Una urgencia silenciosa
En tiempos donde el ruido, la prisa y la polarización parecen ganar terreno, hablar de formación humana puede parecer un lujo. Pero es, más bien, una urgencia. En una sociedad que atraviesa desafíos educativos y económicos profundos, redescubrir la sensibilidad, el propósito y la dimensión ética del ser humano no es un acto nostálgico: es una estrategia de supervivencia cultural.
El país vive un momento de contradicciones. Mientras la tecnología y la conectividad se expanden, muchos jóvenes se sienten desorientados, sin rumbo ni propósito claro. La deserción educativa crece y el desempleo juvenil supera el 25 %, según datos recientes del INEC (2024). A esto se suma una brecha entre lo que se enseña y lo que la vida exige: las aulas forman conocimiento, pero con frecuencia descuidan el carácter.
Educación con propósito: más que instrucción, formación
La educación costarricense, que alguna vez fue símbolo de movilidad y equidad, hoy enfrenta un desgaste estructural. El Informe del Estado de la Educación (2025) advierte sobre una caída sostenida en comprensión lectora, razonamiento lógico y compromiso cívico. No es solo un déficit académico; es una fractura moral.
Formar en matemáticas o ciencias sin formar en empatía, responsabilidad o propósito es como enseñar a construir sin enseñar a habitar. El conocimiento debe ser útil, pero también justo; competitivo, pero también compasivo. La educación necesita reconectar con su raíz más noble: enseñar a pensar, pero también a discernir y servir.
Economía humana: prosperidad con sentido
A nivel económico, el panorama tampoco es ajeno a la dimensión humana. El Banco Mundial reconoció recientemente a Costa Rica como economía de ingreso alto, pero este logro macro contrasta con la percepción micro: un costo de vida asfixiante, salarios rezagados y un creciente desencanto entre quienes sienten que el progreso les pasa por la acera de enfrente.
La prosperidad material pierde sentido si no viene acompañada de justicia, trabajo digno y oportunidades que devuelvan esperanza. Una economía sólida debe construirse sobre principios: esfuerzo, responsabilidad, mérito y solidaridad. El crecimiento sin ética es insostenible, y la asistencia sin propósito es apenas un paliativo.
Meritocracia: el camino hacia una justicia verdadera
Costa Rica necesita recuperar la confianza en la meritocracia, en el valor del esfuerzo bien hecho, del mérito auténtico que reconoce la dedicación, la constancia y la integridad.
Cuando el mérito se diluye entre privilegios o clientelismos, la juventud pierde motivación, y con ella se desvanece la esperanza de movilidad real. Reforzar una cultura meritocrática no significa abandonar la empatía, sino elevar la justicia: premiar el trabajo responsable, fomentar la excelencia, y demostrar que la superación personal no es un mito, sino una ruta posible.
La verdadera igualdad nace de la oportunidad y del reconocimiento al esfuerzo. Y un país que valora el mérito forma ciudadanos que confían más en su capacidad que en la dependencia.
Contra el asistencialismo: ayudar sin sustituir
Uno de los mayores retos éticos y culturales de nuestro tiempo es romper el ciclo del asistencialismo. No se trata de negar la ayuda estatal —que es vital en contextos de vulnerabilidad—, sino de reorientarla hacia la autonomía, no hacia la dependencia.
El Estado debe tender la mano, no reemplazar el paso. Su función es habilitar, no anular; empoderar, no perpetuar. Cuando la ayuda se vuelve costumbre, cuando la dependencia se confunde con derecho, se erosiona la dignidad y se debilita la voluntad.
Una sociedad verdaderamente solidaria no cría ciudadanos que “chupan” del Estado, sino personas que lo honran con su trabajo, que devuelven lo recibido con responsabilidad.
Esto implica diseñar políticas que acompañen la superación —educación técnica, becas vinculadas al rendimiento, incentivos al emprendimiento y capacitación—, no programas que fomenten la pasividad o la comodidad asistida.
El propósito de la ayuda pública no es construir beneficiarios eternos, sino ciudadanos capaces de caminar solos, de aportar, de producir, de servir. La libertad florece cuando la asistencia se convierte en impulso, no en ancla.
Cultura del bien común: educar el corazón
Frente a este escenario, urge una educación que devuelva al ser humano su centro. Una educación que forme técnicos y emprendedores, sí, pero también ciudadanos conscientes de su deber, de su comunidad y del valor del otro. Necesitamos aulas donde se aprenda a pensar, pero también a sentir; donde el mérito no excluya la compasión; donde la libertad se ejerza con responsabilidad.
Existen señales alentadoras. Programas de voluntariado juvenil, iniciativas de mentoría en comunidades rurales y proyectos de innovación con propósito social demuestran que cuando se combina conocimiento con sensibilidad, florece algo más que destreza: florece ciudadanía. Jóvenes que descubren que servir también es construir, que la prosperidad sin solidaridad es apenas una fachada vacía.
Conclusión: reconstruir el alma nacional
El país necesita más que reformas; necesita una visión cultural que entienda que la riqueza no es solo PIB, que la educación no es solo nota, que el trabajo no es solo ingreso. Que ser humano es un verbo activo: implica crear, cuidar, aprender, y también compadecer.
Porque el destino de una nación no se mide solo en cifras, sino en la nobleza de su gente. Y cuando la educación se reconcilia con la ética, cuando la economía se alinea con el propósito y la juventud encuentra razones para creer, entonces un país vuelve a levantarse sobre cimientos firmes.
Como expresó Viktor Frankl, psiquiatra y filósofo austríaco:
“El hombre no debería preguntarse cuál es el sentido de la vida, sino comprender que es él quien debe responder a esa pregunta.”
Esta respuesta se construye cada día, desde la ética, la responsabilidad y el propósito personal.
Referencias
- Programa Estado de la Nación. (2024). Informe Estado de la Educación 2024. San José:
- Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (MIDEPLAN). (2023). Estrategia Nacional de Empleo y Desarrollo Humano.
- Vargas, (2022). “Educación y mérito: claves para el desarrollo costarricense”. La Nación.
- (2023). Políticas sociales y sostenibilidad en América Latina: más allá del asistencialismo. Naciones Unidas.
- (2024). Education at a Glance: Costa Rica Report. París: OECD Publishing.
- Frankl, (2006). El hombre en busca de sentido. Herder. (Cita final utilizada por su vigencia y relevancia ética)