Por Kristina Dunz y María Prieto (dpa)
Berlín, 24 may (dpa) – La capacidad de adaptación y la versatilidad son, según numerosos analistas políticos, dos de las virtudes que explican el éxito de la canciller alemana, Angela Merkel.
De ambas podrá hacer gala el próximo jueves, cuando en un intervalo de tan solo unas horas se reúna con dos dirigentes de perfil antagónico.
La mandataria cristianodemócrata, hija de un pastor protestante, recibirá en Berlín al ex presidente de Estados Unidos Barack Obama en el marco del Congreso Eclesiástico de la Iglesia Evangélica y posteriormente pondrá rumbo a Bruselas para despachar con el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, en vísperas de la cumbre de la alianza del Atlántico Norte (OTAN).
En el día de la Ascensión, festivo en Alemania, Merkel tendrá una agenda muy apretada. Comenzará el día en el corazón de la capital germana, en la Puerta de Brandeburgo, debatiendo con Barack Obama sobre democracia.
Terminado el acto religioso con el ex presidente estadounidense, muy apreciado por los alemanes, la política conservadora viajará a la capital europea para ocuparse de asuntos mucho más terrenales como la estrategia de defensa de los países miembros de la OTAN, el gasto militar y la guerra de Siria.
Angela Merkel pasará 24 horas con dos presidentes estadounidenses que no podrían ser más diferentes. Con Obama, dicen desde la oposición políticos del partido Verde, Merkel “se inmunizará” para hacer frente a Trump.
La canciller y el ex presidente norteamericano, que en los últimos años han cultivado una estrecha amistad, debatirán en Berlín sobre cómo articular una democracia comprometida en el marco de los actos conmemorativos del quinto centenario de la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero.
A estas alturas, y aunque los dos oradores no pronuncien el nombre de Trump, se da ya por supuesto que sus reflexiones al respecto serán interpretadas por muchos como un mensaje directo para el multimillonario que gobierna Estados Unidos a golpe de decreto y que ha desarrollado cierta ojeriza hacia la prensa.
De hecho, la propia Merkel, consciente de que el debate con Obama podría interpretarse como una especie de provocación, decidió hace días informar personalmente a Trump de la cita.
A cuatro meses de las elecciones generales, la mandataria sabe que no se puede permitir errores que puedan tener una influencia directa en las urnas. En marzo, cuando tuvo lugar su primera reunión oficial con el nuevo presidente de Estados Unidos, supo salir airosa de una situación difícil.
Su diplomacia y profesionalidad le hicieron ganar puntos entre la opinión pública alemana, que sigue sintiendo una especie de devoción por Obama y a quien, en cambio, se le atraganta su sucesor.
De hecho, mientras que el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, siendo incluso candidato, encadenó cálidas acogidas en Alemania, Donald Trump será recibido en julio -en el marco de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G20 que se celebra en Hamburgo- en el país del que eran oriundos sus abuelos por numerosos manifestantes.
El jueves, Merkel tendrá una nueva oportunidad para demostrar que su dilatada experiencia en la gestión de crisis internacionales le será útil para hacer equilibrios. Una nueva ocasión para defender el título de “último baluarte de los valores de Occidente” que le otorgó la prensa estadounidense y ella calificó de “absurdo”.