
En una entrevista al candidato presidencial, señor Antonio Álvarez Desanti, le preguntaron su opinión respecto a la adopción de las parejas del mismo sexo, su respuesta textual fue: “Toda adopción debe decidirse en función de los derechos de los niños, si el derecho del niño es que está mejor con una pareja X, y o C, es lo que yo respaldo” (Sic).
La respuesta de Don Antonio, nos obliga a las siguientes preguntas: ¿podría un niño decidir por sí solo con cuál pareja quisiera vivir? ¿Optaría un niño pobre tener unos padres quienes le dieran tres comidas al día (de seguro que sí)? ¿Escogería una niña que el matrimonio le regalara una muñeca o un tablet para ser adoptada? ¿Por falta de progenitores biológicos, unas y unos jóvenes, se inclinarían a ser adoptados por una pareja del mismo sexo? Lo que no necesitaría de tantas dudas y preguntas sería un niño prodigio, para decidir su futuro.
Sin excepción, respetamos el libre albedrío de todo el mundo, no obstante, nuestra humilde y pedestre lógica nos conduce a reflexionar y luego a concluir que, en bueno tico, “no es galleta” para un niño de apenas dos o más añitos, pese a las anteriores observaciones; que estamos en conocimiento de que existe un Código de Protección de la Niñez y la Adolescencia y en caso de abandono es el PANI el ente rector; para decidir un tenor de vida más que trascendental, para su porvenir.
Para concluir lo más importante es la protección, la seguridad y la estabilidad emocional y económica de los infantes.
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