El pastel de queso y chocolate, un clásico de la repostería alemana

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La tarta rusa es un pastel de queso con base y grumos de masa de chocolate, aunque admite variantes: se le pueden añadir frutas o canela. Crédito: Andrea Warnecke / dpa-tmn

Por Iris Frieling (dpa)

Alemania siempre se distinguió por su repostería, pero de entre todas sus creaciones, se destaca una muy singular: el “Russischer Zupfkuchen” o tarta rusa, un pastel de queso con base y grumos de masa de chocolate. Sin embargo, nadie conoce a ciencia cierta el origen de esta receta, una de la favoritas de los alemanes.

Su gran fama se debe, en parte, a que es fácil conseguir desde hace años la mezcla ya lista para prepararla en los estantes de los supermercados de Alemania. La gran explosión de la receta se produjo en 1993 gracias a la aparición de la mezcla en polvo de la marca alemana Dr.Oetker, que tuvo gran éxito.

Sin embargo, esta tarta ya gozaba de gran predilección antes de las mezclas listas para prepararla, sobre todo en la extinta República Democrática de Alemania (RDA), donde  existía desde hace 40 años y era una tarta típica de las amas de casa de la RDA. La receta se popularizó en el oeste de Alemania con la reunificación.

Sin embargo, a pesar de su nombre, el pastel no es originario de Rusia. Allí, curiosamente, se lo conoce como tarta alemana. La leyenda dice que su nombre se debe a que los trozos de masa de chocolate con que se decora la tarta se parecen a las cúpulas de las iglesias rusas.

Más allá de cual sea su origen, en Alemania es un clásico. Los reposteros creen que la combinación de requesón y chocolate complace a casi cualquier paladar. Y encima, es fácil de preparar: para la base, se deben amasar la harina, el polvo para hornear, la mantequilla, el cacao en polvo, la sal, el azúcar y los huevos. Luego, hay que colocar la masa durante 30 minutos en el refrigerador. Para la mezcla de queso hay que mezclar requesón, crema, huevos, jugo de limón, fécula de maíz y una pizca de sal. Se recomienda batir un poco la crema para que el relleno sea más firme y se saboree mejor en el paladar.

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Una de las ventajas de este pastel es que no hay que terminarlo rápido: se lo puede disfrutar durante toda una semana. Crédito: Andrea Warnecke / dpa-tmn

El relleno de requesón se coloca encima de la base, con la que se cubrió previamente un molde desmontable. El resto de la base debe colocarse sobre el relleno formando grumos. A algunos las manchas que se van formando sobre la tarta les recuerda el cuero de vaca.

Al meter la preparación en el horno hay que tener en cuenta algunas cosas, como que la temperatura no sea excesiva. De lo contrario, la masa de requesón sube demasiado y luego se hunde. Se recomienda hornear la tarta durante una hora a 180 grados.

Algunos reposteros aconsejan dejar la tarta unos diez minutos más a 200 grados para que adquiera un borde marroncito. Para que la tarta no se hunda, se aconseja  hacerle un corte horizontal de un centímetro y medio en el borde, para que pueda escaparse el vapor por allí. Quien no quiera cortes en su tarta, puede espolvorear el molde con azúcar. Y de esa forma, además, es más fácil desmoldarla.

Hay un sinfín de variantes para esta tarta: con mandarinas, fresas, duraznos, cerezas o frambuesas adquiere una nota frutal. Para darle un aire más invernal, basta con agregarle canela a la mezcla de requesón. Para hacerla vegana hay que usar margarina vegana y leche o yogur de soja.

Otra de las ventajas de este pastel es que no hay que terminarlo rápido: se lo puede disfrutar durante toda una semana. Otra recomendación es no comerlo tibio: frío es más delicioso.

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