Cuando don Carlos Alvarado asumió el Ejecutivo dijo que una forma de corrupción, era ejercer un cargo para el cual no se era competente. No me gustaría imputar ese adjetivo a su caso, pero es evidente que don Carlos llegó a la Presidencia con muy poca experiencia política, sin una trayectoria de liderazgo, con grandes limitaciones personales y partidarias, sin haber descollado en cargos públicos o privados, y como fruto de una coyuntura muy particular, casi inesperada. En realidad después de él, cualquiera puede aspirar al cargo de Presidente en Costa Rica. Las estrellas se acomodaron a su favor, y así surgió el mandato de un joven Presidente, que debía conducir un país ciertamente lleno de problemas económicos, políticos, sociales y éticos heredados de gobiernos anteriores, incluyendo el de su antecesor del Partido Acción Ciudadana. Estamos a pocos días de terminar su Gobierno, y es evidente que la población en su inmensa mayoría quedó tan defraudada de su gestión, que no solo lo coloca como el Presidente de la Región más devaluado en las opiniones de los ciudadanos, junto con el de Colombia, sino que lo castigó severamente desapareciendo a su partido de la Asamblea Legislativa, y además con una votación presidencial insignificante para un partido de gobierno, en este caso de menos de 13 mil votos a nivel nacional. Al igual que los últimos mandatarios, Laura Chinchilla y Luis Guillermo Solís, quienes salieron también muy mal percibidos por la población, Carlos Alvarado termina el Gobierno diciendo que dejó un país en orden, como lo dijo también su antecesor, quien habló de un manejo heroico de la economía nacional, enunciado desmentido por la realidad cuando se descubrió el famoso hoyo fiscal. La verdad es que la gente ya está cansada de presidentes que salen diciendo una y otra vez, que dejaron un país en mejores condiciones, cuando todos sabemos que desde hace tiempo, Costa Rica está cada vez peor, pues los problemas del país no solo persisten en cada gobierno, sino que se profundizan. Es muy triste decir esto, pero esa es la realidad. Las elecciones nacionales no están sirviendo para que los nuevos mandatarios mejoren el país. Las elecciones pasan, y los problemas se agravan. Solo pensemos en el enorme desempleo, la desigualdad creciente, la pobreza, el gran endeudamiento, los problemas fiscales, la inseguridad creciente, la corrupción profunda, el cinismo rampante de amplios sectores políticos, el estado de ánimo negativo de la población, la ausencia de oportunidades para las mayorías, en especial de las zonas costeras, y hasta el desánimo de acudir a las urnas electorales. ¿Cuándo aparecerá entonces un Presidente y una clase política que haga un mea culpa de su raquítica gestión, un examen objetivo de su trabajo, y una puesta en escena de la verdad, y de la realidad del país que dejan al finalizar su mandato? Quizás el más sincero, o el más cínico haya sido Luis Guillermo Solís, cuando al salir de su gobierno, lo entrevistó el periodista Randall Rivera, quien le preguntó en medio de la pobre aceptación popular que dejaba su mandato; ¿qué le decía a la gente que lo había elegido?, a lo cual respondió literalmente, “que lo sentía mucho, y que pensaran el voto mejor la próxima vez.” Pues la próxima vez, el país eligió a don Carlos Alvarado quien saldrá sin una buena opinión de su pueblo, que lo ha cuestionado severamente, y con un partido sepultado por los costarricenses en las elecciones recientes.
Es importante aclarar que en toda administración siempre habrá algunas decisiones y acciones rescatables para el bien del país. Tampoco todo podría ser tan abundantemente malo, que no exista nada que haya sido bueno para la población. Empero la evaluación de un gobierno debe hacerse en términos integrales, del bienestar concreto que una administración deja a la población a la cual sirve. Si un mandatario se comprometió a dejar un país más próspero, más solidario, más respetuoso de los derechos humanos y de las libertades individuales y sociales, e incluso como la de prensa, con una educación de calidad, con más seguridad ciudadana, abordando además de frente el desempleo, como lo dijo, con estas frases el Presidente Alvarado al iniciar su mandato en su discurso inaugural hace cuatro años, y resulta que al terminar su gobierno, el país es más pobre, más desigual, con más desempleo, con más economía informal, con menos seguridad, con un estado deplorable de la educación, con un endeudamiento kilométrico, con niveles de corrupción muy altos, más entrabado, entre muchas otras cosas, es evidente que ese gobierno no puede sentirse, salvo que sea cínico, complacido. Claro que siempre los mandatarios, como don Carlos, dirán que ellos no gobiernan para las encuestas cuando la población los califica mal, pero la verdad es que la opinión del soberano, no solo vale para elegirlos como gobernantes, sino también para pronunciarse sobre su gestión gubernamental. Los mismos ciudadanos que lo apoyaron en su elección son los mismos ciudadanos que lo han desaprobado.
