Conversaba con una amiga – la cual está en búsqueda de trabajo – me planteaba que tenía que reducir líneas del mismo en su curriculum vitae (CV), para ver si tenía mejor suerte, ya que consideraba que al tener mucha información por eso no lo leían.
Me dio pesar cuestionarla, en ese momento, pero “quitar líneas” implicaba hacer una selección de eliminar años de experiencias, resultados, quehaceres, reconocimientos, para que alguien que aparentemente no tuviese mucho tiempo, lo mirase.
Acaso a la persona a la que se le manda el CV, que significa literalmente “carrera de la vida”[1], instrumento en el cual se recogen datos personales, formación académica, actividad laboral y méritos de una persona, no necesita de esta persona, dónde a mayor información, mayor has de conocer a la persona SUPONGO, pero parece que no.
Tras varias décadas de labor profesional mucho habrán de ser las experiencias, en mi caso el primero que hice sobrepasaba las 30 páginas, hoy en día reducidas a 7, aunque lo ¿interesante? Es que comienza a crecer con un sinnúmero de webinares impartidos, pero ¿lo quito o lo pongo?
Es cierto que la evolución existe, como todo, un teléfono inalámbrico que hace años parecía “un bloque de cemento”[2], y que hoy en día un celular considerado inteligente su peso y diámetro oscila entre 146,3 x 70,9 x 7,6 mm y 168 gramos, cuyo objetivo es generar una comodidad no solo en el peso, sino como tal en la comunicación, pero, ¿por qué reducir “mi comunicación”, entiéndase lo hecho¨
Tiempos atrás en la búsqueda de trabajo, imprimías tu CV a colores, lo colocabas en un folder, file o carpeta, inclusive comprabas uno de plástico para mostrar ¿mejor desempeño, una distinción por quién lo revisaba a diferencia de un pobre cubre CV de cartón crema? Hoy en día lo ideal es dos páginas y con una cierta estructura o diseño donde se armonizan los colores, inclusive en el internet se establecen plantillas.
Inclusive ibas de puerta en puerta (instituciones) donde dividía geográficamente, algo así como buscar en un mapa donde estaban ubicadas, sectorizarlas, para que me resultase más económico, caminar menos, gastar menos en transporte, etc.
Recuerdo tiempos atrás, que en una universidad donde hube de trabajar y que el valor de la hora clase era de unos $2.00 (USD) estando en ese momento con protestas de estudiantes, barreras, llantas incendiadas, al llegar al recinto, me notificaron que las clases estaban suspendidas hasta nuevo aviso. Esa quincena me resultó fatal.
Me contaba otra colega – volviendo a los tiempos actuales – que, tras mi sugerencia, de tocar puertas físicamente y no dejarlas exclusivamente a ser enviadas por correo y que, aunque ya lo había hecho, la respuesta había sido: “lo siento no podemos recibirlos, debe ser por correo”
¿Quién había respondido? Supongo, (no siendo la persona cuya responsabilidad era revisarlos, sino la que los archivaba para luego, quien sabe cuánto tiempo, entregarle a…), nada, estimados lectores evolucionan las tecnologías, la inteligencia artificial (IA) avanza, la burocracia aumenta, a lo cual anexo, ¿no se dan cuenta que son docentes que necesitan trabajo y alumnos que esperan?
Al menos en Centroamérica, es común encontrar grupos de clases con más de 60 estudiantes, donde es ¿sea aprenderá, comprenderán?; No quisiera cambiar el mundo – 8000 millones de habitantes – pero aulas sobresaturadas y docentes sin empleos, sencillamente no es admisible.
«Estimado Chat-gpt, tú que tanto sabes, estoy buscando trabajo con estas características, salario, etc.»; «Sí estimado (a) docente, con mucho gusto…, la plaza es suya, por favor presentarse en…»
Para terminar, irónicamente una de las redes – donde comparto los CV de las personas que necesitan trabajo -, me preguntó “Ernesto, estás buscando trabajo”, …sin comentarios.
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[1] También llamado hoja de vida
[2] El creador del primer celular fue Martin Cooper y lo hizo el 3 de abril de 1973, cuyo precio fue de USD 3.995, un monto bastante alto para la época; su peso de 800 gramos y tenía una medida de 33 centímetros de alto, 4,5 de ancho y 8,9 de grosor.