Omisos ante lo incomodo

Dar cuenta del abuso es algo en lo que nos ha educado el feminismo. A señalarlo a pronunciarlo a sacarlo a la luz a ponerle rostro. El abuso de todo tipo. A no ser omisos con la injusticia, porque corremos el riesgo de hacerlo costumbre. Es decir, de hacer como si tal atropello fuese algo natural, normal. El feminismo antiguo el que porta postulados y reivindicaciones razonables, claro está.

El primero de enero despertamos con dos feminicidios. Grotesco de tal brutalidad, tan macabro lo que reportaba la prensa que de inmediato supe -sin que lo dijeran los medios- que los perpetradores no eran costarricenses. Intuición idéntica cuando la prensa había reportado hace algún tiempo que dos menores con armas de grueso calibre -en un país sin ejército- habían asesinado a un chiquito que dormía en su casa con sus padres una noche cualquiera confiado y tranquilo como somos los ticos de nombre Gabriel -como el Arcángel, el anunciador.

Nunca antes habíamos vivido algo semejante tan grotesco, peligroso, cruel. Horroroso ver al abogado también extranjero pidiendo leyes blandas para los perpetradores. Tan sólo días antes había la Sala Cuarta anulado un decreto para intentar ordenar ese asunto de la inmigración tan masiva y descontrolada.

Al poco tiempo en Playa Herradura lo intuí también cuando las noticias informaban que habían asesinado a un policía -de forma brutal, también macabro. Un hombre joven, guapo, su familia publicó videos del muchacho jugando bola en la playa con los chiquitos de Jacó. Nunca antes tampoco habíamos vivido algo semejante.

La pregunta que surge entonces es: ¿qué hubiese pasado o qué pasaría si fuese al contrario? ¿Se ha puesto usted a pensar? Principalmente, cuando te estampan palabras mordaza términos sin raíz posible como xenofobia.

Todo esto no es casualidad es casuística lo había empezado a observar desde antes de la pandemia cuando cada vez que la prensa reportaba un suceso -femicidio u otro- había siempre involucrado un nicaragüense. Entonces, me había empezado a preguntar extrañada sobre la reacción de los ticos: ¿será que no se dan cuenta?  ¿Será que no lo ven? ¿Será que tienen miedo a ser etiquetados de xenófobos de racistas?

Que cruel cuando nos subvierten los valores, porque empezamos a asumir que lo malo es bueno, aceptable y lo bueno malo. Dantesco.

Dos documentales del periodista argentino Nicolás Morás sobre Nicaragua -disponibles en YouTube- leyendo el subtexto te podés dar cuenta que el tema del narcotráfico es y ha sido algo recurrente en ese país. Luego, vino un reportaje del también argentino Pato Bonato disponible en el YouTube en el que se analizan las condiciones de los asilados nicaragüenses de los privilegios de que gozan y de la injusticia que eso supone para los hijos de la patria. Duro. Tanto así que no lo pude terminar de ver, todas mis observaciones e intuiciones se revelaban, estaban bien fundamentadas. Doloroso.

Un exceso, una injusticia, violación, extralimitación, atropello.

Ahora estamos presenciando y siendo víctimas -si lo queremos ver así- del robo de nuestro oro en Crucitas. De nuestro patrimonio el que por lógica nos corresponde heredar a nuestros hijos y nietos. Además de todo lo que se trafica por ahí desde personas hasta el narcofascimo como lo ha explicado la intelectual chilena Luci Oporto Valencia. Ese robo es perpetrado por personas amorales obviamente. Tienen problemas. Y aquí no es el lugar para solucionarlos, para eso tienen su país 3 veces más grande que el nuestro con 3 minas de oro en activo -son el primer país exportador de oro de la región-, primeros productores de arroz y frijol. Y segundo país más seguro de la región y el de mayor extensión. Es decir, es el más grande. Es hasta aritmético. Se dice y con justa razón que esas migraciones tan masivas no son naturales, que es el lumpen. El lumpen de esos países los que salen a delinquir a expoliar y depredar.

Son familias y familias y familias diversificadas mientras la señora sirve en una casa 12 horas o más el señor hace jardines también por 12 horas al día los hijos que no bajan de cinco o más van a nuestras escuelas -las públicas claro está- y de paso micro narcotrafican. Pareciera que no tienen moral al respecto. Lo importante es hacer plata a costa de lo que sea, de la salud de ser preciso de los ticos, de por si son muy tontos.

Mi barrio es un barrio tomado, después de la pandemia esto parece otro país, ya van varias veces que pasan pidiendo mujeres jóvenes de entre 30 y 40 años con montones de chiquitos y diciendo que vienen llegando de Nicaragua. Y uno se pregunta: pero, ¿cómo llegan hasta aquí? ¿Quién controla eso? Además, andan en carros desde vehículos de lujo -que uno dice: ¿cómo es posible algo así? hasta las carcachas más destartaladas que jamás pasarían la supervisión de Dekra y entonces uno dice: pero, ¿cómo lo logran? En cualquiera de los casos, sean los que andan en autos de lujo hasta los que andan en carcachas. Y a toda velocidad, es un desatino que nos tenemos que escapar de que nos atropellen. Nosotros jamás podríamos hacer algo así porque va multa -como tiene que ser. Lo de las motos es bestial: en piñas de hasta cinco y sin casco chiquitos y de todo. Lo terrible es que ya van los ticos haciendo lo mismo.

Son redes y redes: todos se conocen. Usted a ellos no. ¿Está usted seguro que lo cuidan?  Esos guachimanes en casetillas. O, ¿serán más bien campanas? ¿O, ambas?

El maltrato es patente. He visto como las opciones laborales y nuestro sagrado derecho a prosperar se ha debilitado -por decir lo menos- frente a una competencia desleal. Ellos prosperan, cómo lo harán, no sabemos. Y nosotros cada día más pobres -por decirlo así.

 La Sala Cuarta tiene como mandato proteger los derechos inalienables de los hijos de la patria. De lo contrario, estaría faltando a su juramento. Ellos no pueden ni deben arrogarse la potestad de defender y proteger a los foráneos, porque si no entonces, para qué Constitución Política. ¿Para qué patria? Porque entonces parece que la vida misma de los ticos no importa se puede exponer.

Nuestros derechos humanos no son negociables, bajo ningún concepto. El derecho a la vida misma.

Obviamente, así no se vive. Usted no puede moverse en su propio país siendo minoría. Entonces, ¿para qué tenemos Costa Rica? Dichosamente, ya hay modelos: Panamá, República Dominicana, por nombrar dos de nuestra región de cómo han solucionado el tema de la migración masiva.

Nosotros sólo tenemos este país. Pequeñito. Y nadie lo puede querer más, valorar igual que los que lo heredamos de nuestros antepasados. Nuestro país posee una larga tradición civilista y pacifista -que no inofensivos, sabemos defendernos.

No es de recibo vivir en vilo en el peligro permanente por algo así ni presenciar cuando no vivir -Dios nos libre- más sucesos dantescos.

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