El desarrollo económico costarricense ha evolucionado desde etapas de apego a la agricultura tradicional y procesos de incipiente industrialización, hasta la sustitución de importaciones, y en la actualidad, incursionando en terceros mercados con productos no tradicionales, intensivos en tecnología y en los servicios.
Esa apuesta de los últimos lustros, evidencia signos de crecimiento importantes para una población deseosa de crecer y abrir espacios, especialmente a la juventud capacitada. Como país débil en su infraestructura económica, le resulta difícil avanzar con rapidez en el impulso de alternativas tan novedosas como la producción de bienes no tradicionales. Ello requiere de mucha inversión extranjera y local dispuesta a confiar en un calificado recurso humano nacional y en incursionar en nuevos mercados, especialmente en el Pacífico. Para ello hemos de reconocer los esfuerzos que han venido haciendo nuestros Gobiernos desde la década de los noventa, a efecto de abrir nuestra economía, no en los términos que nosotros lo desearíamos, pero sí logrando avances significativos. Esto nos muestra que la ruta al desarrollo pasa por una educación rigurosa, por el impulso a las tecnologías y la búsqueda de nuevos mercados, quizás los no tradicionales, que apuesten por diferentes productos cargados de conocimiento. Esto sin perjuicio de que sigamos apostando por el crecimiento de la producción de la piña, el banano y el café, por ejemplo, bienes nada despreciables en nuestros datos macroeconómicos y que atienden a parte de la fuerza de trabajo de nuestro mercado laboral.
Actualmente somos conscientes de los incrementos que las exportaciones a países como China, Japón y Corea del Sur, muestran en los últimos meses. Este comportamiento refleja un incremento del 56% en el monto general de las exportaciones costarricenses a esos países, entre los primeros meses del 2016 con relación al presente año. Tal incremento obedece a la introducción, en dichos países, de productos alimenticios como el azúcar a China, así como productos de la industria maderera, pero muy especialmente los productos electrónicos como los equipos o partes para teléfonos y los equipos médicos. Estos sí ofrecen alternativas más estables para nuestras exportaciones, en mercados tan nuevos para la industria costarricense, anclada en las tecnologías y el conocimiento. Lo anterior es un claro indicio de que la apertura de mercados y los esfuerzos deliberados para atraer inversión extranjera, nacional y promover la creatividad de nuestros jóvenes, con apoyo efectivo de las entidades estatales competentes en la materia, es la ruta al desarrollo.
Por su parte, los medios también destacan que nuestro país se sitúa como el segundo país más innovador de América Latina y el Caribe, solamente por debajo de Chile. Esto nos muestra que existe un esfuerzo sostenido por incursionar, con determinación, en el desarrollo de las tecnologías, desde los centros de estudio, académicos e investigación, con un concurso directo del sector empresarial. Entendamos que no son logros de esta Administración, sino de resultados que vienen incubándose, desde hace bastante tiempo, con importantes decisiones políticas y legislativas de actores en las distintas fuerzas políticas y la participación del sector privado, de expertos, profesores y un especial entusiasmo de los estudiantes y trabajadores. Es un esfuerzo conjunto de quienes han hecho un aporte significativo para que el país se posesione en lugares de privilegio en el desarrollo e innovación tecnológica.
Debemos reconocer estos éxitos en materia de crecimiento de exportaciones al Asia, que mitigan los pobres resultados evidenciados por la presente Administración, pero que no dudo en los esfuerzos que autoridades de PROCOMER, y del Ministerio de Comercio Exterior han debido realizar. Esa es la verdadera ruta al desarrollo.
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