Por Zia Khan (dpa)
Changhi Sayidan (China), 17 may (dpa) – “Somos esclavos”, asegura el paquistaní Mohamed Israr al describir la situación de su familia, que trabaja en una fábrica de ladrillos. Tres generaciones están atrapados aquí para pagar deudas que contrajo el padre de Israr hace cuarenta años.
A los 35 años, Mohamed tiene pocas esperanzas de que uno de sus hijos pueda escapar de este círculo vicioso. “Mi vida es un infierno”, señala este padre de seis hijos sentado frente al horno y sobre una pila de ladrillos que ha hecho su familia.
La capital de Pakistán, Islamabad, no está lejos. “Yo no quiero que mis hijos vivan como yo, pero no sé lo que debo hacer”.
Hace 40 años, el padre de Mohamed pidió un crédito al propietario de la fábrica de ladrillos Sabir Hussain Chaudhry y se comprometió a pagar el préstamo con su trabajo.
En total, trabajan en la fábrica más de 20 miembros de la familia de Israr: su esposa, sus hijos, nueve hermanos y cinco hermanas.
Mohamed Israr no sabe cuán alto es el crédito. Todo lo que sabe es que su padre trabajó toda su vida, pero las deudas se siguieron acumulando.
La familia tuvo que pedir préstamos al propietario para emergencias médicas o casamientos. También le deben pagar gastos de alojamiento. “No veo la manera de salir de la trampa de la deuda”, dice Israr desseperado.
En su pequeña oficina Hussain defiende el sistema: “Cuando necesitan dinero vienen a nosotros. Y a cambio, trabajan para nosotros. Esto es un negocio, no hay nada malo en ello”, asegura.
Los propietarios también se quedan con los documentos de los deudores, que para pedir un préstamos necesitan un garante. Si algunos de los deudores o algún miembro de su familia trata de huir los garantes ayudarán a buscarlos, agrega Hussain.
En algunos casos, los empleadores también se aprovechan de sus vínculos con la policía cuando alguno de los trabajadores endeudados generan problemas, apunta el abogado Rizwan Khan.
Muchos son víctimas de la violencia o de la tortura psicológica, como relata Mohamed Gul, un ex deudor.
Hay miles de personas en Pakistán que emplean a trabajadores como esclavos modernos. Las estadísticas oficiales no están disponibles, pero los activistas estiman que entre dos y cinco millones de personas están esclavizadas.
La mayoría trabaja en la agricultura o como en el caso de Israr fabrican ladrillos. También los tejedores de alfombras trabajan en condiciones de similares de precariedad, indica Mahar Safdar Ali, del Frente de Liberación de los Trabajadores Esclavizados.
La Fundación australiana “Walk Free”, que lucha contra la esclavitud moderna, reclama un mayor control de las fábricas de ladrillo y la aplicación de la prohibición de la mano de obra esclava por deudas de 1992.
El problema de este tipo de esclavitud tiene su basa en la estructura feudal de la sociedad, según el activista Ali. “La gente en posiciones de poder son la élite agrícola. Es una ilusión esperar que actúen de manera justa”, apunta.
Ali cree que la comunidad internacional debe actuar. La Unión Europea debe hacer presión para abolir el trabajo forzoso. “La presión de Occidente es el medio más eficaz. Ayuda por ejemplo a Pakistán a erradicar el trabajo infantil en la producción de balones de fútbol. Estoy seguro de que podría funcionar aquí también”, agrega el paquistaní.