Cuando hablamos de la inclusión en las organizaciones, vamos más allá del género, estamos refiriéndonos también a la aceptación de diferentes creencias, religiones, culturas y, por supuesto, a las diferencias de edades o generaciones.
Pero, por tratarse de temas tan importantes, quiero referirme a estudios globales que destacan el avance que se ha dado en inclusión de género y en la convivencia generacional dentro de los ambientes laborales en compañías multinacionales.
No es una novedad y ya no se trata de querer o no: la inclusión de género debe estar en el ADN de toda empresa, como valor y como necesidad estratégica. Las mujeres toman cada vez más relevancia en temas de liderazgo y talento, llevan una parte fundamental de la imagen de una marca, y las políticas contra el acoso sexual y cultura inclusiva no pueden faltar. ¿Por qué tanto énfasis a ello? Porque, aunque hemos avanzado mucho, aún queda gran tarea por hacer.
Para este 2023, más de 500 empresas a nivel global participaron en el Índice de Igualdad de Género de Bloomberg (GEI, por sus siglas en inglés), referente en materia de inclusión de género y una herramienta para desarrollar políticas de diversidad, que contribuyan a cerrar la brecha y se traduzcan en un mayor rendimiento de las empresas.
Diferentes sectores de la economía y entre ellos el comercial, han evolucionado en esta materia. Todavía, hace cinco años, este era un territorio prácticamente de hombres, pero hoy la representación femenina tiene un rol más relevante, lo cual ha beneficiado el desarrollo de la actividad. Asimismo, aunque suene obvio, hay cada vez mayor variedad de perfiles, más talento y mejores condiciones para cubrir las vacantes disponibles o generar nuevas posiciones.
En paralelo, la otra gran arista que distingue ahora a muchas de las empresas es la convivencia de 4 y hasta 5 generaciones. Mucho de esto tiene que ver con el aumento de la esperanza de vida, así como el valor que se da, incrementalmente, a la experiencia.
En el estudio ¿Generación qué? Desacreditar los mitos basados en la edad sobre las preferencias de los trabajadores, realizado por McKinsey & Company, Inc., la empresa de consultoría más prestigiosa en el mundo de los negocios, se hace referencia a que las relaciones entre las personas y su trabajo y los empleados y los empleadores, han cambiado drásticamente en los últimos años. La composición de la fuerza laboral también está evolucionando, y rápidamente.
Para la investigación se compararon las actitudes y comportamientos de los trabajadores en cinco grupos de edad: Generación Z (18 a 24 años), millennials más jóvenes (25 a 34 años), millennials mayores (35 a 44 años), Gen X (45 a 54 años) y baby boomers más jóvenes (55 a 64 años). Se descubrió que, si bien las tasas de deserción varían según el grupo de edad, las preferencias de los empleados son más parecidas que diferentes, especialmente cuando están pensando en renunciar, pues lo hacen por compensación inadecuada, falta de desarrollo, avance profesional y liderazgo indiferente.
Más allá de la edad, existen otros aspectos que se deben tomar en cuenta y son las diferencias de pensamiento, de creencias, de ideales, por eso, ante todo, debe haber respeto y tolerancia en un ambiente laboral sano. Según el reporte, en cuanto a los puntos de coincidencia, todos los colaboradores tienen metas y aspiraciones, tanto personales como corporativas y en estas últimas está el querer ser cada día mejores, dar la milla extra, como decimos comúnmente, ponerse la camiseta. Todos por igual, desean un trabajo significativo, que lo que hacen tenga un propósito y ser compensados de manera justa. El éxito estará en cómo administrar a ese equipo multigeneracional, de modo inclusivo.
Se sabe que, en un trabajo, convergen jóvenes recién graduados, personas que comienzan a construir su camino, otros con más años y más experiencia, pero para todos aplica una realidad: con este mundo tan cambiante y globalizado, no podemos descuidarnos y tenemos que apoyarnos entre todos. En 2020 aprendimos que el mundo puede cambiar más rápido de lo presupuestado y, si no trabajamos en red, inclusivamente y en apoyo mutuo, ese nuevo normal podría encontrarnos desprevenidos.