Por Johannes Schmitt-Tegge (dpa)
Nairobi, 22 jul (dpa) – La foto parece de otro tiempo: Barack Obama, a sus 30 años, sentado en un taburete de madera ante una cabaña de barro en Kenia. Lleva zapatillas de deporte y un pantalón chino de sarga, con una camisa roja holgada. Y ríe. Su abuelastra Sarah tiene uno de sus brazos apoyados en el hombro del muchacho, y a su lado se sientan su medio hermana Auma y su madrastra Kezia.
La foto, que data de 1987, remite al origen africano del presidente estadounidense, cuyo padre era keniano.
Pero a la imagen y a la visita que iniciará Obama a Kenia el próximo viernes les separan mundos: este hombre, considerado por muchos el más poderoso del mundo, viajará esta vez acompañado de una delegación de unas 700 personas, entre asesores, agentes de los servicios secretos, guías de perros para controles de explosivos y hasta cocineros de la Casa Blanca.
Para su breve visita también llevará su limousina Cadillac, bautizada “The Beast”, y varios otros vehículos oficiales. El miedo a que se produzcan atentados terroristas le hará desplazarse por Nairobi, la capital, como si viajara en un tanque, lejos de la vista de los curiosos.
Sin embargo, más allá de su agenda oficial, la primera visita que hará como presidente a la patria de su padre le ofrecerá numerosas historias familiares que recordar.
Barack Obama padre regresó de Hawai a Kenia sólo dos años después de que naciera su hijo, por lo que el pequeño Barack creó una imagen de su progenitor a partir de lo que le contaron de él. Sólo a la edad de diez años y durante un mes pudo conocer más a fondo a aquel hombre orgulloso y ambicioso, pero también algo desorientado, que murió en un accidente de automóvil en 1982. “Mi padre seguía siendo un mito para mí”, escribió el propio Obama sobre aquella época.
África le rondaba entonces en la cabeza como un gran desconocido, como confiesa en su libro “Un sueño americano: la historia de mi familia”.
El joven Obama recibió en silencio las figuras que su padre le había traído como souvenir en su primer encuentro en Hawai: un león, un elefante y un hombre de traje tribal de marfil con un tambor. A sus compañeros de clase les contó que su abuelo era una especie de líder indígena, su padre, algo así como un príncipe y que su clan estaba lleno de guerreros. Su apellido, añadió el joven Obama, significaba “lanza en llamas”.
“Él era un africano, debía yo saber, un keniano del clan Luo, nacido en el lago Victoria, en un lugar llamado Alego. El pueblo era pobre, pero su padre (…) era un conocido agricultor, un anciano tribal experto en medicina con poderes sanadores”.
Sólo poco a poco “Barry”, como llamaba a su padre, recompuso el rompecabezas sobre su breve matrimonio con su madre, Ann Dunham, del estado de Kansas.
Los restos mortales de Obama padre descansan hoy en Kogelo, en el oeste del país africano, tras haber vivido años llenos e emociones que lo llevarona pasar por la universidad de Harvard, a tener desavenencias con el ex presidente Jomo Kenyatta y a tres matrimonios de los que nacieron al menos cinco hijos.
Desde entonces, Obama hijo ha pasado mucho tiempo y, ocupado con crisis, guerras y conflictos internacionales, parece haber perdido el contacto con sus parientes keniatas.
Su propia familia en Kogelo no fue informada de la visita, criticaba el medio hermano de Obama Malik en una entrevista a la agencia de noticias financieras Bloomberg. “Me gustaría simplemente sentarme con él para comer un helado de vainilla o una tarta de fresa”, dijo. “Apenas conozco a mis sobrinas Malia y Sasha y ellos tampoco conocen a mis hijos”.
Pese a todo, dominan la admiración y el orgullo y los keniatas incluso celebraron la elección de su héroe nacional en noviembre de 2008 como si ellos mismos hubieran sigo elegidos presidente. Incluso bautizaron ese día como el “Obama Day” y lo celebran como una especie de festejo nacional.
El gobierno regional de Nairobi no reparó en gastos para mejorar las calles, podar los arbustos y embellecer la ciudad para prepararse para la honorable visita.
“Los keniatas no ven a Obama como afroamericano, sino como un keniata americano, quizá como un americano Luo”, dice EJ Hogendoorn, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington. En el diario británico “The Guardian” el analista Aly Khan Satchu comparaba el viaje de Obama a Kenia con la visita del ex presidente John F. Kennedy a Irlanda en 1963.
En la visita, planeada al detalle, no habrá tiempo para tertulias con café en Kogelo, advirtió ya el embajador estadounidense en Kenia, Robert Godec, citado por medios.
Obama dejó atrás la búsqueda de sus raíces en 1987. “Me senté entre las tumbas de mi padre y mi abuelo y lloré”, escribe Obama. “Cuando mis lágrimas se secaron, sentí que se cerraba el círculo”.
En 1992 Obama presentó allí a su prometida Michelle, con la que se casó en octubre de ese mismo año. En 2007 volvió de nuevo a Kenia siendo senador del estado de Illinois y ya fue entonces tratado como si fuese el primer presidente negro de Estados Unidos. Ahora, la emoción parece haber alcanzado su cenit definitivo.
“Seré honesto: visitar Kenia como ciudadano privado significa para mí bastante más, porque puedo salir de verdad de la habitación del hotel o del centro de reuniones”, reconoció brevemente durante una rueda de prensa en la Casa Blanca.