Conocí a Óscar Arias por allá del 2012 y nunca habría imaginado todo lo revelado en los últimos días. ¿Cómo no lo vimos? ¿Cómo permitimos que un solo hombre le arrebatara la paz a tantas mujeres?
Denunciar un acto de violencia sexual no es sencillo. Muchísimo menos cuando se trata de una violación. Es más difícil aun cuando la víctima se enfrenta a un victimario con poder político, económico y social. Esto debe reconocerse y entender que las denuncias presentadas no pueden ser deslegitimadas de entrada. Hacerlo es un signo de enorme bajeza moral y humana, cuando la cantidad de relatos permite entrever un patrón de comportamiento.
Tampoco estamos frente a un hecho que deba ser circunscrito al área privada. La violencia de género existe en todos los espacios, lo político no escapa de ello. Mientras subsista la violencia contra las mujeres que ejercen puestos políticos por el simple hecho de no responder al rol abnegado que se les ha impuesto socialmente, también subsistirán hombres con poder político que se crean intocables. No debe haber hombres intocables; lo único intocable debe ser el cuerpo de otras personas cuando no media consentimiento de por medio.
Hay una obligación social, y en este caso política, de hacer todo lo posible por reflexionar sobre estas situaciones y tomar las acciones necesarias para erradicar la violencia de género. Por esto ya no solo es solo un hombre que abusó de su posición social, económica y política para violentar los cuerpos de mujeres. Esto es sobre la forma en que se ejerce el poder, la forma en la que como sociedad nos hicimos de la vista gorda por décadas, permitimos y legitimamos prácticas despreciables.
Este es un momento para entender que nadie es intocable, nadie está por encima de la justicia o la colectividad de un grupo. Mientras que la clase política debe preguntarse dónde colocar su lealtad, la sociedad debe levantarse y preguntar qué hacer para no permitir nunca más actos de esta clase, en ningún espacio. Porque cada historia de violencia sexual es un llamado de atención: Fallamos como sociedad y no podemos seguir haciéndolo.
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