
“Los diferentes, los desplazados y los refugiados enriquecen todas nuestras vidas. La tolerancia hacia ellos abrirá nuevos mundos y hará que sean bienvenidos donde quiera que vayan”.
- Kofi Annan
Costa Rica y Nicaragua están convulsas, por un lado protestas y marchas contra el presidente Daniel Ortega, y por el otro, protestas y marchas xenófobas contra los nicaragüenses.
Todo iniciaría el 16 de abril del presente año, cuando el presidente Ortega y su vicepresidenta Rosario Murillo, propusieran una reforma al sistema de pensiones que administra el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS); la caja chica del gobierno, con la cual según denuncias de estudiantes universitarios se financian todo tipo de gastos, incluyendo personales. Las medidas pretendían mejorar el balance financiero de dicho sistema, el cual enfrenta un déficit de más de US$ 76 millones.
La propuesta del gobierno nicaragüense pretendía aumentar de 19% a 21% el aporte patronal al régimen de seguridad integral (entiéndase el IVM), para posteriormente aumentarlo al 22,5% en el año 2020. Los trabajadores debían pasar de un 6,25% a un 7% sobre el salario mensual, en tanto la cuota del Estado aumentaría de un 0,25% a 1,25%. Pero sería la decisión de reducir a los jubilados el 5% de su pensión para cubrir su atención médica, la que desataría una ola de protestas el 18 de abril, mismo día en que se publicara en el diario oficial la reforma.
Es menester señalar, que Ortega es presidente desde el año 2007, para ese entonces, el INSS poseía un superávit de más de US$ 32,6 millones, actualmente como ya se señaló el déficit supera los US$ 76 millones. Fue esta deficiente gestión la que llevo al pueblo nicaragüense a las calles. Al día de hoy las protestas contra Daniel Ortega han dejado un balance que supera las 300 víctimas mortales, principalmente estudiantes universitarios, quienes son el principal símbolo del espíritu y sentir popular nicaragüense.
Lo anterior ha iniciado un desplazamiento descontrolado hacia territorio costarricense, además de un aumento sustancial en las solicitudes de refugio recibidas. A lo que se ha sumado una serie de noticias falsas en redes sociales, cargadas de odio e intolerancia. Aunado a la tensión e incertidumbre que ha despertado la crisis fiscal que enfrenta Costa Rica, la tensión y asperezas se hicieron sentir en un colectivo que no representa el ser costarricense, ni la solidaridad tradicional entre ambos países.
Históricamente nicaragüenses y costarricenses han convivido en solidaridad, luchando juntos contra William Walker y Anastasio Somoza. Ambas naciones crecieron con diferencias y luchas políticas, pero siempre en unidad como pueblos. La migración de trabajo entre ambos países ha dejado importantes réditos para las dos naciones. En Costa Rica, los aportes laborales y económicos realizados por personas nicaragüenses son destacados por estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde el aporte al PIB es de aproximadamente un 12%. Esto sin denotar que el nicaragüense trabaja en promedio tres punto cuatro horas más que la población nacional, y recibe un salario mucho menor.
Mucho se rumoreó en redes sociales sobre posibles enviados desde las cárceles de Nicaragua para sembrar terror y violencia entre los costarricenses, pero esta ni ninguna otra situación, justifican actos xenofóbicos. Como país no se debe caminar por ese territorio inhóspito por el cual pocas veces los costarricenses han transitado en su historia. Durante casi doscientos años de historia la ruta característica ha sido la paz, la protección de los derechos humanos, la solidaridad con otros seres humanos y el respeto por el derecho internacional. Bien lo establece la Ley de Migración y Extranjería, N° 8487, en el Titulo II, artículo 5):
“El Poder Ejecutivo, con apego a lo establecido en nuestra Constitución Política, los tratados y los convenios internacionales ratificados y vigentes en Costa Rica y en esta Ley, determinará la política migratoria de Estado, regulará la integración de las personas migrantes, respetará su cultura y favorecerá el desarrollo social, económico y cultural del país, en concordancia con la seguridad pública; también velará por la cohesión social y la seguridad jurídica de las personas extranjeras que habitan en el territorio nacional”.
En este marco el costarricense debe hacer notar sus mejores valores, de solidaridad, amante de la paz, respetuoso de la legalidad y con un alto sentido de hermandad.
El sábado 18 de agosto presenciamos una manifestación cargada de xenofobia y odio en los alrededores del Parque de La Merced. Una marcha de vergüenza para Costa Rica, merecedora de la más sincera disculpa para todo el pueblo nicaragüense.
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