“Las condiciones en que está la economía china son peores de lo que piensa el mundo exterior”. Esta opinión expuesta en un artículo de Epoch Times por Desmond Shum, ex líder de una empresa privada billonaria de China, debía ser suficiente para revelar el desastre económico y financiero que Xi Jinping ha creado en el gigante asiático.
Xi Jinping, es bien conocido en su país como un fiel seguidor de Mao Zedong. Desde su llegada al poder en el 2013, Xi ha ido aplicando los mismos postulados políticos, económicos, culturales y represivos que su ídolo. Incluso ha conseguido que el Comité Central del Partido Comunista chino le otorgue el liderato de todas las instituciones del país: Secretario del Comité Central del Partido, Presidente de la Comisión Militar Central y Presidente de China. Solamente le falta el nombramiento de “Líder Supremo” para lograr el mismo culto a su personalidad que impuso Mao.
Sin embargo, ¿Qué logró China bajo el liderato de Mao que inspire a Xi Jinping a copiar sus acciones? Objetivamente, nada. Solo logró de un poder absoluto que no produjo beneficios a China. En términos económicos, China era un país del Tercer Mundo o como eufemísticamente se les llama “en vías de desarrollo”, muy pobre, controlada económicamente por el estado, vastamente ineficiente y aislada de la economía global. En términos políticos, era un sistema sin libertades políticas y con una represión brutal como la desatada bajo la “Revolución Cultural”. La esperanza de los chinos para cambiar sus vidas era solamente la emigración.
La apertura económica que vivió China después de la desaparición de Mao sacó a 600 millones de chinos de la pobreza, creó empresas privadas como Alibabá evaluada en unos 220 billones de dólares (casi el doble que Amazon) y generó una poderosa y exitosa clase empresarial. El crecimiento urbano y de modernismo que se produjo en China debió ser un modelo a seguir por todos los países con regímenes socialistas. En términos macroeconómicos, China se convirtió en la segunda economía del mundo.
Sin embargo, Xi Jinping, tan pronto agarró las riendas del poder, comenzó a revertir el éxito capitalista. Le impuso a todas las grandes empresas privadas la obligatoriedad de nombrar en su junta directiva a un miembro del Partido Comunista (un informante seguro), nombró comisiones regulatorias para acosar las empresas privadas seguido de enormes multas (Alibabá pagó $2750 millones, Ant Group pagó $984 millones, Tenpay, una filial de Tencent, pagó $415 millones), comenzó a asignarle enormes recursos a las empresas estatales (la mayoría de ellas en números rojos), incluso le prohibió al empresario Jack Ma la salida al mercado de su Grupo Financiero “Ant” que tenía lista una emisión inicial de acciones públicas por valor de $34 billones, la más grande en la historia financiera del mundo.
Todas esas medidas de Xi Jinping tuvieron un serio impacto en las inversiones internas y externas en China. El éxito de los anteriores dirigentes Jiang Zemin y Hu Hintao que pusieron la economía por encima de la ideología, comenzó a evaporarse. Aunque el primer impacto negativo lo recibieron las grandes corporaciones privadas, el segundo lo recibió la industria inmobiliaria. Evergrande, la mayor empresa de ese sector, asociada con el gobierno chino y con ciudades, se había adelantado a la ola inversionista extranjera que esperaban en China y comenzaron a fabricar mega-ciudades en el centro y el oeste del país. Incluso construyeron ferrocarriles rápidos para unir las nuevas ciudades con la costa del este donde están los puertos para la exportación.
Toda esa inversión inmobiliaria y de infraestructura no está solamente abandonada, es que nunca fue ocupada o usada. Se calcula que en China hay 50 ciudades fantasma (27 de ellas del tamaño de Nueva York) con un total de 65 millones de viviendas. Un verdadero apocalipsis. Son ciudades con toda la infraestructura moderna de avenidas, semáforos, centros comerciales, acueducto, alcantarillado y en muchos casos servicio de tren subterráneo: https://www.the-sun.com/news/7020446/china-haunting-ghost-cities-homes-abandoned/
Además, los bancos que prestaron el dinero para esas construcciones no reciben el pago de hipoteca de esas viviendas no vendidas y el impacto es también demoledor. La falta de liquidez de los bancos ha obligado al gobierno a inyectarle al sistema bancario billones de dólares. En diciembre pasado le inyectaron US$2.9 billones y en enero de este ano, otros US$2.4 billones.
Las ciudades chinas acumulan una deuda por bonos emitidos de US$8 trillones. Para que se entienda la profundidad de los problemas económicos de China, basta mencionar que la suma de las deudas públicas y privadas equivale al 275% del Producto Interno Bruto del país en una economía de US$18 trillones. https://www.bloomberg.com/news/features/2023-06-29/china-economic-rebound-falters-weighed-by-debt-property-slump-little-stimulus#xj4y7vzkg
Siguiendo la vieja costumbre comunista de culpar a los funcionarios y no al sistema por los desastres económicos, Xi Jinping sustituyó al Presidente del Banco Central el pasado 1ro de julio. La medida busca frenar, principalmente, otro serio problema: la ola de salida de China de los capitales extranjeros. Estas medidas no tienen mucha divulgación exterior porque se imponen severos castigos a quien revele la gravedad de la situación. https://asia.nikkei.com/Opinion/Beijing-is-on-the-prowl-for-anyone-bearing-bad-news-overseas?dicbo=v2-XvsyC84
Por otra parte, una larga lista de macro-empresas chinas ha estado reportando caídas en sus ingresos y en el valor de sus activos por encima del 23% (The SoftBank Group, Baidu, Didi, Jingdong…)
La actividad manufacturera, corazón del crecimiento chino, sufrió una caída en sus ventas del 14.3% el pasado mes de mayo. El desempleo de la juventud subió por encima del 20% como demostración de la parálisis económica que vive China.
Todos esos índices han provocado una caída en el valor de la moneda china frente al dólar, han forzado al banco central a imponer una rebaja en la tasa de interés al 1.9% y a contemplar la inevitable inyección de un paquete billonario de estímulo económico.
Las causas fundamentales del desastre económico y financiero de China son indiscutibles:
1-La desenfrenada carrera armamentista y nuclear de Xi Jinping con sus altísimos costos.
2-La guerra contra las grandes empresas privadas y la promoción de empresas estatales fracasadas.
3-Las ambiciones hegemónicas de Xi Jinping que lo han llevado a una “Guerra Fría” con Estados Unidos que es su principal mercado.
4-Las inversiones estratégicas que ha hecho en África y América Latina buscando apoderarse de las fuentes de recursos naturales de esas regiones, pero sin retorno del capital invertido.
Las ambiciones políticas de Xi Jinping no pueden coexistir con el éxito económico de China. Por esa razón básica, su salida del poder es la única salida racional a la seria crisis multisectorial que vive China.
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