El 30 de setiembre no es un día cualquiera. Es el día en el que los costarricenses rendimos honor a los héroes de nuestra historia, a Juan Rafael Mora Porras y José María Cañas Escamilla, así como a sus valientes seguidores que fueron asesinados vilmente por un Tribunal Militar espurio.
Este tribunal militar ad hoc fue organizado por un gobierno ilegítimo que llegó al poder tras el golpe de estado del 14 de agosto de 1859. Mora, como presidente legítimo de Costa Rica, fue derrocado y fusilado junto con sus leales.
Pero en esta fecha no solo recordamos su sacrificio. Con el mismo fervor, rendimos homenaje a los puntarenenses, quienes durante 164 años han mantenido viva la memoria de estos hechos. Cada 30 de septiembre, nos convocamos en Puntarenas, en el sitio sagrado para conmemorar – no celebrar – una de las páginas más ominosas de nuestra historia republicana. El santuario, a escasos metros del estero,
es un símbolo eterno de libertad, decencia y justicia.
Allí, año tras año, las voces de los valientes que dieron su vida por la democracia resuenan con fuerza en cada uno de nosotros.
La Batalla de La Angostura: Un Capítulo Sangriento
También debemos recordar la Batalla de La Angostura, librada el 24 de septiembre de 1860 en Puntarenas. Fue un enfrentamiento entre el ejército de Costa Rica y las fuerzas leales al presidente en el exilio, Juan Rafael Mora Porras, quien había sido derrocado el año anterior. Esta batalla marcó el fin del intento de Mora por recuperar el poder que legítimamente consideraba suyo.
Mora, desde su exilio en El Salvador, no aceptaba el nuevo orden que imperaba en la nación. Organizó su regreso a Costa Rica con el apoyo de un pequeño grupo de leales, entre los que se encontraban su hermano, José Joaquín Mora, y el general José María Cañas. Su objetivo era claro: recuperar la presidencia. La estrategia de Mora se basaba en su capacidad de convocatoria, confiando en que el pueblo costarricense se uniría a su causa.
Sin embargo, varios factores jugaron en su contra, desde la malversación del dinero destinado a movilizar a sus seguidores hasta la traición de un informante que proporcionó al gobierno todos los detalles del levantamiento.
A pesar de la desventaja, los insurrectos no se rindieron. El enfrentamiento fue corto, pero brutalmente sangriento. Según el cronista Manuel Argüello Mora, sobrino de Mora, en la refriega perdieron la vida más de 60 personas, mientras que 50 de los suyos resultaron muertos o heridos.
Tras la batalla, los líderes del levantamiento, incluido Mora, fueron capturados y sometidos a un juicio militar sumario que los condenó a la pena de muerte.
Un Legado de Valentía y Justicia
Juan Rafael Mora Porras y José María Cañas Escamilla, fueron ejecutados por su amor a la patria, convirtiéndose en mártires de la libertad. La historia nos dice que Ignacio Arancibia, un fiel aliado de Mora, también fue fusilado, y otros líderes como José Joaquín Mora y Manuel Argüello fueron condenados al exilio.
Sin embargo, el legado de estos hombres no murió con ellos. Su sacrificio ha dejado una huella imborrable en la memoria colectiva de los costarricenses, especialmente en el corazón de los puntarenenses, quienes cada año se reúnen para recordar y honrar su valentía.
En este 164 aniversario de esos vergonzantes hechos, seguimos siendo testigos de cómo estos eventos moldearon nuestra identidad como nación.
Al recordar a nuestros héroes, reafirmamos nuestro compromiso con los valores que ellos defendieron. Que el sitio sagrado en Puntarenas siga siendo un símbolo de libertad, decencia y justicia, y que las futuras generaciones continúen diciendo como han dicho los puntarenenses sencillos por décadas y con orgullo:
¡Semos moristas!
¡Viva Mora!
¡Viva Cañas!
¡Viva Puntarenas!
¡Viva Costa Rica!
Que su legado viva en nuestros corazones, y que su sacrificio nunca sea olvidado.