La sinceridad nunca ha figurado entre las virtudes
políticas y las mentiras han sido siempre considera-
das en los tratos políticos como justificables.
(Hannah Arendt, La crisis de la República)
Ambas palabras, la mentira y el engaño y los comportamientos que de éstas se derivan, encuentran un asidero muy propicio en la política y útil para los políticos. Entendida la primera como la “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”; y engañar el “dar a la mentira apariencia de verdad”, o “inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas”.
La historia nos ofrece hasta la saciedad ejemplos de cómo las mentiras y engaños, ocultaciones, las manipulaciones y las medias verdades han sido herramientas del poder desde el origen de los tiempos, hasta nuestros días.
La sinceridad nunca ha figurado entre las virtudes políticas y las mentiras han sido siempre consideradas en los tratos políticos como medios justificables.
Utilizar la mentira como arma y herramienta política denota, como mínimo, falta de imaginación y de argumentos. Y principalmente una mediocridad extrema.
En algunos ambientes la verdad y la sinceridad ya no se consideran valores. Se habla de la ‘cultura de la mentira’ en la que la mentira se utiliza como estrategia y herramienta política. Ello es reflejo de una sociedad en la que importa más aparentar que ser, y donde es fácil encontrar gente que renuncia a sus convicciones por conseguir sus aspiraciones personales, traducidas en un buen puesto.
Los motivos por los cuales se miente en política son muchos. Entre ellos cabe destacar los siguientes: para obtener un beneficio, para no aceptar una responsabilidad, para eludir una tarea, para no asumir una verdad, para tener notoriedad. Detrás de la mentira se esconde la compulsión a sobresalir.
Entonces, podría preguntarse ¿por qué los políticos tuercen la verdad? ¿Y dónde empezó? Según Bill Adair, es una decisión muy calculada.
“Hacen un cálculo: ¿voy a ganar más haciendo esta declaración falsa de lo que voy a perder?”, dijo. “Es así de simple. Quieren generar apoyo para sus argumentos o aspiraciones y creen que esa mentira, de alguna manera mínima, los ayudarán a lograrlas”.
Existe una ‘mentira emocional’ denominada posverdad que cada día tiene más presencia social y política. En 2016, el diccionario de Oxford reconoció ese término como la palabra del año, por el amplio uso que se le estaba dando en el ámbito político. La posverdad es la distorsión de una realidad en la que los hechos objetivos pesan menos que la apelación a las emociones personales.
Muchas personas dicen «yo siento» en lugar de «yo pienso»; también «siento que eso es verdad». Para algunos autores, lo que mejor caracteriza a la posverdad es el desprecio de la verdad. Ello crea un vacío que está condenado a llenarse con fábulas.
Para muchos el mentir no es un delito sin víctimas. Cuando los políticos deciden mentir, a menudo hay gente que sufre, y a menudo un individuo que sufre mucho, a menudo alguien cuya reputación se ve dañada, cuya vida se ve trastocada.
Esta estrategia comunicativa es un rasgo definitorio de la política actual, en la que cada vez resulta más difícil distinguir entre la información y las fake news o noticias falsas y falsificaciones, que son difundidas principalmente en las redes sociales con el fin deliberado de desinformar, desenfocar la atención, excitar las emociones y polarizar la sociedad.
Hoy, la mitad de la política es «creación de imágenes y la otra mitad el arte de hacer creer a la gente dichas imágenes»
La normalización de la mentira en la política y la frágil memoria de los votantes son síntomas de un problema más profundo en nuestras democracias. Para revertir esta tendencia, es importante fomentar una cultura de responsabilidad y transparencia, donde los políticos sean penalizados por sus engaños y los votantes sean educados para ejercer un pensamiento crítico y recordar las falacias de aquellos a quienes eligen para representarlos.
Para contrarrestar el poder de la mentira en la vida social y política se suele recurrir al escepticismo positivo:¿A quién le sirve esta información? ¿Cuál es la calidad y confiabilidad de las fuentes? Es muy importante fomentar el amor a la verdad desde edades tempranas, porque sin ella ni seremos libres, ni sabremos distinguir lo verdadero de lo falso, ni nuestra vida tendrá coherencia y sentido.
Es lamentable que en la actualidad denunciar las mentiras y la desinformación no haya funcionado para alterar el comportamiento de los actores políticos y que Internet lo haya empeorado todo, hasta convertirse en una verdadera epidemia de mentiras.
Es sumamente preocupante el que nos hayamos acostumbrado a convivir entre tanta mentira, sin apenas reaccionar y sin pedir cuentas a quienes la utilizan constantemente como arma política.
Flaco favor le hacen los políticos a nuestro sistema democrático, a través de sus mentiras y engaños La mentira y el engaño erosionan nuestra democracia, mediante la escasa credibilidad en la política y los políticos.
Comprometerse con la democracia es comprometerse con la verdad. Y la verdad no es un objeto en nuestra sociedad.
Sugiero inscribir esas palabras en sitios públicos. A quien ame la verdad, le repugnará la mentira.