En la madrugada del 13 de junio, Israel ejecutó una operación preventiva que ha estremecido a los analistas militares y a la diplomacia internacional. La llamada Operación León Ascendente no fue solo un acto de legítima defensa. Según la Embajada de Israel, se trató de una acción crucial en favor de la estabilidad del mundo libre.
La razón, según el Estado israelí, no es menor: Irán ha acumulado suficiente uranio altamente enriquecido como para fabricar más de nueve bombas nucleares. Y no se trata de una amenaza teórica. El régimen iraní, afirman desde Israel, ha declarado abiertamente su deseo de borrar a Israel del mapa. Lo alarmante es que Irán es el único miembro de las Naciones Unidas que reconoce públicamente su intención de destruir a otro Estado miembro.
Frente a esa amenaza, Israel no se quedó de brazos cruzados. La operación tuvo como objetivo frenar el programa nuclear iraní, cuyos misiles —capaces de cargar entre 500 y 1.000 kilos de explosivos— no solo representan un peligro para Medio Oriente, sino también para ciudades enteras en Europa.
Mientras las potencias del mundo mantienen una postura ambigua entre advertencias diplomáticas y llamados al diálogo, Israel decidió actuar. Y lo hizo, asegura su gobierno, no solo por su seguridad, sino también por la de todos.
En contraste, mientras Israel atacó infraestructura militar iraní, Teherán respondió con más de 400 misiles balísticos y cientos de drones lanzados contra zonas civiles israelíes, dejando un saldo trágico de más de 20 muertos, casi 600 heridos y graves daños materiales.
La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ha denunciado en múltiples ocasiones el incumplimiento de Irán en materia de no proliferación nuclear. Aun así, la comunidad internacional sigue sin tomar medidas contundentes.
Además del desarrollo armamentista, Irán sostiene lo que Israel llama un “cinturón de terror” a través de grupos como Hamás, Hezbolá, los hutíes en Yemen y milicias en Siria e Irak. Todos, afirman desde Jerusalén, responden a Teherán y ejecutan su visión extremista.
“Israel no está defendiendo solo sus fronteras. Está conteniendo el avance de uno de los regímenes más oscuros del planeta hacia el arma más peligrosa jamás creada”, concluye el comunicado.
La pregunta que flota en el aire es incómoda, pero inevitable: ¿Y si Israel no actuaba? ¿Quién lo haría?