Una constituyente para resguardar los equilibrios

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Los analistas políticos están preocupados por la generación de populistas que recorren el mundo, unos claramente de derecha y otros de izquierda,  todos con el mismo lenguaje. Las élites  gobernantes son corruptas y hay que sacarlas del poder. Así se expresa la derecha  de los gobiernos del nuevo socialismo, como la izquierda de los  gobiernos nacionalistas de derecha. El discurso  es el mismo. En el poder hay una sarta de corruptos,  imbéciles y  entreguistas que van contra el interés de la población. Los llamados de izquierda dicen que los corruptos de derecha quieren eliminar las garantías y derechos  fundamentales, repatriar a los inmigrantes, y los de derecha, dicen que los otros quieren  debilitar y eliminar las libertades de empresa, de expresión  y de propiedad privada entre otras.  La propuesta de unos y de otros, curiosamente unidos en el lenguaje y en métodos, anuncia la reivindicación de la política en favor de la gente  superando la marginación  del pueblo consumado por las élites financieras, corporativas, mediáticas y poderes extra-nacionales,  en un sistema de globalización, donde hay amplios sectores que han quedado atrapados  en el estancamiento  y al borde de la desaparición. Miles han perdido puestos de trabajo o no han podido obtener un empleo, o han descendido en sus  niveles de vida y de acceso a oportunidades. Señalan que la culpa frente  esa realidad  está en las élites gobernantes,  en las políticas comerciales,  en el expoliador sistema financiero, en el modelo concentrador,   entre otras causas.

Muchos analistas y dirigentes políticos se atemorizan con el populismo de izquierda y de derecha,  y resaltan las soluciones ciertamente simplistas que por lo general  esa corriente  propone para enfrentar problemas  muy complejos.  Algunos tratan de poner en guardia a los electores para que no caigan en las trampas proféticas de los dirigentes populistas.  Pero poco hacen  por propiciar un análisis más honesto reconociendo el origen de esos movimientos, y la necesidad de correctivos estructurales para evitarlos. Muchos dirigentes populistas más allá del lenguaje que usen,  nos guste o no,  tienen razón. Los partidos tradicionales  y otros partidos  nuevos hechos a la medida del pasado, han perdido  la confianza de la gente porque han generado un pasmoso desencuentro con la población desde el ejercicio mismo del poder. Sus dirigentes se han comportado como charlatanes, corruptos, egocéntricos, contradictorios e incapaces para hacer política pública en favor de las necesidades y demandas de amplios sectores de la población. Muchos han prometido cambios para hacer más de lo mismo.  Con sus incompetencias, caprichos y abusos han creado el caldo de cultivo para que surja el populismo al cual combaten luego con una incongruencia terrible.  De pronto les preocupa la criatura que ellos mismos fabricaron.  El caso de Venezuela es clarísimo. Copei y Acción Democrática, partidos acusados de  corruptos engendraron el Chavismo. Muchos de los que parieron el desencanto ciudadano que llevó al socialismo bolivariano, son los mismos que  se golpean el pecho frente a la situación grave que tiene ese hermano país. A su vez muchos de los que combatieron los abusos y  las corrupciones del pasado, son hoy los corruptos del presente.

En Costa Rica tenemos problemas estructurales cuya solución  por temores y cálculo se ha venido posponiendo. La desatención complaciente frente a abusos irritantes, a las incompetencias para realizar obra pública,  al ensanchamiento de las desigualdades, al deterioro de los servicios públicos,  al incremento de la inseguridad,  de la corrupción y del desempleo entre otros, crean espacio para gobiernos populistas. Nuestra carta fundamental que ciertamente tiene muchas normas valiosísimas, acusa también importantes vacíos y problemas que deben superarse y adaptarse a las nuevas necesidades de la población del siglo XXI. En nuestro país por ejemplo constitucionalmente no hay responsabilidad política. Los Ministros no caen, los Presidentes y diputados no pueden ser revocados, la clase política despilfarra el dinero público, hace pagos de por demás, comete severos errores, miente las veces que quiera, violenta la transparencia y nada pasa.  La necesidad de reforma existe cuando se  constata que hay 52  reformas parciales constitucionales  que hacen fila en la Asamblea Legislativa para seguir parcheando la Constitución vigente, cuya aprobación en las condiciones actuales  requeriría al menos  entre 50 y 60 años.

La mejor manera de evitar los males del populismo es atendiendo y resolviendo los problemas estructurales que tenemos como país.  No valen simplemente  exhortos y discursos profilácticos dirigidos a los electores. El  populismo se combate con dirigentes y partidos serios,  honestos, estudiosos  y capaces que hagan su trabajo en favor de la gente  y no en favor de sectores corporativos que se han enquistado en el poder para defender sus propios intereses.

Costa Rica gusta de los equilibrios. Tengo la impresión que nuestro país no traga cuento con los extremos. Por eso no creo en los  temores que algunos expresan,  cuando se plantea la reforma general de nuestra Constitución. No creo que haya corrientes exitosas en el país que eliminen nuestras conquistas sociales, ni otras que puedan desparecer las libertades de empresa, de propiedad privada o de libertad de expresión. Lo que sí puede ser viable y necesario es la eliminación de abusos injustificados y desproporcionados que no son ya sostenibles ni financiera ni democráticamente. Los que defienden o mantienen esos abusos excesivos que llaman “adquiridos”  son los que temen una discusión abierta en una Constituyente sobre estos temas, que desde luego  son caldo de cultivo en favor del populismo. Con una tasa promedio de un 6 % anual  una persona que tenga una pensión de 6 o 7 millones de colones por mes, tendría que tener ahorrados en el Banco al menos 1.400.000.00 millones de colones.  Si nos da temor el populismo, debemos acabar con esas diferencias tan abismales por ejemplo en el sistema de pensiones y con todas las formas de  conductas abusivas y de incompetencia de nuestras dirigencias políticas y sectoriales.

La medicina contra el  populismo del signo que sea, es la construcción de una sociedad de equilibrios tanto en lo social, como  en lo económico,  político y  ambiental.  Costa Rica está perdiendo esos equilibrios y debemos reflexionar sobre ello. Que no nos  lamentos luego,  de   la incapacidad que estamos exhibiendo para  construir la sociedad de equilibrios para vivir mejor. No creo que esa visión integral de la sociedad de los equilibrios se discuta en la Asamblea Legislativa donde hay una maquiladora incontrolada de leyes. Quizás el acuerdo más importante de todas las fuerzas políticas del país debería ser convocar a una Asamblea Constituyente para dejar de hacer parches y remiendos, que lo que hacen es enredarnos cada vez más.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo y número de identificación al correo redaccion@elmundo.cr

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