
La violencia contra las mujeres, no posee fronteras, ni ejerce discriminaciones sociales, económicas, políticas, religiosas, de raza o cultura; la misma es un flagelo que cualquiera está en riesgo de padecer por el solo hecho de ser fémina, debido a que ésta es producto de la instauración de conductas perniciosas que se han naturalizado a lo largo de la historia, oprimiendo al sexo femenino.
Estos comportamientos nocivos, son abanderados por determinadas personas o conglomerados, dentro de diversos tipos de sociedades, donde la violencia y el acoso han dado un paso más allá del discurso, instaurándose en el ámbito de la práctica cotidiana. De esta forma, las políticas públicas no han logrado enfrentar realmente la impunidad, generando así mayor inequidad social frente a las mujeres.
Lo anterior, principalmente cuando los mecanismos legales y jurídicos que en teoría deberían de estar a nuestro alcance para protegernos fallan, dejándonos en condición de vulnerabilidad frente a nuestros agresores, posibilitando que la violencia se amplié cada vez más, sin brindarnos ninguna salida real que logre romper las cadenas de la opresión y la discriminación.
Por ello, está en nosotras mismas como garantes de la libertad, igualdad, autonomía y respeto, el ser solidarias con quienes son objeto o fueron víctimas de esta deshumanización social; la cual, no solo se percibe desde el sexo opuesto, ya que la violencia y el acoso poseen muchos rostros.
Así la Academia, debe ser el lugar en donde se genere pensamiento crítico en torno a estos temas y no el medio en donde se fomente esta problemática; floreciendo la violencia como mala hierba que debe ser extirpada, pero desde sus raíces más profundas, logrando sembrar en su lugar la consideración mutua y el decoro, hacia quienes como seres humanos fungimos el rol de ser esposas, madres, hijas, hermanas, tías, abuelas, amigas o compañeras.
Es necesario que todas logremos desarrollarnos en ambientes libres de acoso y violencia; porque solo así, las futuras generaciones heredarán un mañana digno, donde seamos valoradas y respetadas como personas, frente a determinados patrones de conducta perniciosos en las relaciones interpersonales, mismos que deben ser denunciados y visibilizados, porque el silencio de las víctimas es lo que fortalece a los agresores.
De esta forma lo que pretendo con esta disertación, es concienciar a mis congéneres en que no podemos permitir, la naturalización de la violencia en ninguna de sus manifestaciones y tampoco que esta, se desarrolle dentro de nuestros hogares, recintos públicos, lugares de trabajo, escuelas, colegios y universidades.
Las diferencias multiculturales, también se han sumado en torno al incremento e invisibilización de esta problemática; la cual se muestra en constante avance, debido al número de femicidios que cada año crece, siendo necesario asumir de manera intercultural su lucha, pero más allá del discurso.
Resulta prioritario educar en valores éticos, donde el respeto se transmita de forma generalizada, mediante unos mínimos y máximos que logren permear al conglomerado humano racionalmente, buscando instaurar una reflexión profunda, hacia una sociedad más justa y cercana al bien común.
Este flagelo es un problema que nos compete a todos, siendo fundamental la sensibilización y denuncia en aras de construir estados, sociedades civiles y comunidades internacionales, comprometidas con la lucha y erradicación de esta problemática, abriendo espacios de diálogo crítico que posibiliten un cambio de mentalidad y un salto cualitativo hacia la equidad social.
Así no podemos ser indiferentes o asumir posturas que favorezcan el incremento de nuevos focos de violencia; ya que el desarrollo sostenible y sustentable, no debiera convivir con la injusticia y la discriminación en torno a la cosificación de la que hemos sido objeto.
Por tanto, somos las mujeres generadoras y transformadoras del mundo, como esa realidad que nos circunda y en la cual, también somos productoras de cultura desde nuestra propia cosmovisión humana, más allá del tiempo y de cualquier estigma…
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