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Un maestro entre maestros: Ideas para un perfil de ministro en Educación

» Por Esteban J. Beltrán Ulate - Profesor Universitario

La caracterización del perfil inadecuado que debe ostentar una persona como ministro de Educación parece verse encarnado en nuestros días, sin embargo, ese no es el contenido del presente texto. Lejos de incurrir en una caterva de adjetivos que profundicen el problema, lo urgente resulta estimular ámbitos de análisis y reflexión que permitan co-crear desde un diálogo intergeneracional y comunitario el perfil de un ministro de Educación para Costa Rica, que dirija con vocación y fundamento la cartera educativa. Si bien, es conocido que estas designaciones resultan del criterio del jerarca del poder ejecutivo, no está de más que se construya desde la estructura popular un perfil ideal, y que este sea constantemente recordado a quienes asumen el rol de asignar dicho jerarca. Para la elaboración del presente ejercicio discursivo, que no tiene pretensiones arbitrarias, constituí un diálogo con personas del ámbito educativo, con la simple pregunta ¿Cuáles son las características que requiere el ministro de Educación que Costa Rica merece?, lo cuál me permitió bosquejar lo que expongo a continuación.

El ministro de Educación que Costa Rica merece, debe ser en primer lugar educador, pero no cualquier educador, sino uno que haya pasado por diferentes esferas de la estructura educativa en el ejercicio directo de la docencia, siendo reconocido por sus capacidades innovadoras y también por sus cualidades para afrontar con firmeza los errores que en la práctica docente se cometen. Además de esto, debe ser un educador que halla realizado una transición al ejercicio administrativo, por lo que, resultaría versado en materia de gestión y procesos, tal como el manejo de relaciones con patronato estudiantil, juntas de educación y desarrollo de proyectos constructivos, entre otros. Deberá ser una persona que conoce las modalidades educativas existentes en el sistema educativo en todos los niveles, y es a su vez diligente en la comunicación con los niveles organizativos que desarrollan programas educativos especiales.

Además de contar con larga trayectoria en el ámbito académico y administrativo, debe conocer con detalle el estado de la educación costarricense a partir de los estudios nacionales que se emiten, y porque no, haber aportado a la construcción de análisis y diagnósticos desde la investigación; debe comprender -previo a su designación- el flujo de acciones que se desarrollan a partir de una comprensión de los niveles y procesos que se detallan en el Organigrama Institucional del Ministerio -sus cuatro niveles, aunado a los alcances y limitaciones de las instancias asesoras-. La persona que asuma el rol como ministro debe tener la madurez y contundencia para orientar desde una mirada global, pero a su vez, la sagacidad para tocar los más finos detalles de los procesos, siendo capaz de redirigir procedimientos en mandos medios tanto en el ámbito académico como administrativo.

Quien asuma el rol de ministro debe conocer al detalle el camino que tomado la Educación en Costa Rica desde 1821, su mirada histórica le permitirá comprender el aporte que diferentes entidades han provocado sobre un proceso. De igual manera, deberá comprender al detalle el rumbo que ha asumido la Política Educativa Costarricense, (que de manera errónea algunos asumen como un folleto con lineamientos que se emite de manera cuatrianual), y como estos procesos articulados desde 1994 se entrelazan con una serie de lineamientos internacionales emanados desde UNESCO, así, como la influencia ejercida desde otros escenarios internacionales que -sin ser del ámbito educativo- pretenden dictar ordenamiento de lo educativo al servicio de lo económico. El ministro deberá leer el fenómeno educativo desde lo local y global de manera integral, con prudencia ante lo económico, pero con firmeza ante el valor primordial de la educación: lo antropológico. Lo anterior será clave para comprender que las modificaciones en la estructura curricular del sistema educativo no deben ser antojadizas, ausentes de estudios técnicos y mucho menos carentes de recursos financieros que las sustente; el curriculum en el sistema educativo es una obra arquitectónica que no debe ser manipulada desde la ignorancia y mucho menos con los materiales inadecuados.

La búsqueda a nivel internacional de buenas prácticas que permitan innovar procesos educativos en Costa Rica debe ser una búsqueda cautelosa, dado que los contextos en los que se desarrollan los procesos son diversos, el Ministro debe ser un cazador de ideas foráneas pero a su vez debe ser la persona más enamorada de las propuestas educativas que surgen en el seno de la educación costarricense, existen innovación y creatividad en la labor educativa, sin embargo, desde un escritorio en el último piso de un edificio alquilado resulta improbable descubrirlo. El ministro, apasionado del sistema educativo costarricense, no titubeará en potenciar las buenas prácticas educativas costarricenses y convertirlas en carta de presentación para el mundo. El ministro de Educación tendrá claro que lo mejor que puede exportar Costa Rica al mundo, son ideas y estas ideas se pueden concretar en tecnología, artes, y demás.

El ministro debe mantener un diálogo cercano con todos los miembros de la estructura educativa, en este caso, las herramientas digitales permiten establecer un canal de comunicación -que si bien es cierto, no alcanza a la totalidad de los miembros- que permita al menos una comunicación de trabajo semanal, algo así como una cadena de comunicación semanal a lo interno del Ministerio. El ministro debe ser un conocedor de la condiciones pluriculturales y multiétnicas de la Nación, esto implica que su discurso debe dirigirse desde múltiples ópticas, y lejos de promover confrontación debe ser el rostro del diálogo. El ministro saldrá al encuentro con las comunidades, él llegará a ellas antes que las comunidades lleguen a él.

Quién asuma esta ardua labor, comprende el papel histórico de los sindicatos de la educación, no puede pretender silenciarlos, ni mucho menos tener satisfechas todas las demandas, dado que el sistema educativo costarricense se encuentra fisurado y erosionado en múltiples niveles, lo cual provoca constantes incendios en diferentes planos, empero debe contar con la habilidad para encontrar en los sindicatos la voz externa que alerta y clama por el bien común de la educación costarricense, ya que ellos nunca han sido, ni son, ni serán enemigos de la educación, sino mas bien la síntesis de las voces de la realidad educativa desde lo local.

La educación costarricense demanda un caballero o dama de la educación como ministro. El ministro que Costa Rica merece será un hombre o mujer que cuya voz logrará cautivar al pueblo, y el pueblo lo respetará, pues en su discurso florecerá la esperanza, y mostrará con claridad como un plan de trabajo con acciones específicas y locales que permitirán replantear los planos para la construcción de una obra colosal llamada: educación.

Un maestro entre maestros, ese debe ser nuestro ministro de Educación.

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