Una frágil seguridad energética a expensas de eventos naturales

» Por Alejandro Muñoz - Presidente ejecutivo de RECOPE

Bajo circunstancias extraordinarias como las que vivimos en las últimas horas, producto de las intensas lluvias en diversas zonas del país, es que se vuelve crítico pensar en resguardar y fortalecer la seguridad energética nacional.

Cada vez que ocurren estos eventos naturales, lo primero que piensa la mayoría es en inundaciones, derrumbes, damnificados y daños materiales, lo cual sin duda es muy lamentable y amerita todos los esfuerzos preventivos y de contención necesarios.

Sin embargo, en medio de la emergencia, pocos se detienen a pensar en otro factor, también altamente prioritario, del que depende la actividad económica y productiva del país: el abastecimiento de combustibles y energía.

Al momento de escribir estas líneas, entre las carreteras que se encuentran cerradas, destaca la ruta 32, la única y exclusiva vía de ingreso al país de GLP, diésel y gasolina.

Esto significa, en términos simples, que, durante el cierre, la distribución de esos productos, vitales para la operación normal del país, estuvo paralizado, aumentando el riesgo de un posible desabasto.

¿Saben el grave golpe económico que esto significaría?  El no garantizar el abastecimiento en un solo día afectaría al PIB de Costa Rica con pérdidas por US$ 68 millones para la gasolina; US$ 44 millones en el caso del diésel y US$ 44 millones en el Gas LP.

Según el World Risk Report del 2020, el país se sitúa en la posición número 12 en el ranking mundial con respecto a riesgos de desastres naturales, cada vez más frecuentes y destructivos.

Contar con una única ruta de abastecimiento que, es de las que más se ve afectada por los derrumbes y el mal tiempo, es una situación de vulnerabilidad que ocasiona que la cadena de distribución se vea detenida de manera recurrente.

En ese contexto, dotar al país de un segundo punto de ingreso de combustibles adicional al de Moín, en el Caribe, se convierte en una prioridad que no podemos seguir postergando al calor de discusiones estériles que no aportan a la solución efectiva y duradera del problema.

Asegurar la continuidad del suministro en caso de que una emergencia inhabilite la importación, almacenamiento y trasiego desde la Terminal Moín, es uno de los tantos objetivos estratégicos de la Terminal Pacífico, un proyecto indispensable para garantizar la seguridad energética del país.

Además, vendría a fortalecer el Sistema Nacional de Combustibles, al incrementar la capacidad de almacenamiento de Gas LP en la costa del Pacífico, garantizando el suministro en todo momento por cualquiera de los dos puertos.

Otros de los principales beneficios de la Terminal Pacífico son:

  • Evitar que todos los distribuidores deban trasladarse hasta Limón para adquirir el Gas LP, ahorrándose al menos 700 mil km de recorrido y un ahorro anual de 8 millones de dólares en costos de transporte terrestre. Se estima que diariamente en el país circulan más de 30 cisternas hacia las instalaciones en Moín para el abastecimiento diario de Gas LP.
  • El país contaría con la infraestructura necesaria para estimular el uso de Gas LP como combustible alternativo, contribuyendo así a la transición energética hacia un país descarbonizado, ya que es un combustible más amigable con el ambiente que el búnker o el diésel pesado.

El GLP es el tercer producto de mayor consumo en el país, con un crecimiento anual de un 7%. En el 2019, 710.000 hogares, más de 500 industrias y 5000 comercios utilizaban en Costa Rica el gas como fuente de energía, muchos de los cuales no pueden darse el lujo de subsistir con su sustituto, la electricidad.

Una debilidad logística que enfrentamos actualmente es que todo el almacenamiento y venta de GLP se encuentra centralizada en la Terminal de Moín y no cuenta con un inventario de continuidad del servicio del mismo nivel que el diésel, las gasolinas o el Jet A.1, lo que obliga a una frecuencia de embarques más alta que el resto de productos.

Habilitar una opción de provisión por el Pacífico evitaría un eventual desabastecimiento de estos productos ante causas de fuerza mayor (disturbios civiles, bloqueos o sabotajes) o de índole natural como terremotos, huracanes, inundaciones o derrumbes, como los de las últimas horas en el Caribe y Zona Norte.

De ambas situaciones hemos sido víctimas anteriormente en reiteradas ocasiones, con las cuantiosas pérdidas económicas, comerciales, logísticas y productivas que ello implica.

Como suplidores de más del 65% de la energía comercial, en RECOPE creemos que el país no merece seguir exponiéndose a eventos fortuitos que paralicen la economía, menos en tiempos de crisis.

No podemos comprometer el presente y futuro de Costa Rica por mezquinos motivos políticos, ideológicos o sectoriales que impidan abordar con criterio técnico y visionario una discusión urgente para la ansiada reactivación económica.

Llegó la hora de pensar seriamente en la Terminal Pacífico como una alternativa para reforzar la seguridad energética y no tener que depender del azar o de las condiciones del tiempo para que el país trabaje y produzca con normalidad.

Es mucho lo que está en juego como para corrernos el mismo riesgo todos los años cada vez que llueve.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

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