Veamos algunos ejemplos:
PRIMERO: El Presidente y el Ministro de Hacienda ya se han felicitado de haber realizado en su período una reforma fiscal, con la ayuda y complacencia, especialmente de los partidos tradicionales. Pero, ¿qué tipo de reforma fiscal fue la que promovió y concretaron?, y ¿para quién? Objetivamente esa reforma fiscal aprobada fue mediocre e injusta contra los sectores más pobres, y contra las clases excluidas, medias y pequeños empresarios, fue una reforma fiscal empobrecedora meramente fiscalista y sin visión integral de las necesidades que tiene el país. Una reforma fiscal de ese tipo, igual que las demás, que se vienen haciendo en el país, hecha para empobrecer y para aumentar las cargas ya insoportables sobre la población. Esa reforma fiscal no debería ser motivo de alegría para el gobierno saliente, ni para los diputados que la apoyaron. Fue una reforma simplemente para recoger más dinero, no para reactivar la economía, no para crear empleos, no para generar negocios, no para provocar cambios estructurales, a nivel de justicia tributaria, ni de la actividad productiva del país. Concretar una reforma tan negativa para el bienestar de la gente no es un logro, al contrario es una bofetada a la población. Una reforma fiscal per se, no representa un avance. Al contrario es un retroceso, cuando se sigue el mismo camino de siempre que ya tiene cansada a la población, la de saturar y extraer al máximo, de manera desigualitaria, a la gente y a los sectores productivos, especialmente pequeños y medianos sus ingresos, con más cargas fiscales y parafiscales y obstáculos para desarrollarse. Otra reforma fiscal era posible, para tener estabilidad económica, sin crear más pobreza y desigualdad social. Eso no fue lo que se hizo.
SEGUNDO: El Presidente no se cansa se mencionar como un logro de su gestión los avances en la des carbonización, mensaje político que reitera también en sus giras internacionales. Lástima que en nuestro país no hay muchos periodistas acuciosos y estudiosos. Pero eso es absolutamente falso, nunca pasó de ser un mero deseo. La des carbonización nunca ha sido real, pues los datos del ICE y de Recope han señalado reiteradamente, que el país se ha carbonizado cada vez más, y que los derivados del petróleo han aumentado su participación en la matriz energética, con relación a las energías renovables. Yo invito a los que estudian, a que examinen los datos y planes estratégicos de las entidades antes mencionadas. Don Carlos deja el país hundido en el uso cada vez mayor, de los combustibles fósiles en la industria y en los hogares, por encima de la energía verde. La dependencia energética petrolera en la matriz energética del país, había llegado al 64,5% antes de la Pandemia, siendo el consumo petrolero el más alto de la historia del país. Costa Rica es uno de los países más petrolizados del mundo, que supera en el doble, el promedio mundial que es de un 33%, y la tendencia es a seguir creciendo en dependencia. Especialistas en energía como el Dr. Roberto Dobles, sin que haya sido refutado, han abundado en ese abismal distanciamiento existente, entre el discurso oficial del gobierno, y la realidad.
