Cada quien debe ser libre de actuar como guste, mientras no haga a daño a nadie con esa acción. Entenderlo y tenerlo como principio de vida, nos permitiría vivir en armonía social.
El ser humano es diverso, y por ende, su forma de ver las cosas nunca será igual para todos. Para mí, la homosexualidad no es problema pero para otra persona sí. Para mí, que dos personas del mismo sexo decidan contraer matrimonio no es un problema, pero para otra sí. Porque existe diversidad de pensamiento, y aunque no nos guste, nunca se podrá eliminar.
El problema, no es pensar distinto, el problema es que alguien pueda imponer a los demás su forma de ver la vida. Que pueda obligar a otros a vivir como él dice y no como cada uno elige. La diversidad de pensamiento es imposible eliminarla, pero la herramienta que permite que unos obliguen a otros a hacer o no hacer algo, sí. Y esto es, la injerencia del gobierno en relaciones que deben ser dejadas a las partes privadas involucradas.
¿Un ejemplo de personas imponiendo su forma de ver las cosas a los demás a través del gobierno? Cuando el ordenamiento jurídico dice que solo hombre y mujer pueden contraer matrimonio. O sea, la definición de matrimonio de unos, es impuesta a todos vía ley. Cuando lo correcto, es que cada persona decida con quien se casa, y la razón por la que toma esa decisión no le incumbe a nadie más que a las partes involucradas. Si sacamos al gobierno de nuestras camas, no importará quién lo controle cada cuatro años, pues no podrá imponer su forma de vida a los demás.
Hoy día, nadie acepta que lo obliguen a hacer algo que no desea hacer. Los valores de libertad individual están bien interiorizados en las relaciones privadas. Pero la burra bota a Genaro cuando nos relacionamos con el Estado (políticos y burócratas). Gran parte de la sociedad costarricense todavía cree que, una acción, mientras sea hecha a través del gobierno, está legitimada.
Esto lo saben los grupos de presión. Desde conservadores de derecha hasta autoritarios de izquierdas. Por ello, salen cada 4 años a tratar de ganarse la manipulación de la violencia legal, o sea, del Estado. Porque saben que, de hacerse con dicho poder, obtienen una vía legalizada para obligar a los demás a hacer cosas que no desean hacer. Esto no es correcto ni moral, pero es lo que es. Y por ello, debemos limitar esos poderes, sacando el gobierno de nuestras camas, para que nadie le imponga nada a nadie.
En consecuencia, la solución para una coexistencia pacífica es, primero, la tolerancia. Es entender que los seres humanos no pensamos igual en todo, y que debemos aprender a convivir en paz con esas personas que piensan distinto a nosotras. Porque eliminar la diversidad de pensamiento no es posible.
Y segundo, entender que el gobierno (políticos y burócratas) no debe meterse en la vida privada de las personas. Por ello, el matrimonio debe ser un contrato civil más que solo incumbe a las partes. La legislación no debe meterse a definir qué es matrimonio ni quiénes pueden contraerlo o quiénes no. Debe ser dejado a la decisión de los adultos, sean homosexuales, heterosexuales, poligamias o uniones libres. Y esto, limitar los poderes estatales de donde nace la discordia y la imposición de unos sobre otros, sí es posible hacerlo.
Proponga que los poderes estatales sean fortalecidos porque hoy parece que su partido está cerca de entrar al poder, y estará abriendo las puertas de par en par para que su contrincante político vuelva mañana y tenga cómo seguir imponiéndose a los demás. Aprendamos la lección, saquemos al gobierno de la cama.
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