¡Mamá, no me dejes solo!

¿Cuándo los padres y madres podremos haber escuchado la expresión que encabeza el título de este artículo? Al menos yo dentro de mi profesión (maestro) lo aprecio cada inicio de curso, sobretodo para los nuevos ingresos de los más chigüines o patojos, que por primera vez se separan y salen a conocer prácticamente el mundo.

No se sabe si llora más el familiar que llega a la escuela a dejarlo y que luego se retira, con los ojos llenos de lágrima, o el niño o niña, que ha quedado en manos de la maestra, la cual es toda una experta en el arte de hacer olvidar que la nueva adquisición no es una persona extraña y que, transcurrido ciertos minutos, ya forma parte de la familia escolar (por supuesto hay excepciones que seriamente pueden tardar días en la adaptación).

¿Pero pueden los padres ayudar a sus hijos a aliviar ese temor, de queden solos? La respuesta es sí. ¿Cómo lograrlo? Debe quedar claro que esta primera separación constituye una separación forzosa ya que, tal vez imprevista, donde se verá obligado a pasar horas lejos de sus padres (un día, mañana o tarde) ¿Qué hacer para solucionarlo? Lo mejor es favorecer su autonomía e independencia.

La autonomía de nuestro/a hijo/a se promueve reforzando su comportamiento independiente, curiosidad intelectual, responsabilidad, etc. ¿Cómo hacerlo? Respetando aquellas decisiones que él o ella tomen y que sean posibles: “No, yo me pongo los zapatos solo, que ya sé”, “Déjame a mi abrir la puerta del vehículo”, etc.

Será muy importante también evitar las conductas sobreprotectoras o los sentimientos de miedo, tristeza, ansiedad, etc. respecto a nuestro hijo. Es importante que los padres y madres aprendamos a controlar estas emociones ya que lo único que conseguimos es contagiárselas al niño o niña.

Pensar que la sobreprotección es una pauta educativa errónea y muy nociva para el niño, nos ayudará a evitarla y a apostar más por la independencia de nuestro/a hijo/a.

Algo similar ocurre cuando hay un problema de salud de él o ella, por ejemplo, visita al hospital, al dentista y de forma equivocada ya nosotros de forma – no queriendo – le vamos inculcando el miedo: “… no, verás que no te va a doler nada, solo un pinchacito, para ponerte anestesia…” Ya usted, al decirle: “verás que no te va a doler…” realmente le está anunciando que le va a doler.

El niño o niña aterrado/a se sienta en el sillón y el o ella todo sudoroso/a le extenderá la mano, en señal de protección y cuando de pronto ve aparecer al galeno, ahí mismo, comienzan los alaridos, cuando no se mira aún ni la jeringa para aplicar la anestesia.

Se recomienda siempre que los padres mantengan una actitud serena y tranquila en la que el niño pueda apoyarse y sentirse seguro. También es muy aconsejable explicarle claramente lo que van a hacerle los médicos, qué es la anestesia, que le darán pastillas para que no le duela, desdramatizando la situación, pero con la máxima claridad.

Está comprobado que el grado de ansiedad que pasa un niño en el hospital es mucho menor si se le explica lo que le va a suceder.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, foto en PDF de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@nuevo.elmundo.cr, o elmundocr@gmail.com.

Últimas noticias

Te puede interesar...

Últimas noticias