Roma, 9 abr (elmundo.cr) – La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prosigue sus esfuerzos para frenar el repunte de la langosta del desierto en el África oriental, a pesar de las restricciones a la circulación de personal y equipos resultantes de la pandemia de COVID-19.
El brote de langosta del desierto sigue siendo motivo de alarma, en particular en Etiopía, Kenya y Somalia, donde representa una amenaza sin precedentes para la seguridad alimentaria y los medios de vida. En los seis países de África oriental más afectados o en situación de riesgo por las langostas -Etiopía, Kenya, Somalia, Sudán del Sur, Uganda y Tanzania- unos 20 millones de personas padecen ya de inseguridad alimentaria aguda, además de otros 15 millones en Yemen, que también está ya afectado por la plaga.
Se espera que las lluvias generalizadas de marzo produzcan un aumento drástico del número de langostas en África oriental en los próximos meses, y se prevé que nuevos enjambres se desplacen de Kenya hacia Sudán del Sur y Uganda. La situación también es preocupante en la República Islámica de Irán y el Yemen, donde está surgiendo una nueva generación de insectos.
Las restricciones a la circulación del personal y de equipos impuestas por el COVID-19 han creado problemas, pero la FAO sigue colaborando con los gobiernos nacionales, los campesinos y productores agrícolas para contener el brote.
“No se ha producido una desaceleración significativa porque todos los países afectados que trabajan con la FAO consideran la langosta del desierto como una prioridad nacional”, aseguró Cyril Ferrand, Jefe del equipo de resiliencia de la FAO para África oriental.
“Aunque el confinamiento se está imponiendo -añadió-, las personas que participan en la lucha contra el brote pueden todavía llevar a cabo las operaciones de vigilancia y control a nivel aéreo y terrestre”.
La FAO está intensificando los esfuerzos de los países prestando apoyo a la vigilancia, así como a las operaciones de fumigación aérea y terrestre que se están llevando a cabo en 10 países afectados.
Hasta ahora se han tratado más de 240 000 hectáreas con plaguicidas químicos o bioplaguicidas en toda la región, y se ha capacitado a 740 personas para llevar a cabo operaciones de lucha contra la langosta sobre el terreno. Pero el COVID-19 ha afectado al suministro de pulverizadores motorizados y plaguicidas.
“El mayor reto al que nos enfrentamos en este momento es el suministro de plaguicidas y tenemos retrasos porque el transporte aéreo mundial se ha visto reducido en forma considerable”, advirtió Ferrand.
“Nuestra prioridad absoluta -añadió- es evitar que se produzca un colapso de las existencias de plaguicidas en los países. Eso sería desastroso para las poblaciones rurales cuyos medios de vida y seguridad alimentaria dependen del éxito de nuestra campaña de control”.
Dado que el COVID-19 restringe los desplazamientos de personal sobre el terreno, la FAO está intensificando la recopilación de datos a distancia y con ello la red de asociados, sociedad civil, trabajadores de extensión y las organizaciones de base son fundamentales para proporcionar información desde lugares remotos, en especial en Etiopía, Kenya, Somalia y el Sudán del Sur.
La FAO exhorta a todos los países a que utilicen eLocust3, un resistente dispositivo portátil y una aplicación que registra y transmite datos en tiempo real por satélite a los centros nacionales de lucha contra la langosta y al Servicio de Información sobre la Langosta del Desierto con base en la sede de la FAO en Roma.
Desde 2015 se han distribuido más de 450 de estos dispositivos portátiles a equipos de África del Norte, el Cercano Oriente y Asia sudoccidental, lo que permite transferir datos en tiempo real desde el corazón del desierto directamente a las oficinas nacionales de lucha contra la langosta y a la sede de la FAO. En los últimos tiempos, la FAO ha desarrollado una versión de eLocust3 que puede utilizarse en teléfonos móviles y en un dispositivo GPS con el objetivo de ampliar su uso y cobertura.
“Necesitamos contar con una red de asociados sobre el terreno para recopilar información vital, ya que no podemos ir a todos lados debido al COVID-19”, explicó Ferrand.
La langosta del desierto está considerada la plaga migratoria más destructiva del mundo y un solo enjambre que cubre un km2 contiene hasta 80 millones de langostas. La FAO estima que el número de langostas podría multiplicarse por 20 durante la próxima temporada de lluvias, a menos que se intensifiquen las actividades de control.
La situación actual representa una amenaza sin precedentes para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia que podría provocar más sufrimiento, desplazamientos de población y tensiones potenciales.
La FAO amplió recientemente su llamamiento para la lucha contra la langosta del desierto a 153,2 millones de dólares EEUU y hasta la fecha se han prometido o recibido 111,1 millones de dólares.
Los fondos proceden de Alemania, Arabia Saudita, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Francia, Italia, los Países Bajos, Suecia y Suiza, así como de la Autoridad de Agricultura e Inocuidad Alimentaria de Abu Dabi, el Banco Africano de Desarrollo, el Fondo Fiduciario de Solidaridad con África, la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria (ECHO), la Unión Europea, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Mastercard, el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID), el Fondo central para la acción en casos de emergencia de las Naciones Unidas (CERF) y USAID.
La vigilancia, previsión y la lucha contra la langosta del desierto forman parte del mandato original de la FAO. Su Servicio de Información sobre la Langosta del Desierto ha estado en funcionamiento durante casi 50 años. La consolidada presencia de la FAO sobre el terreno, su capacidad para vincular a las autoridades de diferentes países y su experiencia en la lucha contra la langosta del desierto, hacende la Organización de la ONU en un actor clave para responder a brotes como el que afecta actualmente a África oriental.