Costa Rica alcanza la Independencia y se establece como sociedad estatalmente organizada, de la mano de líderes con un marcado ejercicio de un poder caudillista. Este, pudo provenir de las fuerzas armadas o de los poderes económicos existentes al momento. Sin embargo, en uno u otro caso, es notable en nuestra historia patria, la presencia destacada de líderes, orientando y señalando las rutas para la consolidación de las estructuras políticas, sociales y económicas fundamentales para el país que había que moldear.
Quizás estos fueron los que en los años iniciales nos permitieron salir con líneas bastante claras. Un país que al final se tornó diferente a sus vecinos, y acentuó una forma particular de buscar la atención a sus necesidades básicas como la solución a sus diferencias. Al final, nos enrumbamos hacia una sociedad con un Estado democrático basado en el derecho.
Los años pasan, las necesidades se incrementan y las posibilidades de atenderlas siempre son más limitadas. Las condiciones sociales y la presencia de Gobernantes con nuevas visiones más orientadas hacia la atención de las necesidades fundamentales, como la salud, la educación, el trabajo y la búsqueda de nuevas dimensiones del desarrollo, mediante un Estado más fuerte, y con funciones diversas, hacen su aparición. Pero aún bajo estas ambiciosas perspectivas, lo cierto es que fue la acción de gobernantes de muy fuerte personalidad, de claridad de objetivos y compromisos políticos, lo que permitió consolidar acciones que marcaron un rumbo diferente a la Costa Rica anterior y caudillista.
El tiempo nos ha llevado a encontrarnos con la era de la automatización, de la información, de los avances extraordinarios de las tecnologías. Estas se abren paso a nuestro lado, ofreciendo las posibilidades de pasos gigantescos; sin embargo, nuestro país ingresa de manera lenta y conservadora ante los retos de este nuevo mundo que se abre a partir de los años 90. Simultáneamente un proceso de fragmentación política comienza a asomar y empoderarse en la sociedad costarricense, lo cual ha dado claras muestras de mayor fragilidad en el ejercicio del poder por parte de los gobernantes de turno.
La apatía de la población por la cosa pública, el desencanto ante los pobres resultados del quehacer de los gobernantes – sea el incumplimiento de las promesas de campaña -, nos está empujando como país, hacia ámbitos de gran preocupación: un país con notables recursos humanos y materiales, inmerso en un mundo de tecnologías y de automatización, pero con una gestión de Gobierno no acorde con el momento y menos acorde a las necesidades y circunstancias. Estas obligan a que el Gobernante próximo requiera esa visión de Estado, que le permita visualizar el país que queremos y debemos tener. Pero además, que sepa dirigir con mano firme y afrontando con audacia, siempre con el soporte hábil de las diferentes fuerzas políticas y económicas, una plataforma común.
Esta demanda mucho consenso entre los sectores, pero con muy claras metas a corto, mediano y largo plazo; y el definir, con claridad, los mayores desafíos de nuestra sociedad que vienen agravándose hace años.
Una solución definitiva a la crisis fiscal y deuda acumulada del país es la atención sustentada en una estrategia de desarrollo sobre la cual descanse la productividad nacional, haciendo uso intenso de las herramientas maravillosas de la informática y las tecnologías. Se deben definir acciones de impacto para lograr avances acelerados en la pobre infraestructura portuaria y vial, así como para superar las dificultades del tránsito. De igual manera, será imprescindible racionalizar el aparato estatal y su costo, con una estrategia integral para disminuir de manera sostenida el desempleo abierto cuyo incremento se ha acentuado en los últimos años.
No es en las acciones administrativas de instituciones y jerarcas donde el Gobernante afinque sus intereses. Para eso están las autoridades nombradas por el señor Presidente. Es en la atención directa y plena de los grandes desafíos que, como problemas básicos del costarricense, hace años venimos acumulando. Es dirigiendo al país hacia sendas de desarrollo que impliquen la atención sostenida y definitiva a estos enormes problemas para nuestra sociedad, que el próximo Gobernante debe concentrar sus esfuerzos. Necesitamos verdaderos gobernantes, no simples administradores.
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