Recientemente se presentó la última edición del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI, por sus siglas en inglés), elaborado conjuntamente por cinco agencias de las Naciones Unidas, entre ellas la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Lamentablemente, la conclusión que se obtiene de la lectura del documento es preocupante: tras disminuir de forma constante durante decenios, el hambre crónica comenzó a crecer lentamente en 2014 y sigue en aumento hasta los 688 millones de personas en 2019, lo que impediría que en 2030 se pudiera alcanzar el objetivo de hambre cero.
En Centroamérica es especialmente preocupante, dado que es esta la única subregión del mundo, exceptuando las del África subsahariana, donde se prevé que en 2030 la población subalimentada será más del doble de la que existía en 2005. Y este aumento en la subalimentación se ve acompañado por un incremento de la prevalencia tanto del sobrepeso infantil como de la obesidad en adultos. Esta situación incluso se agravará, considerando que las conclusiones anteriores no incluyen los efectos de la pandemia de la COVID-19, dada la falta de datos sobre los efectos que el futuro de la economía mundial tendrá finalmente en la seguridad alimentaria y nutricional.
Superar el hambre y la malnutrición va más allá del suministro y acceso a alimentos suficientes: la calidad de la dieta representa un vínculo esencial entre seguridad alimentaria y nutrición, o, dicho de otra manera, no sólo debe garantizarse que las personas dispongan y puedan acceder a alimentos suficientes, sino que deben ser diversos y nutritivos.
El estudio muestra cómo en Centroamérica el coste de una dieta saludable es más de tres veces el de una dieta que sólo cubra las necesidades energéticas, lo que las hace inasequibles para la población en situación de pobreza. Y sin embargo, no es un problema de disponibilidad, dado que las frutas y verduras representan más del 40 por ciento del valor de sus exportaciones de alimentos.
Los factores que determinan el costo de los alimentos nutritivos se encuentran en todos los elementos que integran los sistemas alimentarios: la producción y cadenas de suministro; los entornos alimentarios; la demanda y el comportamiento de los consumidores; y factores de economía política, particularmente políticas alimentarias, agropecuarias y comerciales. Así, se hacen necesarias grupos u opciones de políticas e inversiones con el fin de impulsar transformaciones que faciliten el acceso a alimentos nutritivos de la población en situación de pobreza.
El primero de estos grupos son las políticas e inversiones para reducir el costo de los alimentos nutritivos. Incluyen, por un lado, medidas para la reorientación de las prioridades agrícolas a fin de lograr una producción alimentaria y agrícola más sensible a la nutrición, y por otro, medidas normativas a lo largo de las cadenas de suministro para aumentar la eficiencia de sus procesos y disminuir las pérdidas de alimentos.
En segundo lugar, políticas orientadas al consumidor para garantizar la asequibilidad de dietas saludables. Políticas que reduzcan la pobreza y la desigualdad, o el fortalecimiento de programas de protección social que tomen en cuenta la nutrición, tales como los programas de alimentación escolar, permiten a los consumidores con ingresos más bajos un acceso a alimentos nutritivos. Estas últimas revisten una especial importancia en situaciones adversas, tales como la actual con la pandemia de la COVID-19.
Por último, mencionar un tercer grupo de políticas complementarias que promuevan dietas saludables, como la promoción de entornos alimentarios saludables o que respalden la educación nutricional, el consumo sostenible y la reducción del desperdicio de alimentos.
Incorporar estas acciones en las agendas públicas y privadas no solo facilitará la transformación que requieren nuestros sistemas alimentarios para ser más sostenibles y saludables, sino que permitirá fortalecer la capacidad de resiliencia a las crisis, proteger el derecho a la alimentación y retornar a la senda del avance en la erradicación del hambre.
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