En Alajuelense se juega un partido aparte, aunque todos los actores lo nieguen. Ese juego se libra en la arena política, ese lado del fútbol del que —personalmente— tanto me gusta hablarles.
En la primera quincena de junio, la soberana asamblea de socios de la Asociación Liga Deportiva Alajuelense deberá elegir presidente para los próximos dos años. Joseph Joseph podría buscar la reelección. También cabe la posibilidad de que decline postularse y más bien impulse a un delfín de su confianza.
Pueden pasar muchas cosas en dos meses.
Lo que sí es cierto es que el anuncio de la contratación de Óscar Ramírez es un golpe político. Y les explico por qué lo afirmo.
Los movimientos se han dado bajo la sombra del silencio. Raúl Pinto Odio —presidente entre 2010 y 2016 y el más ganador en la historia del club— ha estado tocando bases en las últimas semanas para medir si tiene el respaldo suficiente para volver a la escena. Incluso sé que ha sostenido reuniones con Jorge Hidalgo y con el exdirigente Sebastián Trigueros.
En su época, fue justamente Ramírez quien lo llevó a acaparar títulos nacionales. Por eso este “sí” del Macho al proyecto de Joseph Joseph es, a mi criterio, un revés para Pinto.
Incluso, tengo conocimiento de que en algunas conversaciones recientes, el expresidente no descartaba la posibilidad de acercarse a Ramírez para proponerle volver al banquillo si lograba ganar la asamblea y regresar al poder.
La decisión del Macho tuvo un efecto inmediato en la política rojinegra. Recibí llamadas de exdirigentes al poco tiempo de hacerse oficial la noticia, preguntando si esto era cierto o solo un rumor.
La figura de Joseph Joseph logró lo que el liguismo venía pidiendo desde hace tiempo. Y con este movimiento, el mensaje es claro: la dirigencia va con todo por el título en mayo.
La dupla Ramírez-Joseph podría tener un peso decisivo en la próxima asamblea, incluso si el campeonato no se concreta. Porque en el tablero político, no siempre gana el que levanta la copa… sino el que mueve mejor sus fichas.