TERCERO: Don Carlos y los diputados salientes dejan la hipoteca de deuda pública más grande que mandatario alguno haya dejado a los costarricenses, un 67,6% del PIB, con una deuda interna de casi el 47 %. Además dejan la economía del país bajo la vigilancia del Fondo Monetario Internacional, organización que justamente acude como salvamento, cuando los gobiernos son incapaces de solucionar sus problemas financieros por sí solos, y en cabeza propia. La deuda pública de Costa Rica al finalizar el 2021 fue de 41.740 millones de dólares, algo nunca visto en el país, lo cual incide sobre el pago de intereses que llega al 4.91 % del PIB, el más alto de los últimos 15 años. Los costarricenses estamos pagando impuestos para pagar un monto enorme de intereses. La economía nacional viene enferma desde hace rato, y en estos cuatro años, la solución más fácil para equilibrar las finanzas fue pedir prestado todos los días, y aumentar los impuestos, estrategia de la cual ningún gobierno serio debería alegrarse. Quizás nuestra economía no haya llegado al nivel de “quiebra “como lo ha dicho una diputada, pero es evidente que la economía que deja el Gobierno es muy crítica, con un pobre crecimiento que se arrastra en los últimos ocho años, pues en el 2014 el crecimiento fue de 3,5% y para el 2022 el Banco Central lo estima en 3.4%. Este pobre crecimiento sin embargo, no es solo imputable al gobierno que termina, pues es una constante de los últimos 20 años, donde solo hemos crecido un promedio de 3.8%. Empero ese raquítico crecimiento que nunca nos hará salir de pobres revela, es una muestra palpable de que el gobierno saliente no hizo nada diferente en el campo económico. Alegrarse por una economía que no consiguió que los costarricenses vivieran mejor, no es de recibo. La burbuja presidencial, lo cual siempre ocurre, hizo que el Presidente Alvarado no se percatara de la realidad, ni pudiera comunicarse bien con una ciudadanía que ha sufrido, los eventos externos y las decisiones externas del poder.
CUARTO: Don Carlos tiene el mérito de haber sido el primer mandatario que le allanan la casa presidencial y le confiscan sus teléfonos, y que lo acusan penalmente por el caso de UPAD, relacionado con la penetración de la intimidad de los costarricenses de un modo ilegítimo y presuntamente ilegal. Termina su mandato con 13 acusaciones penales contra él, por asociación ilícita, cohecho propio, malversación, tráfico de influencias, peculado, nombramientos ilegales, prevaricato, violación de datos personales, y con 33 causas penales a miembros de su gabinete. No recuerdo en el pasado una situación similar de tantas acusaciones y denuncias penales contra un Presidente y un gobierno al finalizar su mandato. Ese registro es histórico.
QUINTO: Don Carlos termina su mandato dejando a su partido, el PAC, con 12. 135 votos para la Presidencia, un 0,66%, de la votación nacional, y sin un solo diputado en la Asamblea legislativa para el período 2022-20026. Esa es la herencia personal que su liderazgo político, y que le deja a la organización que lo llevó al poder. Si la población hubiese apreciado su gestión, claro está que habría respaldado también a su partido. Si hubiese hecho un gran gobierno, o al menos un buen gobierno, como él se atreve a decir, la respuesta del electorado hubiese sido diferente. Esa respuesta de los costarricenses al PAC y a su gobierno, en el proceso reciente es incuestionable, y habla por sí sola, más que mil palabras. Ese hecho es inédito en la historia política del país. Ningún Presidente en el pasado había logrado dejar al partido que lo llevó al Poder, en estado de coma, y tan cerca del cementerio político.
SEXTO: Don Carlos se retira según la encuesta del CIEP UCR del 17 al 21 de marzo del 2022 con un 64 % de opiniones negativas de la ciudadanía, siendo el segundo mandatario junto con el Presidente de Colombia Ivan Duque, con la peor valoración de su pueblo en la región, pero además con una percepción de la gente de haber sido un gobierno corrupto y complaciente con la deshonestidad, pues nunca tuvo la capacidad ni la decisión durante su gestión de enviar para la casa a funcionarios y colaboradores cuestionados desde el punto de vista ético. Fue un Presidente que siempre dio la sensación de ser un encubridor de sus amigos, con muchos nombramientos en la oscuridad, de avalar la mediocridad en la gestión de sus colaboradores cercanos, un Presidente además que dividió a la familia costarricense y a muchos sectores, que fue torpe y superficial en la comunicación con su pueblo. Nunca tuvo una estrategia trasparente de comunicación con el pueblo, ni tampoco con los medios de prensa.
