Roma, 25 feb (elmundo.cr) – África oriental es una región asediada por las crisis derivadas del clima y los conflictos. Millones de personas padecen ya de una grave inseguridad alimentaria. Ahora se enfrentan a otra importante amenaza, que llega esta vez en forma de langostas del desierto.
El repunte de langostas que afecta al África oriental es un recordatorio vívido e impactante de la vulnerabilidad de esta región. Se trata de un flagelo de dimensiones bíblicas. Sin embargo, por muy antigua que sea esta plaga, su dimensión actual no tiene precedentes en época moderna.
El pasado 20 de enero, la FAO solicitó 76 millones de dólares EEUU para ayudar a combatir esta emergencia. Pero los recursos para controlar el brote han tardado demasiado en llegar.
Desde que la FAO hizo su primer llamamiento para ayudar a los tres países afectados entonces, los enjambres de langostas se han desplazado rápidamente a través de grandes distancias y se ha visto clara la enorme magnitud del área que han ocupado. Desde nuestro último artículo pidiendo intervenir -el 12 de febrero-, se han avistado nubes de langostas en Djibouti, Eritrea, Sudán del Sur, Uganda y Tanzania.
Cada día, más países se ven afectados. La semana pasada un enjambre entró en uno de los países más frágiles e inseguros de África: Sudán del Sur. Esta misma semana se confirmó que una nube de insectos llegó a los límites orientales de la República Democrática del Congo, país que no ha visto una incursión de langostas desde 1944. Huelga decir que los posibles efectos de las langostas en una nación que se enfrenta aún a un complejo conflicto, a brotes de Ébola y sarampión, a altos niveles de desplazamiento y a una inseguridad alimentaria crónica, pueden ser devastadores.
A medida que las langostas continúan invadiendo toda el África oriental y se van conociendo más detalles sobre la magnitud de las necesidades en las zonas afectadas, el costo de las medidas ya se ha duplicado, hasta los 138 millones de dólares. La FAO necesita con urgencia este dinero para ayudar a los gobiernos a controlar la devastadora plaga, sobre todo en los próximos cuatro meses.
Estos fondos garantizarán que las actividades para combatir la langosta puedan realizarse antes de que surjan nuevas nubes de insectos. Y también darán ayuda a las personas cuyos cultivos o pastos ya están afectados, con el objetivo de proteger a sus familias y sus medios de subsistencia.
Las langostas del desierto tienen un ciclo de reproducción de tres meses. Actualmente, los enjambres de insectos maduros están poniendo huevos en amplias zonas de Etiopía, Kenya y Somalia, y muchos están ya eclosionando. En sólo unas pocas semanas, la próxima generación de la plaga hará la transición desde su etapa juvenil y alzará el vuelo en un renovado frenesí de actividad destructiva. Esto será justo cuando los cultivos de los campesinos comiencen a brotar. La próxima ola de langostas podría arruinar la cosecha más importante del año en África oriental, justo en el momento en que es más vulnerable.
Pero eso no tiene por qué ocurrir. La ventana de oportunidad sigue abierta. El momento de actuar es ahora.
Son fundamentales medidas preventivas para combatir y contener las langostas antes de que las nuevas nubes de insectos alcen el vuelo y que los cultivos comiencen a emerger. Al mismo tiempo, la FAO necesita más recursos para comenzar a reforzar inmediatamente la resiliencia de las comunidades afectadas, de manera que puedan resistir mejor algunos impactos que serán inevitables. Actuar ahora para evitar una crisis alimentaria es un enfoque más humanitario, eficaz y rentable que responder a las consecuencias de un desastre.
Aplaudimos la respuesta que han dado por el momento muchos donantes internacionales. Hasta la fecha, se han recibido o comprometido 33 millones de dólares EEUU. Sin embargo, los déficits de financiación son evidentes y las necesidades crecen con demasiada rapidez. Tenemos que hacer más. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha estimado que el coste de la respuesta al impacto de las langostas solamente en la seguridad alimentaria, es por lo menos 15 veces más elevado que el coste de prevenir ahora la propagación de la plaga.
Ha llegado el momento de que la comunidad internacional actúe con más decisión. Las cuentas están claras, así como nuestra obligación moral. Pagar menos ahora, o pagar mucho más después.