La semana anterior, hablábamos sobre el Informe Estado de la Nación, edición XXV, el cual pone a Costa Rica en situación frágil y en una coyuntura crítica. Si no hacemos algo, es más, si no cambiamos el rumbo, la paz social de la que hemos gozado puede tambalearse.
Al respecto, el Papa Benedicto XVI, en su Encíclica Caritas in Veritate, numeral 32, lo decía con claridad: “El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”.
Ese es nuestro momento actual. Por más de 20 años, la ruta costarricense se ha trazado sobre un modelo que ha traído desigualdad, aumento de pobreza, insatisfacción social.
Dice el estudio que “entre 2018 e inicios del 2019, la mayoría de los indicadores económicos y sociales que permiten valorar, en el corto plazo, el desempeño del país en desarrollo humano tuvo un comportamiento negativo. El crecimiento económico, el mercado laboral, el crédito, el ingreso de las familias y la pobreza mostraron regresiones importantes”. En riesgo está el bienestar social, apunta el Estado de la Nación.
En su Encíclica, el Papa Benedicto XVI nos llama a tener esperanza, a buscar nuevos métodos, “a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas” (numeral 21).
Compromiso es lo que requiere nuestro país. Efectivo compromiso de aquellos que pidieron el voto para gobernar y que deben hacerlo con la conciencia clara de que están para servir y no para servirse. En ellos radica gran parte de la responsabilidad para tomar decisiones equilibradas, para acabar privilegios que tienen unos pocos, para encontrar las rutas que nos lleven a todos en el camino del progreso. Se requiere una alta dosis de responsabilidad para gobernar con sabiduría, sin buscar beneficios para algunos y, además, acabando con cualquier signo de corrupción que erosiona la paz y que, como diría el Papa Francisco, (el 18 de marzo pasado en el Aula Pablo VI) “degrada la dignidad del individuo y destruye todos los ideales buenos y hermosos”.
Nos corresponde a todos participar de las soluciones y ser solidarios en la búsqueda de resolver el hambre que está golpeando a muchas de nuestras familias.
Una vez más, debemos mirar el futuro dejando de lado la demagogia, confiando en que hay oportunidades para salir adelante, como lo indica el mismo Informe Estado de la Nación, pero que requiere una visión país, una concertación, un auténtico diálogo social.
Cierro con una clara sentencia del Informe: “Como sociedad Costa Rica no tiene margen de error en estos años inmediatos al cierre de la presente década e inicio de la siguiente”.
Pidamos a Dios que nos ilumine y que nos ayude.
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