Conversa conmigo, ¿te parece?

Me encontraba en mi oficina (7:00 am) planificando el calendario académico para el próximo año, cuando percibo que hay alguien a la entrada de la misma, levanto mi cabeza y observo a una profesora del área de estudios generales, que me solicita si podemos conversar y que disculpara el no haber tocado la puerta antes, ya que me apreciaba que estaba ensimismado en mi trabajo.

No, le respondí, disculpe usted, pase por favor siéntese y dígame sobre que conversar y cómo solucionar el problema, si fuese el caso.

El tema en cuestión correspondía a la situación de un estudiante que si bien en un comienzo en su asignatura era excelente en su desempeño – participación, entrega de trabajos a tiempo y de muy buena calidad, líder, respetado en el grupo – hacía una semana que había dejado de asistir a su asignatura.

Preguntó a sus compañeros de clase sí sabían de él y nada; su círculo más pequeño de amigos lo llamaban a su celular – uno de ellos había llamado a su casa y los padres le indicaron –que estaba para la universidad – otros llamaron y me indicaban que les salía el mensaje de “… está fuera de cobertura” o buzón lleno; inclusive la profesora utilizó el recurso de chatear y observando las “palomitas o doble check” vía WhatsApp, éstas nunca se ponían azules.

Hagamos algo le contesté, “está claro que debemos contactarlo, antes de localizar a los padres y comunicarles y no generar un problema mayor”.  “Permítame realizar algunas gestiones y ver que podemos lograr” ¡Gracias! Fue la respuesta de la docente y se retiró.

Siendo las 7:45 am, me puse en contacto con varios departamentos – registro, seguridad, personal de apoyo y otros – de modo tal que me permitieran identificar al joven en cuestión, si realmente estaba llegando a la universidad.

El tiempo de espera fue relativamente corto, cuando me notificaron que el personal de seguridad había identificado a un estudiante cuyas características físicas eran semejantes a la que buscábamos. Estaba ubicado al final del campo de futbol, donde un guarda le había preguntado qué porque allí, respondiéndolo que el docente no había llegado.

A pesar de no haberse reportado la situación inmediatamente, las cámaras de video – revisadas – habían captado al mismo estudiante, en el mismo lugar desde inicios de la semana repitiendo la misma operación: 7 – 9 am allí sentado visualizando su celular.

Personalmente nos fuimos al campo de futbol y al verme aproximar se levantó, al parecer un tanto asustado, al preguntarle qué hacía allí, la respuesta fue la misma: un docente ausente.

Le invité a conversar en mi oficina indagando los motivos de su ausencia – reportado por la ausencia e inclusive preocupación de sus compañeros -; no hubo una respuesta inmediata, pero sí un rostro que demostraba tristeza, acompañado de ojos enrojecidos y una lágrima que amenazaba rodar por su mejilla. Hagamos algo, le dije, tómate tu tiempo y conversemos.

Esta acción motivó una catarsis, exponiéndome su problema personal y de salud que presentaba ante una relación informal sostenida con una estudiante (más de 18 años, él 19) adquiriendo una enfermedad de transmisión sexual (ETS) y que tenía mucho temor de lo que le dirían sus padres y también los padres de la chica.

No me queda duda que, para el joven, el planeta Tierra, había colapsado; hagamos algo, proponiéndole varias posibles soluciones las que pudimos consensuar y llegar felizmente a cabo en un tiempo prudencial con los padres (de ambos), atención médica, atención psicológica y apoyo de la docente en atenderlo individualmente para recuperar las clases perdidas.

El relato – que fue veraz – conllevó a la búsqueda de empatía y comprensión[1], apoyándome en la compasión como valor, entiéndase “ayudar a otros, siendo tratados con igualdad para mejorar su situación”, valor que conlleva a la ejercitación de la justicia y tolerancia[2].

Años después – ya ambos graduados – hube de encontrármelos, pero no eran dos, eran tres, ya que en los brazos de ella sostenía a una bebé, bella. Intercambiamos lo mejor de todo, sonrisas y una respuesta de ellos: ¡gracias!

Nota: ¿Qué ratifique con esta experiencia? El haber acertado en ser docente, lo cual conlleva a una alta responsabilidad, sobre todo cuando forma parte de ti ser compasivo.

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[1] Ambos valores abordados en el texto VALORES.

[2] Analizado en el texto VALORES.

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