Como costarricense por nacimiento, celebró cualquier acción que mejore la rendición de cuentas. Como ciudadano aplaudo los esfuerzos de los periodistas por que se conozca la verdad, que es diferente a la versión de esa verdad subjetiva que nos tratan de vender como verdad objetiva.
Irresponsablemente se criticó el derecho de algunos diputados a oponerse al tema del voto público. Estos , aunque le parezca fútil al editorial, no solo tenían el derecho y el deber de dar su punto de vista , sino que algunos de sus argumentos son válidos y razonables. Opinar y disentir no solo es un derecho, es esencial en nuestro sistema de libertades.
El tema es que no siempre la publicidad se practica con la misma transparencia por parte de la prensa y especialmente, por aquellos periodistas que tienen posición e ideología política, pero buscan ocultarla a toda costa. Harto conocidas han sido las simpatías históricas del Semanario con los señores del Frente Amplio y en contra del sector empresarial , pero lo ocultan deliberada e impunemente, por cuanto son al fin in EMPRESA ESTATAL. Son tan parte del estado como el Canal Trece o La Gaceta. De igual modo, las profundas simpatías por el desaparecido PAC durante los pasados gobiernos, los editoriales y noticias de apoyo a Carlos Alvarado Quesada eran risibles en las publicaciones de La Nación. Este conocido medio, abiertamente y de manera directa, se tornó en su máquina de defensa en muchos casos y en ese sentido , promovieron su desastre UPAD y se dedicaron a ensuciar la gestión de cualquiera que se le “atravesara” a esa versión de gobierno . Buscaron descalificar a la Defensora en todas las vías posibles y a cualquiera que la apoyara.
Señores de la prensa, promuevan entonces, en aras de la transparencia periodística, un proyecto de ley, en que sea obligatorio el voto público a los periodistas y la revelación ideológica de cada periodista que contraten los medios públicos o privados. Si la transparencia cabe en el Congreso , aún más debe de estar presente en la prensa. Llego la hora de que los medios se identifiquen en la ideología de quienes nos escriben. Entiendo que algunos prefieran no hacerlo , es su derecho, pero que también lo digan. Que también nos cuenten el porqué. Como punto final, será este el principio de NO tener más editoriales anónimos en la prensa escrita. Espero que el editorialista del La Nación siga el ejemplo de los diputados.
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