11 de abril: Un legado de valentía para enfrentar los desafíos del presente

Cada 11 de abril, Costa Rica honra la memoria de Juan Santamaría, el joven alajuelense que entregó su vida en la Batalla de Rivas en 1856 para frenar la amenaza del filibusterismo. Su acto heroico no fue simplemente un gesto aislado, sino la manifestación de un espíritu colectivo: el de un pueblo dispuesto a defender su soberanía, su dignidad y su futuro. Hoy, más de siglo y medio después, ese espíritu debe volver a encenderse, no en trincheras de guerra, sino en las múltiples batallas que enfrentamos como nación.

Costa Rica vive momentos complejos. La pobreza ha dejado de ser una estadística para convertirse en una realidad palpable que golpea a cientos de miles de hogares. La desigualdad, lejos de reducirse, se profundiza; y el acceso a oportunidades parece estar cada vez más condicionado por el lugar donde se nace, más que por el esfuerzo que se haga.

La inseguridad, alimentada por el crimen organizado y la falta de oportunidades, ha sembrado el miedo en nuestras comunidades. Ya no hablamos solo de robos o asaltos, sino de redes criminales que desafían al Estado y ponen en jaque nuestra convivencia pacífica.

La educación, históricamente nuestro mayor orgullo, atraviesa una crisis que no podemos seguir ignorando. La pandemia dejó secuelas profundas en el aprendizaje, y la falta de inversión y planificación amenaza con cerrarles las puertas del futuro a miles de estudiantes.

Y la economía base del bienestar y la estabilidad necesita más que promesas. Necesita acciones concretas que promuevan el empleo digno, impulsen el emprendimiento, fortalezcan a las pequeñas y medianas empresas y devuelvan la esperanza a quienes hoy no ven salida.

Frente a este panorama, cabe preguntarse: ¿Qué haría hoy Juan Santamaría? No cargaría una tea, pero sí encendería conciencia. No correría hacia un cuartel, pero sí hacia la acción cívica. Porque la verdadera valentía, en tiempos de crisis, es no quedarse indiferente.

El heroísmo de Juan Santamaría no es exclusivo de los libros de historia. Está en cada persona que decide no rendirse. En cada docente que lucha por educar, en cada trabajador que se esfuerza por llevar sustento a su familia, en cada joven que sueña con un país mejor y no se va, sino que se queda para construir.

De cara a las próximas elecciones, tenemos una responsabilidad que va más allá del voto: debemos informarnos, cuestionar, exigir propuestas reales y coherentes. No podemos permitir que el desánimo o la indiferencia tomen las riendas de nuestra democracia. El cambio que tanto necesitamos no vendrá solo de un nuevo gobierno, sino del compromiso diario de todos nosotros.

Tal vez muchos no me conocen. Tal vez nunca han leído uno solo de mis artículos, y está bien. No escribo esto buscando protagonismo ni reconocimiento. Lo hago porque, al igual que ustedes, soy un ciudadano más. Uno que ama a su país, que cree en el poder de la palabra, en la fuerza del pensamiento crítico y en la urgencia de actuar.

Como Juan Santamaría en su tiempo, yo también me preocupo por lo que está pasando. No con una tea en la mano, pero sí con el deseo de encender conciencia. Porque este país necesita más personas que no se queden calladas, más personas que se atrevan a preguntar, a exigir, a construir. Costa Rica merece más.

Que este 11 de abril no sea solo una fecha en el calendario, sino un recordatorio de que el heroísmo también se vive en lo cotidiano. Y que, como ciudadanos, tenemos el deber y el derecho de defender nuestra patria con la misma valentía que tuvo aquel joven tamborilero alajuelense.

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