Hoy es el día del agricultor. Supongo que habrá imágenes bonitas y buenas intenciones en el ambiente. Por ello me atrevo a celebrar este día lanzando propuestas al debate nacional, que buscan sacudir la conciencia legislativa.
Este país no ocupa “cambios” en el sector agropecuario. Ni tampoco ocupa esotéricas “políticas públicas” hechas por consultores que nunca han sembrado ni una mata de frijol en un vaso de Gerber. Este país lo que ocupa es profundizar la r-e-v-o-l-u-c-i-ó-n agrícola, la nueva Reforma Agraria que inició Rodrigo Chaves y su Ministro Víctor Carvajal. Ya se prepararon los suelos institucionales para la nueva siembra, la siembra de la refundación de todo lo que existe. Como bien sabemos en el campo: solo semillas nuevas, darán frutos diferentes.
La nueva Reforma Agraria debe tener 4 pilares: crédito, tecnología, rendimientos y mercado.
1. El problema del crédito: Nuestros agricultores ocupan poner de cabeza ese sistema crediticio que los ve con ojos desconfiados. La banca nacional (y pública) debe volcarse en créditos productivos, con metas ambiciosas. No se trata de financiar al exportador de piña, que puede poner sus grandes haciendas a responder, eso no tiene mérito. Se trata de dar capital al pequeño frijolero que solo tiene su parcela y su cosecha para responder.
Propongo transformar el Sistema de Banca para el Desarrollo en un Banco de Desarrollo, que en el artículo 1 de su ley, tenga estipulado que su fin no es generar utilidades, sino prestar al costo para la gente que produce (y explicarlo con meridiana claridad a SUGEF en el artículo 2 de la ley).
Todos esos microfondos regados por múltiples instituciones deberían trasladarse a este nuevo Banco para el Desarrollo (FIDEIMAS, PRONAMYPE, FODEMIPYME, etc) y además de crédito, dar avales y garantías. Para este fin, sería de utilidad desempolvar la Ley de Garantías Mobiliarias No. 9246, a fin de que las cosechas sean garantía suficiente para recibir crédito.
También, los cientos de pequeños productores que le venden al PAI (CNP) deberían poder ofrecer como garantía de su crédito las facturas de compra del CNP, ¿qué más garantía que una factura del Estado? Crédito, crédito y más crédito para producir.
Inyectar capital en el campo no solo potenciará nuestras tasas de desarrollo, sino que es un acto de justicia con quienes trabajan la tierra con esperanza para poner el alimento en la mesa nacional.
2. El problema de la tecnología: Hay que unir todo ese reguero de instituciones que dan asistencia técnica. No puede ser que la mayoría de las universidades públicas hagan investigación y extensión agropecuaria y que no se conversen con el Rector en la materia que es el MAG. También incluyo en esta perniciosa practica, las comercializadoras de insumos que dan asistencia a cambio de la compra de insumos.
Creo que es hora de hacer un nuevo gran censo agropecuario, para geolocalizar toda parcela dedicada a la siembra. Y en función de ese gran mapa de cultivos, establecer prioridades: la guayaba rosada y el maracuya celeste no deben ser más prioridad que el arroz y los frijoles, ni para el crédito, ni para los insumos, ni para la asistencia técnica.
Nuestro país tiene científicos agrícolas de primer nivel, pero hay que inventariar la siembra nacional, establecer prioridades y diseñar un gran Plan de Insumos, en alianzas público-privadas, que nos permita trazarnos metas nacionales de cosecha para los cultivos escenciales en el consumo interno: ¿Cuántas toneladas de azúcar ocupamos? ¿Cuántas de frijol y arroz? Y hacer año a año más ambiciosas esas metas de cosecha. Diría don Pepe: esto lo deberíamos hacer por autoestima nacional.
3. El problema de los rendimientos: No puede ser posible que Nicaragua tenga mucho mejores rendimientos por hectárea en arroz y frijol. Me niego a creer que los agrónomos nicaragüenses son más duchos que los nacionales. Ni que sus suelos sean más generosos que los nuestros. Ni que tengan más tecnología que la que tenemos acá. Mientras los rendimientos agrícolas no sean un tema, objeto de metas con ambición patriótica, seguirán siendo poco competitivos nuestros agricultores y por tanto, creyendo en la religión del proteccionismo y cayendo en el vicio del subsidio.
El crédito, el mercado y los insumos deben estar condicionados a metas de rendimientos, nuestros agricultores pueden más, nuestras tierras pueden más. No se vale darle durante 20 años insumos a un frijolero, asegurarle mercado y que no mejore en todos esos años sus rendimientos.
Aquí, al igual que en la cosecha, deben trazarse metas de vocación nacional, que reten a los agricultores y que reten a la institucionalidad, que saquen a nuestros agrónomos de su zonas (y rendimientos) de confort.
4. El problema del mercado: Si logramos que fluya el crédito productivo, que llegue la tecnología a los pequeños productores y que mejoren los rendimientos por hectárea, lo único que faltaría para cerrar el circulo virtuoso es asegurar mercados que paguen precios justos.
Y aquí no hay que inventar: don Víctor Julio Carvajal y doña Ada Acuña presentaron hace más de un año a la Asamblea Legislativa un visionario proyecto de ley (23.914) para poner de verdad los mercados al servicio del productor, reduciendo la intermediación y formando precios que no arruinen a quien siembra. ¿Adivinen qué hizo la Asamblea con ese proyecto de ley? ¡Inexplicablemente lo archivaron! Así no se puede. Ese proyecto hay que sacarlo del archivo y aprobarlo de forma unánime. Los pobres argumentos que esgrimieron en su archivo demostraron que su único interés era que nada cambiara en el mercado agropecuario. ¿A quien le sirve el modelo de mercados actuales? ¡Solo a los intermediarios! En este país nunca saldremos del subdesarrollo si se legisla priorizando a los intermediarios en perjuicio de los agricultores.
Este país puede ser potencia agrícola. Nuestros productores no tienen porque ser pobres, cuando nuestros suelos son generosos y su tesón laborioso es emblema que enorgullece a todos los costarricenses. Pero hay que construir una nueva institucionalidad, una nueva legislación, que ponga las leyes y las instituciones al servicio del que siembra y no al revés. Esa es la nueva Reforma Agraria, la que Costa Rica merece.
Dándole vuelta a lo que decía don Pepe: para que violines sin tractores.