La Encuesta Nacional de Hogares 2024 realizada por el INEC trae una noticia alentadora para Costa Rica: la pobreza y la desigualdad han mostrado una reducción significativa. Sin embargo, detrás de estos números que invitan al optimismo se encuentran elementos que merecen un análisis profundo. Los datos señalan disminuciones históricas en la pobreza por ingreso y extrema pobreza, con los niveles más bajos registrados desde 2010. Pero más allá de esta primera impresión positiva, es fundamental cuestionar algunos aspectos del comportamiento económico en diversas regiones del país y cómo ciertos factores estructurales pueden estar influyendo en esta tendencia.
Un panorama alentador en los ingresos
La encuesta destaca que la pobreza en términos de ingresos ha disminuido en un 3,8%, situándose en el 18% de los hogares. Asimismo, la pobreza extrema ha bajado un 1,7%, colocándose en 5,8%. Este logro parece responder a un aumento en los ingresos y a la reducción en el costo de la canasta básica. La situación refleja un crecimiento notable en los ingresos de los hogares con menores recursos, donde el primer decil experimentó un incremento del 14,6%, el segundo un 13,2% y el tercero un 11,1%.
Un análisis de las fuentes de ingresos muestra que los salarios representan un 64% del ingreso total, aunque su crecimiento fue del 4,8%, ligeramente menor que el promedio general. Las remuneraciones autónomas, que incluyen actividades informales, crecieron un 9,1%, contribuyendo con un 20% al aumento total de ingresos. Otro factor relevante es el crecimiento del rubro de “otras transferencias”, que se expandió en un 14,9%, debido en parte al aumento de nuevas pensiones.
Regiones que desafían las expectativas
La reducción de la pobreza no solo se distribuye a nivel general, sino que afecta de forma diversa a las distintas zonas geográficas del país. En áreas rurales, el ingreso de los hogares aumentó un 8,8%, mientras que en las zonas urbanas creció un 6,6%. Las regiones con mayores incrementos de ingresos son aquellas tradicionalmente con menor nivel económico, como Pacífico Central, Brunca y Huetar Caribe, con un crecimiento del 17,9%, 21% y 11,2%, respectivamente.
Resulta curioso que estas zonas, generalmente desvinculadas de los grandes polos económicos como las zonas francas, registren un crecimiento tan notable. En este contexto, surge la pregunta de qué factores han influido en esta alza en ingresos. Algunos analistas podrían sospechar de actividades informales, pero esto no explica suficientemente el fenómeno. Tampoco parece que las pensiones o transferencias del Estado sean suficientes para justificar estos incrementos tan pronunciados.
La paradoja de la ocupación
A pesar de los resultados positivos en la reducción de la pobreza, la tasa de ocupación sigue siendo un punto de interés. Comparando con las cifras de ocupación previas a la pandemia, el número de personas empleadas ha aumentado, pero la tasa de ocupación en relación a la población general ha disminuido en 2,1 puntos porcentuales en cinco años. Este es un aspecto relevante, ya que si el número de ocupados no ha crecido al mismo ritmo que la población, ¿cómo se explica que la pobreza esté disminuyendo?
El avance en la pobreza multidimensional
El enfoque multidimensional de la pobreza, que considera factores como el acceso a servicios, la educación y condiciones de vivienda, también muestra una disminución. La pobreza multidimensional ha pasado de afectar al 11,9% de los hogares en 2023 al 10,1% en 2024. Esta reducción es un reflejo de mejoras en las condiciones de vida tanto en zonas urbanas como rurales, aunque persisten brechas entre regiones.
Las regiones que han experimentado mayores avances en esta área coinciden en gran medida con aquellas que también han visto un aumento de ingresos, como Pacífico Central y Brunca. Sin embargo, algunas zonas, como Huetar Caribe, no han visto la misma mejora en la pobreza multidimensional, lo que resalta disparidades persistentes en el desarrollo regional.
Desigualdad en retroceso
El índice de Gini, que mide la desigualdad, también mejoró en esta última medición, pasando de 0,502 a 0,492, el mejor resultado desde 2010. La disminución de la desigualdad es un signo positivo, ya que indica que los ingresos de las personas con menores recursos han crecido proporcionalmente más que los de aquellos en mejor situación económica.
Esta tendencia es particularmente visible en las zonas rurales, donde el crecimiento de los ingresos ha sido más elevado. En las áreas urbanas, aunque la desigualdad también ha disminuido, la estructura económica, con altos salarios en sectores especializados, sigue generando diferencias notables.
¿Cuál es el camino por seguir?
Si bien estos resultados nos brindan motivos de satisfacción, también nos recuerdan la necesidad de profundizar en las causas detrás de estas tendencias. Las variaciones regionales y la paradoja de una ocupación que no se recupera a la misma velocidad que los ingresos son aspectos que merecen un análisis más detallado. La estabilidad y sostenibilidad de esta reducción en la pobreza dependerá en gran medida de políticas públicas que fomenten la generación de empleos de calidad, especialmente en las zonas rurales y en aquellas regiones tradicionalmente menos favorecidas.
Los hallazgos de la Encuesta Nacional de Hogares de 2024 son un impulso importante, pero también una invitación a la reflexión. Este es un momento clave para que universidades, centros de investigación y organismos gubernamentales se enfoquen en estudiar y comprender los factores que están moldeando la realidad socioeconómica de Costa Rica.