La cuenta regresiva en el Medio Oriente

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AFP PHOTO / ATTA KENARE

Por Bryan Acuña

La ruptura diplomática entre Arabia Saudita e Irán, tensan la ya de por sí deteriorada situación del Medio Oriente. Con una Siria llevada a la ruina por la división interna patrocinada por la inoperancia occidental, quienes han permitido el crecimiento de células islamistas entre los grupos opositores al régimen de Bashar Al Assad, y quienes además han aprovechado las divisiones sectarias en Iraq para absorber clanes sunitas contra el liderazgo chiita que se desarrolló desde la caída del régimen de Sadam Hussein.

Para acentuar la gravedad de la situación, los enfrentamientos indirectos en Yemen, con enfrentamientos entre saudíes contra los hutíes (chiitas) para retomar el control político y lo más importante religioso (sunita) de su aliado Hadi.

Y en este conflicto se encuentra el régimen iraní armando a los grupos hutíes (según informes la ONU), quienes le han agregado un grado mayor de tensión a la relación entre ambos países que representan además los liderazgos de sus respectivos grupos religiosos; Arabia Saudita al Sunismo e Irán al Chiismo.

Y si esto no era suficiente, el régimen Wahabista de Arabia Saudita decidió ejecutar varios presos acusados de terrorismo (algo de paso irónico), entre los cuales destacaba el disidente chiita el jeque Nimr Baqr al Nimr lo que desató las protestas en ese grupo religioso, principalmente en Irán e Iraq. Lo que causó además fuertes protestas de corte político y acciones violentas como el asalto a la sede diplomática saudita en Teherán con lanzamiento de bombas molotov y la acusación de que un cohete habría impactado la sede saudí en Bagdad.

A lo anterior, cabe destacar además las palabras del Supremo Líder iraní el Ayatola Jamenei condenando las acciones del régimen de Riad, y del grupo Hezbollah en el Líbano quien por medio de su líder el Jeque Hassan Nasrrallah, amenazó a los sauditas y les dijo que deberían de tener miedo por las represalias, además agregó:

“La tierra del islam fue nombrada, injustamente, con el nombre de la familia Saud, que se impuso a su pueblo con el asesinato, el terror y los cuerpos que masacraron, con el apoyo y la financiación británica”, mientras los presentes coreaban “muerte a la familia Saud”.

El presidente iraní, Hasan Rouhaní, fue enfático en sus palabras, aunque posteriormente le bajara el tono, pero ya las tensiones se habían llevado a un nivel sin retorno, sus palabras para el gobierno saudita fueron:

“…No tengo ninguna duda de que Arabia Saudita ha empañado aún más su imagen entre los países, especialmente ante los países islámicos, mediante la adopción de esta acción anti islámica. Dicha acción está en línea con las políticas sectarias y alimenta el terrorismo y el extremismo en la región y el mundo, que ha dado lugar a la desestabilización de Medio Oriente y lanzarlo a la guerra y el conflicto…”

Esta escalada no se quedó en simples palabras y empujó a la región a más problemas que complicarán el panorama sectario. Es la motivación adecuada que necesitan agrupaciones de índole islamista para poder dar golpes terroristas y amedrentar a las poblaciones civiles de los grupos contrarios a sus ideologías, al mismo tiempo es un mecanismo de reclutamiento de nuevos adeptos a sus organizaciones extremistas, y un duro revés en cualquier intención de reforma o de moderación en el discurso de algunos grupos islámicos actuales.

Las potencias por su parte, aprovechando la tensión religiosa, tomarán bandos y continuarán potenciando a su placer el conflicto para mantener sus ejes de control geopolítico, sin prever que indirectamente este involucramiento se está extendiendo cada vez más a pelearse en un terreno que va mucho más allá del Medio Oriente y se acerca de a poco sin darse cuenta en el propio patio de los países occidentales.

Si esta tensión no se logra disminuir, dentro de poco los enfrentamientos y atentados terroristas no se estarán contando solamente en Bagdad, Tel Aviv, Estambul, Homs y otras ciudades del Medio Oriente, sino que se harán comunes en París, New York, Londres, Madrid, y otras ciudades del occidente que no termina de comprender la envergadura de lo que hoy ocurre en esa volátil región.

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