En los últimos años, Costa Rica ha experimentado cambios significativos en su política agrícola, específicamente en el sector del arroz. La liberación del precio y la eliminación del arancel han sido medidas tomadas con el objetivo de fomentar la competencia y mejorar la eficiencia en este importante rubro. Sin embargo, esta decisión ha generado un intenso debate sobre sus repercusiones en los productores nacionales, la seguridad alimentaria y la economía del país.
Antes de abordar los efectos de la liberación del precio y la eliminación del arancel, es necesario comprender la situación previa del sector del arroz en Costa Rica. Durante mucho tiempo, el gobierno implementó políticas proteccionistas que establecían precios mínimos al consumidor para el arroz pilado con 80% grano entero y altos aranceles a la importación de hasta 35%, con el objetivo de garantizar la producción nacional y proteger a los agricultores locales. Sin embargo, en los últimos 12 años hemos pasado de importar el 20% a importar el 80% de los 47 Kg de arroz que consumimos per cápita en nuestro país anualmente.
La decisión de liberar el precio y eliminar el arancel se basó en la premisa de que fomentaría la competencia, reduciría los precios para los 5.5 millones de consumidores y estimularía la eficiencia productiva, cosas que nunca llegaron.
El descenso del precio al consumidor no alcanzado un 3% y anunciaba el gobierno entre bombos y platillos un descenso importante en el precio, si el arancel bajo al menos en un 34% , si la importación aumento hasta un 80% y si los precios que paga la industria al productor son basados en los precios internacionales actualmente son de unos +/- ¢19.500,00 , estos precios de compra por saco que están por debajo unos ¢8000 del ultimo precio regulado al agricultor de ¢27.253.00 hace ya hace más de 3 años, no hay que tener una calculadora para darnos cuenta de los números alrededor del negocio, es claro que el descenso en el precio al consumidor debería ser proporcional a estas medidas , pero lamentablemente dista mucho de lo prometido.
Se argumentó que los agricultores locales se verían obligados a mejorar sus prácticas agrícolas y reducir sus costos para mantenerse competitivos en un mercado más abierto, más que agricultor se puede adaptar sin un plan, sin tecnología, sin nuevas variedades, sin financiamiento, sin un precio competitivo que cubra sus costos y un plazo adecuado para generar conocimiento, experiencia y sin retorno para hacer sostenible la actividad.
Los grandes perdedores son los agricultores nacionales. La falta de apoyo y asistencia por parte del gobierno ha dejado a estos productores en una situación vulnerable. Muchos pequeños y medianos productores han experimentado dificultades para mantener su producción, es más bajo la estructura de precios de venta y costos de producción actuales no es posible tener una rentabilidad y algunos no pocos productores incluso han tenido que abandonar la actividad agrícola por completo. Un 31% menos de área y al menos 21% de productores menos que el año anterior.
Es también la seguridad alimentaria es un tema crítico para cualquier país. Ya las guerras, las pandemias, las crisis comerciales han demostrado lo sensible que es no tener una producción propia de alimentos, mismas que nos tienen sumidos en una crisis global muy diferentes cualquier crisis experimentada antes por la humanidad, y es que la fluctuación en los precios internacionales y la incertidumbre en el mercado global pueden afectar la disponibilidad y asequibilidad del arroz, especialmente para los sectores más vulnerables de la sociedad, si no producimos al menos el arroz y los alimentos básicos que nos comemos a diario a qué precio tendremos comprar cuando el mercado global cierre sus fronteras.
Concluyendo, es claro que el gobierno ha tomado decisiones que son más decisiones políticas que decisiones comerciales que ponen en riesgo nuestra seguridad alimentaria.
No hay más ciego que el que no quiere ver, algunos se están haciendo ricos a costa de la desaparición de los agricultores y de todas las cadenas productivas que contrae una actividad de producción agrícola.
Y no solo desaparece productores, cultivos, fincas, maquinaria, las cadenas productivas y los empleos indirectos, sino que también desaparece la herencia del campo, el conocimiento de ya varias generaciones que iniciaron con el cultivo de arroz a eso de 1950 en Guanacaste, el conocimiento que se hereda, el conocimiento de las condiciones agroclimáticas de una zona especifica y sus variaciones se pierde.
Después de un año el gobierno no tiene ninguna solución clara ni aterrizada en la mesa para proteger, ayudar y o promover una producción sostenible, todo se ha quedado en mucho rin rin y nada de helados. Lo que está claro es que no tomar un rumbo diferente en el corto plazo, el sector productivo de arroz desaparecerá, y será muy difícil reactivarlo a futuro. A ver que más traen las pintas, el clima ahí por la alianza del pacifico no se ve muy bien para nuestros productores, que son los grandes perdedores de esta ruta.
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