La noche en el Morera Soto fue de constante tensión para Alajuelense y sus seguidores. Desde el primer tiempo, la preocupación se hizo palpable cuando Diego Campos quedó tendido en el área, desatando alarmas entre los aficionados. Aunque logró reincorporarse con aplausos del público, su estado no era óptimo y mantenerlo en el campo suponía un riesgo.
Al final del primer tiempo, el alivio llegó con un gol que le daba una ventaja momentánea al conjunto manudo. Sin embargo, el segundo tiempo fue un auténtico calvario para la afición liguista. Las lesiones comenzaron a aparecer y, uno a uno, los jugadores de Alajuelense caían al suelo. Ian Lawrence y Manjrekar James enfrentaron problemas musculares, mientras que Jonathan Moya tuvo que salir debido a la misma situación, dejando al equipo cada vez más debilitado.
Mientras tanto, Antigua desplegó toda su ofensiva contra el arco rojinegro. Cada llegada al área manuda era una amenaza latente, ya que un gol de los guatemaltecos significaría su pase directo a la final gracias a la regla del gol de visitante. Alberto Toril estuvo cerca de ampliar la ventaja para Alajuelense, pero el arquero rival interceptó su disparo, aumentando aún más la tensión en las gradas.
Con cada minuto que pasaba, el ambiente en el estadio se volvía más sofocante. La afición observaba cada jugada con suma expectativa y nerviosismo, mientras Antigua atacaba por todos los flancos, lanzando remates de media distancia y centros al área en busca de ese gol que les diera el pase. Alajuelense, por su parte, se defendía con todo lo que tenía, despejando balones a pelotazos o intentando mantener el control como fuera posible, sacando “agua del bote” sin contemplaciones. Finalmente, y tras un partido que mantuvo al Morera Soto en suspenso, Alajuelense logró mantener la ventaja y asegurar su boleto a la final.
El rival saldrá este jueves, Herediano y el Real Estelí disputarán el otro boleto.