SÉTIMO: Hace cuatro años, el Presidente Alvarado dijo en su discurso inaugural; “siempre pensaremos en la mayoría, en especial en los más necesitados “, sin embargo, su mandato fue un gobierno para las minorías, y no para los más pobres y sectores medios, que son la mayoría, y que hoy tienen menos oportunidades para ser desiguales. Por eso, la respuesta apabullante de las mayorías en las urnas electorales y en las opiniones de salida. Así don Carlos se va de la Presidencia rompiendo el récord de un mayor ensanchamiento de la desigualdad, que ni siquiera pudo contener, dejando el país con el más alto desempleo de los países de la OCDE, con 322.000 desempleados a febrero del 2022, el desempleo más alto del país en el siglo XXI, y con una informalidad altísima de un 45,8% de la población. Igualmente don Carlos sale del gobierno habiendo aumentado la pobreza, a 1,351.000 costarricenses. También logró que se rompieran records en inseguridad. Nunca ha habido tantos asesinatos por sicarios, y tanta falta de seguridad en las calles y tantos muertos por narcotráfico. El caso de la explotación del Oro en Crucitas nunca se asumió con la inteligencia y la seriedad debidas, y hoy sigue igual, un desorden lastimoso y una oportunidad fallida de generar recursos frescos para el Estado.
OCTAVO: Empero algunas acciones y decisiones quedarán en su haber como positivas, pues como dije antes, no todo puede ser negativo. Hubo algunas realizaciones, en especial en obras públicas pero pequeñitas, como son las obras de pocos kilómetros, en circunvalación especialmente, y otras rutas menores en algunas partes del país, así como en infraestructura educativa y hospitalaria en proceso, que venían ya de gobiernos del pasado. Sin embargo las grandes carreteras, aquellas de gran impacto para el desarrollo, como la de San Carlos sigue en el limbo, y de nuevo acaba otro gobierno sin terminar esa ruta, también la ruta 32 con menos de un 47 por ciento de desarrollo, la autopista a San Ramón varada, la autopista a Cartago y Hacienda Vieja paralizada, y la de Limonal-Cañas, avanza a cuenta gotas, la ampliación de la 27 en cero y con cuestionamientos. Lo grave es que muchas de las obras que se han ejecutado, han estado permeadas por el alto costo de la corrupción. Se debe reconocer que lo que el gobierno saliente hizo en obra pública, se debe especialmente don Rodolfo Méndez Mata, quien sale cargado de cuestionamientos y de falta de fiscalización, atribuidos por la Comisión Legislativa que investigó el caso Cochinilla. Algunos esfuerzos legislativos para promover derechos humanos fueron en su mayoría aportes de las fracciones legislativas, no siempre la de su gobierno. Algunas buenas leyes que se aprobaron en su período fueron consecuencia del trabajo de otras fracciones legislativas, no nacidas del Ejecutivo. La Asamblea que terminó que también tuvo algunas equivocaciones, fue generosa con el gobierno. En materia de salud, el gobierno se arropó en la institucionalidad fuerte que el país ha consolidado a los largo de los años, y eso estuvo bien, aunque el sacrificio económico fue devastador, por no tener una visión integral de los eventos que ocasionó la pandemia. En Costa Rica hay algunas áreas de la institucionalidad que frente a los diversos retos hacen su tarea aún no existiendo Presidente de la República. La red de salud es una de ellas.
En conclusión, a sabiendas del entorno complicado y entendible que le tocó a la administración saliente, el gobierno de Carlos Alvarado fue un retroceso social, económico, político y moral. No tuvo nunca visión, fue una administración deficiente, su Presidente nunca inspiró al país y tampoco elevó la autoestima de los costarricenses, los cuales muchas veces se avergonzaron de su Presidente por su torpeza, su poca coherencia, por su cinismo, y por su falta de seriedad en muchas de las acciones y decisiones que ejecutó. La verdad es que un gobierno, sea del color que sea, que deje a su país con más pobreza, con más desigualdad, con más impuestos sobre las clases medias y excluidas, con más inseguridad, con una educación absolutamente deteriorada, y con verdades a medias en temas ambientales, como el que presidió don Carlos, es sin lugar a dudas, un gobierno que no sirvió para avanzar.
Los gobiernos son buenos cuando suman al bienestar de la gente. Es decir, cuando terminan y la gente vive concretamente mejor. Los gobiernos en cambio son malos cuando acrecientan el malestar de la ciudadanía. Así fue como terminó el gobierno de don Carlos Alvarado. Por eso es mejor indicar, Requiescat in pace, y desear suerte al gobierno que llega.
Por mi parte sigo pensando, que el futuro esperanzador y próspero no depende de los gobernantes, menos si son mediocres, sino de dos elementos claves, a saber; organizar el país de manera diferente, y lograr una participación más directa del soberano en los asuntos públicos.
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