Desde mi curul en el Concejo Municipal, he vivido día a día cómo las ilusiones de un cantón vibrante se ven frenadas por un aparato político que responde más a intereses particulares que al clamor de la ciudadanía. Desamparados, con más de 220 mil habitantes, se ha convertido en un campo de batalla de egos, fotos y favores, más que en un espacio de construcción de soluciones.
El Concejo Municipal, en vez de ser un órgano de altura política, se ha reducido muchas veces a un escenario de mezquindades. Se votan incrementos de tasas municipales no porque exista un estudio técnico sólido, sino porque alguien prometió un puesto, un nombramiento, o simplemente por el capricho de ir en contra de un grupo rival. Se escuchan insultos como “gentucha” hacia compañeros de curul, cuando lo que deberíamos escuchar son propuestas serias y consensos. En lugar de diálogo, impera el cálculo político y la pequeña revancha.
Mientras tanto, los servicios municipales se tercerizan cada vez más. La municipalidad prefiere delegar funciones esenciales en contratistas externos antes que fortalecer su propio recurso humano, lo que genera costos adicionales y desconfianza ciudadana. Y como muestra de las prioridades equivocadas, hemos visto cómo se da trámite inmediato al aumento salarial de una asesora de la Alcaldía, pero no se contrata personal para mejorar el cobro de tributos ni se invierte en mejorar la gestión financiera del municipio. En otras palabras: se engrandece la burocracia política, mientras el vecino sigue esperando que se le repare la calle, que se recoja la basura a tiempo, o que se atienda una inundación que lleva años denunciando.
A este panorama se suma la triste realidad de ver regidores y autoridades que corren a posar junto al político-candidato de turno, ofreciéndole su apoyo público, mientras las mociones y acuerdos aprobados desde 2024 siguen engavetados sin ejecución. El pueblo espera acción, pero recibe espectáculo.
Y lo más grave: tenemos comunidades enteras en Desamparados que sufren emergencias reales de infraestructura, con órdenes claras de la Sala Constitucional para que se resuelvan, y ni aun así se presupuesta una solución. Hay familias que viven con miedo de que sus casas colapsen por un deslizamiento, que ven cómo las lluvias arrastran sus calles, que reclaman la intervención de quebradas y ríos que inundan cada invierno. ¿Qué reciben a cambio? Un comunicado en redes sociales, un video que le pasa la responsabilidad a otro cantón o a otra institución.
A todo esto, se suma un problema que ya no es solo estructural, sino una verdadera bomba de tiempo: la gestión de los residuos sólidos. Durante años, incluso décadas, se optó por el silencio cómplice y la inacción, permitiendo que la mayoría de la basura del Área Metropolitana terminara pasando por Desamparados. Se nos convirtió en el basurero de otros, mientras se ignoraban las voces de advertencia y se posponía cualquier discusión seria sobre alternativas sostenibles.
Hoy estamos a las puertas del cierre de un relleno sanitario que, aunque técnicamente no se ubica dentro de nuestro territorio, lo tenemos en nuestro propio límite con Aserrí, y su impacto lo sentimos como si estuviera en el corazón de nuestro cantón. Este escenario nos recuerda dolorosamente lo que pasó con el relleno de Río Azul: se permitió durante años su funcionamiento sin plan alternativo, hasta que su colapso trajo consigo una crisis nacional de desechos. Y aquí estamos, repitiendo la historia, sin soluciones claras, sin planificación estratégica y sin un equipo de trabajo real que piense en el futuro.
Lo único que se ha hecho es repetir la lógica perversa de “levantar la alfombra y barrer la basura debajo”: trasladar el problema a otro cantón y seguir como si nada pasara. Esa no es gestión, es evasión. Y esa evasión nos ha costado salud, ambiente y credibilidad. Parece que lo único que aprendieron algunos es a pasar los problemas, nunca a enfrentarlos ni resolverlos.
La inacción frente a los residuos sólidos es un reflejo de la decadencia política de este cantón. Mientras los vecinos claman por soluciones, mientras comunidades enteras conviven con malos olores, contaminación de aguas y deterioro ambiental, lo que reina es el silencio y la improvisación. No hay planificación seria, no hay inversión estratégica, no hay voluntad política. Lo que sí hay es el riesgo latente de un colapso sanitario y ambiental que afectará no solo a Desamparados, sino a todo el país.
Por eso, el llamado que hago desde esta tribuna es claro y urgente: no podemos seguir permitiendo que los problemas se escondan debajo de la alfombra ni que se sigan pasando de un cantón a otro. Necesitamos acción real, planificación seria y valentía política. Desde la inactividad y desde un comentario en redes sociales no se hace nada.
Lo digo con claridad: Desamparados no debe aguantar más indiferencia. No podemos seguir esperando que la foto o el comentario en redes sociales sustituyan la gestión. No podemos aceptar que los intereses personales de algunos se pongan por encima del clamor de miles. No podemos tolerar que se incumplan resoluciones de la Sala Constitucional como si fueran simples sugerencias. Este cantón necesita obras, necesita planificación seria, necesita gobernantes valientes que se ensucien los zapatos recorriendo los barrios y enfrentando las urgencias.
Mi llamado es a la ciudadanía: debemos exigir acción real. No basta con quejarse en una esquina o reaccionar a una publicación digital; hay que alzar la voz, hay que presentarse en el Concejo, hay que organizarse comunalmente y demandar respuestas. Los gobernantes, incluidos quienes estamos en este Concejo, solo recordaremos para qué fuimos electos si el pueblo nos lo exige con fuerza y sin miedo.
El régimen municipal costarricense se concibió para acercar la democracia al pueblo, para que los problemas de cada cantón fueran resueltos con cercanía y eficacia. Pero si los regidores y alcaldías se olvidan de esa misión, entonces serán los vecinos, unidos, quienes tendrán que recordárnoslo. Y yo, como regidor de Desamparados, reafirmo: nunca me voy a quedar en silencio ni en la comodidad de un comentario en redes. Mi voz, mi voto y mi compromiso estarán del lado de quienes piden soluciones de verdad. Porque Desamparados no merece abandono: merece acción, merece dignidad, merece futuro.