La vida me enseña, una vez más, que los retos se enfrentan. Nunca paralizarse. Asumir el reto, es redescubrir: ¿Quién soy?
Hace dos semanas, en forma inesperada tuve un problema de respiración, sentí un fuerte cansancio y dolor de cuerpo. De seguido tuve tos.
Mi corazón latía más de prisa, pero no por los síntomas físicos sino por los pensamientos. La respuesta era clara, pero la mente hacía su juego. ¿Por qué negar la realidad?
El miedo. Tengo un pasado de pulmonía y tomo medicamentos para controlar otras enfermedades crónicas. Otra vez. La muerte asomaba su presencia en mi mente. Viví una tormenta emocional. Luego el diálogo interno: primero negar. “A mí, no me puede estar pasando”. “Yo he cumplido con todos los requerimientos sanitarios y no me he expuesto”. Después vino la tristeza y el enojo: “el Covid genera discriminación. Esa ha sido mi lucha por 20 años. No permitir que las personas sean diferenciadas por su condición de salud. No estaba dispuesta a perpetuar presunciones o estereotipos negativos existentes, ni a fortalecer asociaciones falsas entre la enfermedad y otros factores.
Llegó el desafío: cumplir con la ruta médica y asumir este paso como otra prueba de vida. Finalmente, apoderarse de la situación y luchar para salir adelante. Fui a la consulta médica. La referencia y orden sanitaria inmediata. Se confirma. El resultado del examen es positivo. La consulta temprana, el testeo, el tratamiento, y las medidas de salud recomendadas me daban la certeza de estar a salvo, y permitían no poner en riesgo a mis seres queridos y a otras personas vulnerables.
Viví la cuarentena al lado de Ricardo y Priscila. Sus cuidos cariñosos hicieron que el aislamiento no se sintiera como un castigo sino como una oportunidad para que nuestro amor creciera. Tuve la oportunidad de reflexionar sobre el trabajo que realizan en hospitales, hogares de adultos mayores y casas particulares, miles de personas que atienden a los aquejados por el Covid 19, exponiendo su propia salud. Es un bello acto de amor que agradezco por los ángeles que me fueron enviados.
También es reconfortante sentir a las personas que por mensajes y llamadas telefónicas estaban pendientes y hacían oración. A todas estas almas va mi agradecimiento. Es una lucha personal que si tenemos el alivio de la compañía se hace llevadera.
La introversión que hago es orar para que no haya nadie, que pase una enfermedad en soledad. Entreguemos nuestra compañía a los demás. Superemos el miedo. Mis ángeles lo consiguieron y yo triunfé.
Hoy terminé mi cuarentena.
Mi gratitud a Dios.
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