha infraestrucrura de Estados Unidos

St.Marks Place
Explosión de gas que sacudió el pasado jueves East Village

ANÁLISIS

Por Hannes Breustedt (dpa)

Nueva York, 31 mar (dpa) – Estado de excepción en East Village: una explosión sume en el caos el barrio de moda de Nueva York. Nubes de humo cubren Lower Manhattan. La escena no corresponde a una película de acción, sino que es una consecuencia totalmente real de la maltrecha infraestructura de Estados Unidos.

Cinco días después, el barrio vuelve poco a poco a la normalidad. Dos muertos, 22 heridos y tres edificios de viviendas colapsados: este es, hasta el momento, el terrible balance de la explosión de gas que sacudió el pasado jueves East Village. Aún permanecen cerrados algunos tramos de la zona de ocio St.Marks Place.

Muchos habitantes todavía no han asimilado lo ocurrido. “Estamos profundamente conmocionados”, dice una vecina.

A primera vista, la catástrofe es un acontecimiento local. Mirándolo de cerca, sin embargo, el siniestro revela también los abismos de la desastrosa infraestructura estadounidense en su conjunto. Muchas calles, puentes, diques, puertos y aeropuertos se encuentran en un estado lamentable. Los expertos vienen advirtiendo desde hace tiempo sobre los riesgos, pero pero motivos políticos, fundamentalmente, no se produce una respuesta decidida.

Como causa de la explosión en Manhattan se identificó una tubería de gas defectuosa, algo que no es ninguna excepción en Nueva York. Los sistemas de suministro son obsoletos y necesitan ser revisados urgentemente. “Este es un momento muy importante para verificar nuestra situación respecto a los edificios y la infraestructura”, admitió el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. Hace un año, una explosión de gas en Harlem ya había causado ocho muertos.

Aunque la tragedia en East Village se debió al mal estado de las tuberías de gas en un edificio del que es responsable el propietario, el siniestro también debería ser una llamada de atención para la ciudad y sus autoridades, opina el experto Adam Forman, del Centro For an Urban Future. Según un estudio de este instituto de análisis, más de la mitad de los conductos de gas públicos en Nueva York se instalaron antes de 1960.

“Son estos conductos donde se origina la mayoría de las fugas de gas peligrosas, o bien a causa de la corrosión o debido a una instalación deficiente”, advierte Forman. Aunque los dos grandes proveedores – ConEdison y National Grid- han logrado reducir las fugas en un 30 por ciento desde 2003, la situación sigue siendo crítica, asegura el experto. Y los conductos de gas no son el único problema ni mucho menos.

Según Forman, en Nueva York hay 184 puentes, de los que muchos son considerados defectuosos y que pudieran implicar un riesgo de derrumbe, y más de 1.600 kilómetros de tuberías de aguas tienen una antigüedad de más de 100 años. También es obsoleta una gran parte del sistema del metro.

De acuerdo con la investigación realizada por Forman, los gastos necesarios para modernizar la infraestructura ascenderían a 47.300 millones de dólares. Sin embargo, no solo la metrópolis de la costa este sino todo Estados Unidos está afectado por el estado ruinoso de su infraestructura.

En Estados Unidos son frecuentes las noticias sobre puentes colapsados o accidentes ocasionados por enormes baches. En el ranking de infraestructura del Foro Económico Mundial, la primera economía del mundo solo ocupa el decimosexto lugar, detrás de países europeos como Portugal y España, que en los últimos años se han visto obligados a reducir sus gastos sustancialmente. “¿Por qué solo nos ocupamos del problema cuando se registran tragedias?”, se pregunta Robert Puentes, analista del Brookings Institution.

El principal problema es el mantenimiento, opina este experto. “Hacemos un trabajo excelente cuando se trata de construir cosas nuevas”, dice Puentes. Sin embargo, una vez que las construcciones han sido inauguradas con ceremonias encabezadas por políticos, muchas veces ya nadie se preocupa por ellas. Los trabajos de mantenimiento cuestan mucho dinero, pero en Washington nadie quiere perder los favores de los electores subiendo los impuestos.

La evidencia del dilema se manifiesta claramente en el denominado Highway Trust Fund, el organismo responsable de la mayor parte de las reparaciones en calles, puentes y en el resto de la red vial y ferroviaria.

El presupuesto del Highway Trust Fund es financiado mediante el impuesto a la gasolina, que la clase política estadounidense no se ha atrevido a aumentar desde 1993. Por esta razón, el fondo corre el riego ya desde hace varios años de quedarse sin dinero. Se tiene que encontrar una solución antes del 31 de mayo para evitar la bancarrota. Sin embargo, todavía no asoma en el horizonte ningún plan de financiación duradero.

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