Columna Cantarrana

De los izquierdistas y su relación con el dinero

» Por Fabián Coto Chaves - Escritor

Hay una pregunta, no del todo inoportuna, que suele asaltarme de vez en vez: ¿por qué molesta tanto la existencia de zurdos acaudalados? O sea, ¿por qué la ideología de una persona compromete su posición socioeconómica? Dicho de otro modo: ¿una persona que cree en aquello de “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, sí o sí,  debe vivir de manera frugal?

Hace un tiempo Fernando Cruz, el expresidente de la Corte Suprema, se dejó decir, palabras más, palabras menos, que un salario de ocho millones de pesos al mes lo acredita como egregio integrante de la clase media.  Y antes de que me brinquen, quiero dejar claro que estoy convencido de que Fernando Cruz es cualquier cosa excepto un socialista.  

Sigo. 

Año a año, cuando viene la negociación del FEES, se suele ventilar cuánto gana ese beligerante catedrático que se pasó la vida despotricando contra el neoliberalismo y que semanalmente aparece en Auto Mercado comprando un comestible cuyo contenido, por cierto, excede con creces el modestísimo compendio de artículos que integran la canasta básica tributaria. 

Se dice que tal o cual, en un sentido de consumo, llevan una vida bastante distante a la de las masas trabajadoras que dicen defender.   

¿Y está mal?

Digo, ¿está mal que una persona que ha hecho carrera hablando paja contra el mercado se beneficie de la desgravación arancelaria y de los acuerdos comerciales que les permiten tomar vinito y single malt? 

¿Está mal que quienes un día sí y otro también despotrican contra la burguesía de amigotes, al final, saquen préstamos con intereses amigables y que construyan su diminuto emporio de apartamentos de alquiler? 

En este reproche, ciertamente, hay un rollo cristiano revanchista del que, no hace falta insistir, ya nos habló Escohotado. Y por otro lado, no hay que olvidar que el mismo Carlitos Marx, en alguna de sus disputas con el enormísimo Proudhon, sentenció que el burgués no es un ladrón. Sucede que Carlitos, que supo sacar bastante provecho de los recursos de sus amigos, estaba convencido de que en un estado burgués la propiedad privada, en sentido estricto,  no puede ser considerada un robo. El burgués, decía el buen y mantenido Carlitos, actúa conforme a las reglas de su modo de producción. 

Siguiendo esa premisa, el hecho de que un socialista posea medios de producción y no tenga la necesidad de preocuparse de los frijoles de mañana, en definitiva, no debería significar algo reprochable. 

Hasta ahí vamos bien.

Pasa como con Séneca, cuya vida dista de ser tan virtuosa como su filosofía. 

Nadie, dichosamente, es lo que escribe. O, al menos, así sucedía hasta hace un tiempo. 

Y nadie, a lo mejor, es lo que evade del fisco. 

Hace mucho tiempo estaba cenando con mi esposa en un restaurante y nos topamos a un señor ampliamente aborrecido por las élites socialistas. Un señor, un empresario, sobre el que pesan acusaciones de evasión fiscal. Un señor sobre el que escriben  esas personas de clase media (en un sentido Fernando Cruz) que han hecho carrera mirando la paja en el ojo ajeno.  Mi esposa y yo, aquella vez, salimos a fumar y nos topamos con él. Salimos porque ya estaba prohibido fumar en espacios públicos. Coincidimos, así, los tres, a la entrada del restaurante y mi esposa y yo nos excusamos con el señor por estar arrojando humo. Y aquel hombre, aquel “evasor fiscal”, aquel “horroroso explotador”, nos dijo que no, que no nos preocupáramos, que a él, más bien,  le complacía muchísimo  el olor a cigarro. 

“Me recuerda a papá, que fumaba mucho”, nos dijo. 

Yo pensé de inmediato que una persona tan sensible, bajo ninguna circunstancia,  podía ser una mala persona. Y pensé que  la defraudación a bancos públicos y a Hacienda, con todo, no es algo tan importante en el ámbito de las simpatías y los encuentros cotidianos. Y pensé que, de no ser por su insistencia en moralizar y condenar a los demás, pasaría lo mismo con los zurdos acaudalados que ganan, digamos, lo que gana Fernando Cruz y se creen muy prolet. 

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