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Reflexiones sobre lo positivo del COVID-19

La pandemia que se nos vino encima ciertamente es muy grave. Sin embargo no todo es negativo. El COVID-19 nos está dejando también grandes lecciones positivas. La primera lección es que el COVID-19 ha evidenciado nuestra fragilidad humana con absoluta crudeza. Millonarios y pobres son lo mismo. Igual los sanos y enfermos. Todos huyendo del contagio y de sus consecuencias. Hasta los dueños del sector financiero descubrieron que son seres humanos, como los más humildes. Los arrogantes también andan preocupados. La realidad nos ha presentado una enorme contradicción; por una parte, nos mostramos potentes, tecnológicos y dueños del mundo, pero por otra, estamos desnudos y llenos de miedos por la posibilidad de desaparecer de la sociedad que nosotros mismos hemos construido con arrogancia. Lo positivo de esta constatación, es que en adelante podamos ser capaces de retomar el valor de la humildad en nuestra vida diaria, y de ayudar a construir un país y una sociedad más auténtica, donde la introspección sea más valiosa que la materia, y que ella sea parte del ejercicio diario.

La segunda lección es que nos hemos dado cuenta con toda certeza, que todos somos vecinos. Somos el mundo, y el mundo es lo que somos ustedes y yo. Ese mismo mundo que hemos fabricado, el de la violencia, las guerras, las divisiones religiosas y políticas, el mundo de las depresiones y de los egoísmos, el de la corrupción, el mundo también de las pestes. Nuestro problema personal, es un problema global. Es un problema humano. Lo positivo de esta lección es que aprendamos a cooperar, y con ello a acercarnos, y a mejorar las relaciones que tenemos con los demás. Se trata de un llamado para servir a la evolución de la consciencia ayudando al otro, practicando el altruismo y el compromiso. Es fortalecer el sentido de conexión, de armonía y vitalidad. Estamos todos interconectados con el universo y con la humanidad. Somos espejos y actores trasmisores. Ya volveremos a los abrazos con más autenticidad y menos teatralidad.

La tercera lección es que el COVID-19 nos ha igualado. Todos debemos saberlo, y ser conscientes de ello, en especial los soberbios. La misma correa nos puede sujetar. El coronavirus no pregunta, si usted tiene el poder, si es millonario, si tiene el carro más costoso del año, o si eres el más pobre de los mortales. Tampoco si eres de aquí, o eres de allá. Para el COVID-19 todos somos candidatos, todos somos iguales, unos más, otros menos. Una de las cosas más difíciles de los seres humanos, es vernos tal y como somos. Esta pandemia es entonces una oportunidad para vernos sin filtros. Para mirarnos y situarnos de verdad. Eso es positivo. Tenemos que aprender a mirarnos para sobrepasar el círculo estrecho en que vivimos, y que nos hace aferrarnos a tantas tonterías. El reconocernos como seres vivos del planeta y en esa condición todos iguales, nos debería ayudar para vivir en forma más ética y responsable, por el impacto que tienen nuestras decisiones y acciones sobre la totalidad.

La cuarta lección, es que este evento mundial que ha estremecido países y estructuras políticas, sociales, y económicas, puede generar un salto cualitativo en el estado de consciencia de la humanidad. Podríamos estar a las puertas de un despertar mundial derivado del período de sufrimiento. Un estado despierto donde se avance en el rompimiento de las cadenas de pertenencias, de las etiquetas, de los centrismos, de las fronteras, de los egoísmos, y donde seamos más habitantes del planeta, que ciudadanos nacionales. Puede ser que cada uno de nosotros tenga un manera diferente de percibirse, y de sentirse en el mundo que lo rodea. Podría ser que agudicemos la percepción de los eventos fascinantes y hermosos que nos depara el universo, y de la complejidad de sus fenómenos. Que tengamos más sensibilidad y responsabilidad. Quizás nos ayude a privilegiar la presencia y las experiencias actuales, usando mejor el tiempo. Puede ser que haya mucha gente, que se vuelva mayormente consciente de la fuerza espiritual que todo lo impregna, y de la necesidad de reestablecer equilibrios, empatías y sentimientos de compasión para colaborar más, en vez de competir más, y disfrutar así de la capacidad del ser, más allá de los apegos y de las acumulaciones, riquezas, estatus y éxitos temporales. Quizás sirva para darnos cuenta, y resguardar y mejorar con más celo, la institucionalidad fundamental que sirve a todos y que es para todos.

La quinta lección es que frente a los acontecimientos mundiales, cualesquiera que ellos sean, el miedo nunca nos debe paralizar. Ciertamente el Covid 19 ha desatado el temor de millones de personas. Conscientes de las medidas sanitarias que debemos tomar, que no se vale que sean un simple juego político, es necesario entender el árbol en que estamos sentados, su color, sus ramas, su grosor, sus hojas, su olor. El país no puede paralizarse. Este coronavirus y las pestes mundiales, no vienen a turistear. La interdependencia y muchos otros factores harán que recurrentemente lleguen de nuevo a nuestro territorio, en silencio y con los pies descalzos. Lo positivo es que entendamos que, en adelante habrá que construir el país en presencia de eventos de este tipo, y que sin embargo, de ello surgen oportunidades para hacer las cosas diferentes. Los miedos deben desaparecer cuando somos conscientes de nuestras capacidades. Hoy el país por ejemplo, está poniendo a prueba su sistema institucional de salud, y verlo funcionando a todo color, y obtener luego conclusiones, será un elemento positivo. Si nos va bien en el manejo sanitario, el ICT puede hacer un gran trabajo de mercadeo para publicitar luego el país, como destino seguro fundado en sus capacidades sanitarias para aumentar la visitación. Las empresas e instituciones están probando más el teletrabajo, lo que puede ser altamente positivo para aumentar ingresos de hogares, reducir presas y mejorar sistemas de conectividad. Las medidas para paliar el COVID-19 en la economía, es todo un desafío de creatividad y de responsabilidad de los actores, donde la prioridad es proteger a las empresas más débiles y a sus trabajadores. Será interesante observar cómo se comportará y cuál será el aporte de la SUGEF y la Banca Privada y Pública. Debería haber una comisión de seguimiento para ver, si de verdad hay bajas en las tasas de interés, en prórrogas de plazos y demás ayudas financieras. También las Municipalidades y gremios deben comprometerse. Ahora no es el momento de maximizar utilidades financieras, ni privadas ni públicas. Tampoco que el Estado resuelva todos los problemas. La solución es compartida. Nunca como antes tenemos que ser más creativos y productivos con los recursos que tenemos. Una idea que se me ocurre, es que el Gobierno use la vía de excepción, para desatorar todos los proyectos privados que hacen fila en la burocracia, y que empiecen a realizarse de inmediato, y generen empleo y reactiven la economía. Lo positivo es que al igual que ocurre con las selecciones nacionales, este COVID-19 pareciera que nos puede unir, no solo para salir airosos del virus, sino y sobre todo, para construir el país entre todos. Ojalá así lo entiendan el Gobierno, los Partidos, los sectores gremiales y empresariales y la sociedad en general. Quizá estemos a las puertas de un despertar colectivo, porque hemos sumado responsabilidad y consciencia individual. La naturaleza es además sabia y gusta de los equilibrios. Después de las grandes lluvias viene la germinación. A la larga, lo que no ha podido lograr la clase política por falta de confianza, lo puede cimentar paradójicamente un evento doloroso, como es la pandemia del COVID-19.

En medio de las dificultades sigo siendo optimista, porque mis ojos están por encima de las calamidades.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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