La diplomacia ambiental consiste en la representación, negociación, protección y promoción del uso ético de los recursos naturales por medio de la participación de los Estados, impulsando la resolución de conflictos relativos al medio ambiente.
Mientras que la diplomacia científica, por su parte, consiste en atender desafíos globales a partir de insumos facilitados por la comunidad científica; dichos desafíos pueden ser ambientales como el cambio climático, amenazas a la salud humana como lo fue la pandemia del COVID-19, tecnológicos o de cualquier otro de índole científica. Dicho en pocas palabras, la diplomacia científica es una colaboración que busca la toma de decisiones informada y que funciona como puente entre la comunidad científica y la comunidad diplomática.
Cabe destacar que la diplomacia ambiental y científica comparten la particularidad de ser conceptos que reciben diversas interpretaciones según el espacio geográfico, además son conceptos emergentes dentro de las Relaciones Internacionales y atienden desafíos que precisan soluciones agiles multilaterales.
Teniendo esto en cuenta, es posible denotar que Costa Rica a pesar de ser un referente en el tema ambiental a lo interno, no ha sido necesariamente el país que mejor ha administrado ese liderazgo en el escenario internacional; ya que es evidente que existe falta de transparencia a la hora de informar a la sociedad civil y académica sobre las acciones que se están desarrollando en el exterior en materia ambiental y científica; no existe una estrategia de diplomacia ambiental o científica formal, bien estructurada, por otro lado, el sitio web oficial del Ministerio de Relaciones y Culto (MREC) es bastante limitado en cuanto a información ambiental y proyección a futuro.
A pesar de que hace sentido que las estrategias de política exterior se mantengan bajo cierta privacidad mientras se están gestando, sería oportuno que una vez que entran en aplicación se pueda involucrar a la sociedad civil y académicos interesados a través de informes, tal como lo hace en presidente de la República cada año, como una rendición de cuentas.
Aunado a esto, Costa Rica carece de profesionales que integren las tres disciplinas simultáneamente: el conocimiento científico-tecnológico, ambiental y diplomático, o al menos dos de ella; tal como lo hace Melania Guerra, costarricense científica que durante los últimos años ha dedicado su vida a la diplomacia científica, la misma señaló en el 2019: “me apasiona… ser la traductora de la ciencia para los tomadores de decisiones y crear esas herramientas para ser un buen medio a través del cual el trabajo… de la comunidad científica llegue hasta la gente que tiene el poder de movilizarlo en políticas públicas”.
Sin embargo, Guerra es la excepción a la regla, es por eso por lo que resulta indispensable la promoción del respeto mutuo entre el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y el Ministerio de Ambiente y Energía; como un esfuerzo por robustecer sus respectivas fortalezas, que permita un mayor impacto y mejores resultados para la sociedad internacional, pero sobre todo para Costa Rica.
Así mismo es importante brindar recomendaciones que procuren mejores prácticas, como podría serlo: señalar los principales elementos de interés entre las carteras; perfeccionar la comunicación entre las partes para alcanzar la comprensión en ambas vías; reconocer las fortalezas y debilidades individuales para así potenciar la colaboración, generar espacios de diálogo que permitan exponer los puntos de vistas y la búsqueda de soluciones en conjunto.
En tanto el país carezca de profesionales que integren la ciencia, diplomacia y el conocimiento ambiental, seguirá siendo necesaria la constante colaboración entre los ministerios y expertos para ejercer la diplomacia ambiental y científica de un modo más pleno e integral.
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