Un toro de malas pulgas de una sola cornada derrumbó la puerta de mi casa, de pronto me increpó y me gritó: “¡mi madre natura me ordenó que mi misión era la de cubrir unas cuantas vacas para que tengan unos terneritos! Entonces ¿hasta cuándo ustedes los hombres?, me obligarán, después de ser molestado y provocado a cornear a la gente. Después que se marchó tuve que darle toda la razón del mundo, porque las corridas de toros tradicionales, a la tica, confirman la queja del animal contestatario y nos conduce a la pregunta de que si a un niño, de verdad; le gustaría ver al toro embestir a un ser humano que; a veces, sale lastimado.
Siguen los adultos quienes aguardan, malévolos; que el toro cornee al torero improvisado y; que, de ser golpeado, exclaman: “¡pobrecillo!” deducimos y opinamos de que el respetable es sin más ni menos un “sadomasoquista” por desear por un lado el percance del torero y luego sentir pena para la víctima.
En el mismo tema, dicho sea de paso; el mercantilismo que involucra a las corridas, a nuestro ver, no justifica nada en absoluto. La pregunta del millón es: “¿las corridas de toros a la tica, son de verdad una tradición placentera?” la respuesta la tienen los estimables y numerosos lectores del “Mundo.cr”.
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