Ramsés II, un hallazgo sensacional que no beneficiará a sus vecinos

Por Nehal El Sherif (dpa)

“¡Miren, miren! ¡Ramsés está aquí!”, gritan decenas de jóvenes mientras bailan y aplauden bajo el sol. Como el resto de los vecinos de Al Matariya, un suburbio del este de El Cairo, también ellos celebran la repentina atención mediática que está cobrando esta deprimida zona desde el reciente hallazgo arqueológico.

En torno al lugar donde se llevan a cabo las excavaciones se reúnen periodistas, representantes de las autoridades y agentes de seguridad. Aquí, entre las casas de ladrillo rojo del barrio, un equipo de arqueólogos egipcios y alemanes está desenterrando una gigantesca estatua. Al parecer, podría tratarse de Ramsés II, uno de los faraones más poderosos del antiguo Egipto. La escultura, que mide en torno a ocho metros y se encontraba sumergida en aguas subterráneas, fue descrita como el mayor hallazgo arqueológico de los últimos años.

Al Matariya formó parte en el pasado de la antigua Heliopolis, la ciudad del Sol. Según los arqueólogos, es muy probable que la estatua sea de Ramsés II, pues en esta zona también se han hallado restos de uno de sus templos. “Aquí se apareció el dios del Sol sobre una colina. Fue el primer amanecer del mundo y el momento en el que el mundo se despertó”, explica el experto alemán Dietrich Raue, de la Universidad de Leipzig.

“Al Matariya es muy importante para la cultura del antiguo Egipto. Aquí se sitúa el principio de todo. Y estoy seguro de que podemos encontrar mucho más”, añadió. Los arqueólogos llevan excavando esta zona desde 2012. “Es una cuestión de tiempo y dinero”, señala Raue, a quien le gustaría llevar a cabo nuevas excavaciones.

Ramsés II, apodado “el grande”, es famoso tanto por sus incursiones bélicas como por las grandiosas construcciones que hizo levantar durante su mandato. Gobernó Egipto a lo largo de 66 años, desde 1279 antes de Cristo y, entre otros, ordenó construir el famoso templo de Abu Simbel, en el sur del país.

Después de que en los últimos días se recuperaran algunas partes de la gigantesca estatua, varias piezas continúan allí, sobre el suelo. Por eso, muchos acusan a las autoridades de negligencia. El ministro de Antigüedades, Khaled al Anani, reconoció que no debería ser así y afirmó que este comportamiento no se repetirá en el futuro. “Todos conocemos la escasa conciencia que existe sobre la importancia de estos monumentos”, señaló.

Que el ministro tiene razón queda patente, por ejemplo, cuando Mohammed, un vecino de Al Matariya, pregunta quién es ese tal Ramsés. El joven veinteañero espera montado en su rikshaw la llegada de clientes y, aunque le alegra que la estatua haya atraído a más gente al barrio, opina que las autoridades deberían venderla y, con ese dinero, ayudar a mejorarlo.

Según datos oficiales, unas 700.000 personas residen en Al Matariya, cuya extensión es de alrededor de cuatro kilómetros cuadrados. Hablando de excavaciones, esto supone todo un reto. “Me gustaría seguir excavando”, dice el ministro Al Anani, apuntando a las casas cerca del lugar del hallazgo. “Cuando se hayan recuperado las piernas de la estatua, quizá en esa dirección”, añade. Pero allí no será posible.

Al mismo tiempo, el ministro arroja tierra sobre el temor de que, a partir de ahora, sean los vecinos de la zona los que lleven a cabo sus propias excavaciones de manera ilegal. “¿Aquí? No. Pero debemos seguir trabajando juntos para que los habitantes de la zona se conciencien a largo plazo de la protección de sus vidas y de las antigüedades”, añadió.

Lo que sí parece claro es que la atención mediática de la que estos días goza el barrio desaparecerá rápidamente en cuanto el hallazgo sea trasladado a un museo. Y es que según el arqueólogo Raue, convertir Al Matariya en un museo al aire libre semejante al de los templos de Karnak, cerca de Luxor, es inviable.

“No podemos dejar los restos aquí”, afirma. “Primero, porque todos los monumentos importantes están bajo el agua y, segundo, porque no podemos pedirle a la población que abandone sus casas sólo porque queremos dedicarnos a la arqueología. Por eso, hay que buscar un equilibrio entre los requerimientos de una ciudad moderna y las excavaciones”.

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