Huelgas y más huelgas, de todos los colores y sabores

El mundo ha visto pasar por sus calles muchas huelgas de todo tipo.  Algunas de ellas cambiaron el rumbo de la historia, produciendo transformaciones relevantes en los derechos de los sectores laborales y del entorno político. Otras no alcanzaron sus objetivos y fracasaron. Pero cada huelga tiene su historia, la  mayoría como expresión de reivindicaciones laborales, o de un malestar gremial o social.  La revuelta de Haymarket (1886) es el hecho que conmemora el Día Internacional del Trabajo, llegó a movilizar hasta 350 mil trabajadores en la Federación Estadounidense y logró cambiar el mundo de las 14 horas laborales, por 8 horas. La semilla de la Revolución Rusa se gestó en 1905 cuando  los campesinos y obreros se unieron a la clase media sumando demandas políticas para enfrentar el imperio del Zar, que determinó la capitulación de Nicolás II. En Polonia, el Movimiento de Solidaridad que comenzó el 14 de  agosto de 1980 con 17 mil trabajadores, con su líder Lech Walesa,  acabó con el régimen comunista. En Latinoamérica fue interesante la década de 1970, con la presencia especialmente en Brasil de la lucha de los obreros industriales de la metalurgia  bajo el liderazgo de Ignacio Lula, que prosiguió luego con la creación del Partido de los Trabajadores, que lo llevó a la Presidencia, y que lamentablemente para él y para su país,  hoy se encuentra en la cárcel.

También el mundo ha sido testigo de huelgas extrañas como las que libraron las mujeres del Peloponeso, reflejada en la comedia griega  Lisístrata de Aristófanes, donde el sexo femenino cansado de las guerras,  hicieron una huelga sexual para obligar a los hombres a negociar la paz. Nada de relaciones sexuales si no había paz.  De modo similar este tipo de huelga se reprodujo en Liberia en el 2003  cuando las mujeres conducidas por Leymah Gbowee usaron la misma estrategia para que se terminara la guerra civil en ese país, con bastante éxito, pues la guerra acabó y Leymah hasta recibió el premio nobel de la paz.

Semejante huelga en nuestro país no sería posible porque denotaría cosificación  de las mujeres, y la polémica abriría todas las páginas nacionales. No obstante  en la búsqueda de innovaciones de las presiones sociales que no maltraten por ejemplo, derechos de tránsito o de prestación de servicios esenciales, hay que reflexionar para encontrar modos inteligentes de exigir que la clase política se vuelva realmente responsable cuando ejercen el poder y administran el Estado.

Sería interesante un movimiento social nacional destinado a exigir responsabilidad a tanto irresponsable que administra por corrupción activa o pasiva nuestros recursos públicos porque el Estado Costarricense más que dinero, lo que necesita son  administradores responsables. El problema no es simplemente  agregar más recursos fiscales, es dejar de botarlos, de despilfarrarlos, de robarlos. ¿Para que darle más plata al borracho, si sigue tomando guaro día y noche?

Es sintomático que mucha de la dirigencia política  que viene clamando por más recursos fiscales y más sacrificios de la gente,  es la misma que literalmente malversa los fondos públicos.  Por eso yo creo que sería más interesante cambiar el chip de las huelgas y de los movimientos de protesta, y que en lugar de huelgas en contra de,  sean  movimientos en favor de.  Hay que construir  la protesta al revés de lo que usualmente se acostumbra. Más que combatir en contra de, hay que afirmar la necesidad de responsabilizar a los que alegremente usan los recursos del Estado para fabricar crisis como la que nos agobia. Hay que generar la protesta y canalizarla  en sentido positivo para el bien de todos los habitantes.  Hay que protestar legítimamente  en favor de edificar la responsabilidad en la gestión pública en medio de un Estado y de una sociedad donde todo anda al “garete”. Ciertamente estamos en un momento donde debemos enfrentar el problema fiscal y atenderlo como una emergencia. Pero al mismo tiempo hay que exigir sin eufemismos  responsabilidad,  y responsables en el sector público, en las instituciones, en el gobierno, y en los actores sociales. Todos debemos clamar por fundar una sociedad de responsabilidad que genere la confianza requerida para construir el desarrollo que anhelamos. Hay que forjar cultura política de responsabilidad, al punto que quien no la asume, si está en el poder, que se vaya para la casa.

El gobierno quiere recursos y suplica por ellos con carácter apocalíptico. Los ciudadanos entendemos de necesidades, pero no es tan simple otorgar más cheques en blanco. Queremos como contrapartida de una vez por todas, honestidad, transparencia, probidad y sobre todo uso eficiente de los recursos públicos y responsabilidad. Porque es verdad que se despilfarran, se roban y se botan muchos recursos públicos generados con nuestros impuestos.  La huelga que yo llamo  del espíritu, la que sería la más consistente de todas,  exige por tanto, algo más que ir en contra de. Debe ser más bien  un movimiento positivo es decir  una protesta afirmativa. Hay que ir a luchar por.  No se trata solo de combatir un proyecto,  se trata especialmente de que exijamos  responsabilidad de la clase política y de la burocracia administrativa, con cambios que hagan  esa responsabilidad realmente efectiva, eso sí entendiendo que cada sector social, y cada uno,  debemos de empezar por exigirnos a nosotros mismos ser ciudadanos responsables. Los empresarios   y trabajadores,  por ejemplo, debemos ser  consecuentes con nosotros mismos, para tener autoridad moral a la hora de exigir  deberes y responsabilidades en la gestión que hacen los gobiernos.

Entiendo el movimiento generado en contra del proyecto Fiscal y lamento que antes de la huelga,   el gobierno y los diputados no hayan tomado en serio,  algunas de las propuestas del sector sindical. Esta huelga se pudo evitar.  Sin embargo dicho lo anterior, aspiro por un enfoque  distinto.  Como ciudadano preferiría ver al pueblo en general, y a todos los trabajadores públicos y privados,  en una protesta nacional afirmativa alrededor de exigir a los gobernantes que sean responsables. Creo que eso nos uniría más a todos, sin dividir los sectores público y privado. El país debe integrarse alrededor de grandes objetivos. La responsabilidad de las dirigencias políticas es un clamor nacional.  Cimentar una gran protesta alrededor de la responsabilidad política que tanto urge,  sería muy  positivo  y tendría un valor altamente significativo, pues en el fondo nada avanzamos con dar más recursos a los gobiernos, si literalmente  algunos se los roban, los malgastan, y los desperdician.  Es muy triste saber que los puentes de la eterna carretera de San Carlos tengan que ser demolidos sin haberse usado, y sin responsabilidad de nadie. O que los miles y miles de millones de colones usados en la trocha ya quedaron sepultados sin responsabilidad política. O que se hayan comprado plantas de asfalto totalmente nuevas por ciento de millones que no se usan.

Cualquier ciudadano simplemente diría; ¡qué irresponsabilidad, como gastan la plata así!

¿Para qué quieren más?

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