El Informe de Estadísticas Monetarias que publica semanalmente el Banco Central es una fuente valiosa de información sobre el estado del sistema financiero nacional. De particular importancia en la discusión vigente sobre la reactivación económica son los datos sobre crédito y tasas de interés activas y pasivas. En la edición del pasado 24 de junio, se muestra cómo el saldo de crédito total cayó 2,56% desde el final de 2018. La caída ha sido mayor en moneda extranjera (-2,57%, y si añadimos el efecto de la devaluación sería de 5,73%) que en colones (-0,33%).
Nada nuevo. La reducción del crédito es reflejo de una economía en desaceleración, como lo muestran también los indicadores de actividad económica. El Índice Mensual de Actividad Económica muestra a abril de 2019 una tasa de crecimiento interanual apenas por encima del 1,0%.
Más llamativos son los datos sobre tasas de interés activas y pasivas. Estos son acaso más reveladores que medidas como el margen de intermediación, que refleja decisiones tomadas por las entidades financieras en el pasado y cambios en las tasas de referencia. En cambio, las tasas publicadas en el informe son a las que las entidades financieras colocaron crédito en semanas recientes y por ende constituyen una mejor medida de lo que está costando acceder a crédito y de los costos de financiamiento marginales de las entidades financieras.
El informe revela que las tasas activas en colones tienen una enorme variación. En el caso de los bancos públicos, van desde el 8,79% al que prestaron para las actividades de servicios y turismo hasta el 32,14% para tarjetas de crédito. Este comportamiento es totalmente esperable: las actividades de consumo tienen un componente mayor de riesgo de crédito.
También hay variaciones significativas en las tasas promedio en colones de las diferentes entidades. Los bancos públicos son los que muestran las menores tasas activas en prácticamente todas las actividades. En construcción, entre 3 y 5 puntos porcentuales; en actividades inmobiliarias (donde se incluye vivienda), entre 3 y 6, y en servicios entre 2 y 6. Inclusive en consumo, los bancos públicos tienen tasas entre 2 y 4 puntos porcentuales por debajo de las de sus pares privados.
Respecto de los márgenes, también la banca pública mantiene los menores niveles de la industria. El informe no indica una tasa de captación promedio por tipo de entidad -aunque sí muestra una tasa promedio de todo el sistema-, pero si se considera el plazo de tres meses para efectos de calcular un margen de intermediación, los bancos públicos muestran niveles de 3,69 puntos porcentuales en actividades inmobiliarias (versus 10,10 de los bancos privados); 3,05 en servicios (versus 7,13 de sus pares privados) y 3,93 en comercio (versus 3,97 de los privados). Lo mismo ocurre en consumo y tarjetas.
Esto llama la atención, pues se ha señalado a los bancos estatales como los responsables de las “altas” tasas de interés. El argumento ha sido más o menos el siguiente: la ineficiencia de los bancos estatales impide tener tasas de interés y márgenes de intermediación menores, pues esas entidades los requieren para mantener sus costosas estructuras. Los números no sostienen esa hipótesis. Los bancos públicos no sólo mantienen tasas y márgenes menores en colones, sino que han mejorado sustancialmente sus niveles de eficiencia desde 2015, a pesar de mantener una extensa red de oficinas que permiten acceso a servicios financieros a lo largo de prácticamente todo el país.
Estos datos generan muchas preguntas. La primera es sobre la razonabilidad de los márgenes. ¿Son márgenes de entre 3 y 4 puntos porcentuales para actividades productivas e inmobiliarias realmente excesivos? Veamos: con la tasa pasiva media del sistema publicada en el Informe (7,59%), cerca de 1,13 puntos porcentuales de ese margen se explican por el nivel de encaje mínimo legal y al menos otros 2 puntos son explicados por los niveles de riesgo propios de estas actividades y que han aumentado recientemente (los niveles de morosidad a más de 90 días van desde 2,05% en el caso de los bancos privados a 3,35% en el caso de los bancos estatales). A esto hay que añadir los niveles adicionales de liquidez que los intermediarios deben mantener, estimaciones genéricas y contracíclicas, costos administrativos y márgenes de ganancia.
Otras inquietudes tienen que ver con el nivel de las tasas. Ciertamente las tasas han venido en aumento en años recientes, pero esto se debe principalmente al agudizamiento de la situación fiscal. No en vano, los costos de captación del gobierno aumentaron cerca de 2,50 puntos porcentuales en el curso de los últimos siete años. Los bancos no pueden abstraerse de esa dinámica. Cuando se habla de lograr tasas activas para actividad productiva de un dígito, este estrujamiento es un factor muy importante que no se puede obviar.
En resumen, los datos no dan indicios de que los bancos estatales mantengan tasas activas excesivas en moneda nacional; al contrario, son considerablemente menores a las de sus pares. Por otro lado, las tasas más altas responden básicamente a una mayor percepción de riesgo tanto del soberano como del sector privado. La eficiencia es un tema importante, por supuesto. Los niveles mostrados por la banca estatal aún están alejados de los mostrados en otras plazas, pero la tendencia de los últimos cinco años es justamente hacia la mejora. Sobre este tema se deberá hablar en otra entrega.
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