Al borde de un acantilado, a unos 2 000 metros de altura en las montañas butanesas del Himalaya, una mujer teje en un telar de cintura mientras entona cánticos al viento, un arte espiritual de narración de historias con siglos de antigüedad. En la aldea de Goenpa Kabab prospera una comunidad budista y matriarcal en la que las mujeres se sienten inmensamente orgullosas de elaborar intrincados vestidos de seda Kishuthara. Algunas de ellas incluso han trabajado a lo largo de la historia como hilanderas reales para las reinas y princesas de Bhután.
En estas comunidades de montaña, la labor de las hilanderas constituye una tradición que se transmite de madres a hijas. Estas mujeres, que son la principal fuente de sustento para sus familias, pasan el día en sus telares, convirtiendo su arte en ingresos a la vez que mantienen vivo su patrimonio cultural.
Sherab Tshomo es una hilandera de 41 años que domina el arte del Kishuthara desde que tenía ocho. La artesanía de esta prenda no se limita a la tejeduría en sí, sino que engloba el cuidadoso proceso de teñir la seda cruda con plantas locales como el índigo, luego limpiarla, hervirla, secarla al sol e hilarla, para finalmente tejerla a mano en un telar tradicional de cintura utilizando una técnica llamada trima que permite crear dibujos en relieve y motivos intrincados.
Estos tejidos son muy apreciados tanto en el país como en el extranjero; sin embargo, muchas artesanas siguen teniendo dificultades para acceder a mercados internacionales más amplios, incluida la industria mundial de la moda.
“Dependemos de personas que viajan desde nuestra aldea para llevar los tejidos a las zonas urbanas. Además, no tenemos muchos conocimientos empresariales, de contabilidad o de comercialización. Con la llegada de las nuevas tecnologías, tenemos acceso a teléfonos inteligentes, pero seguimos teniendo dificultades para sacarles partido”, afirma Sherab.
Conectar a las comunidades de montaña con el mundo
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en colaboración con el Gobierno Real de Bhután, está conectando a las hilanderas del país con el resto del mundo. A través del proyecto Fashion for Fragile Ecosystems (La moda en favor de los ecosistemas frágiles), de la Secretaría de la Alianza para las Montañas —financiado por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo—, la FAO y el Ministerio de Industria, Comercio y Empleo de Bhután han facilitado la colaboración entre una marca internacional de moda y las artesanas de comunidades montañosas remotas, lo que ha ayudado a presentar tejidos tradicionales en la escena internacional.
En el marco de esta iniciativa, la diseñadora de moda Stella Jean, Embajadora de buena voluntad de la Alianza para las Montañas, visitó Bhután, donde colaboró estrechamente con diseñadoras y artesanas locales de la aldea de Goenpa Kabab con el objetivo de crear una colección cápsula basada en prendas de Kishuthara. Juntas, combinaron técnicas tradicionales de tejeduría, decoración y bordado para elaborar una colección vibrante y contemporánea que se presentó en la Semana de la Moda de Milán.
“Antes de esta formación, nunca había considerado el potencial de los mercados internacionales para los diseños contemporáneos. Solo me planteaba tejer de forma tradicional y confeccionar bolsos y manteles sencillos para los turistas que visitaban Bhután. Ahora entiendo las oportunidades del mercado internacional y sé cómo colaborar con otros profesionales de la industria textil”, comparte Sherab.
Esta colaboración también contó con la experiencia de dos diseñadoras butanesas cuyas aportaciones fueron decisivas para la colección: Chandrika Tamang y Tashi Zangmo. Chandrika Tamang fusiona diseños que no generan desechos con materiales reciclados para crear prendas y tejidos llenos de significado y a la vez empoderar a las mujeres, especialmente a las madres solteras.
Tashi Zangmo, conocida por muchos como Wangpe Couture, es una empresaria de Thimphu (Bhután). Comenzó su andadura en el mundo de la moda en 2015, al aunar su formación empresarial al vínculo que siempre había mantenido con los tejidos butaneses. Criada en una familia de hábiles hilanderas e inspirada por su madre, desarrolló un profundo aprecio por la artesanía tradicional, que sigue conformando su identidad como diseñadora. Gracias a este proyecto, está presenciando cómo una nueva generación de hilanderas explora técnicas innovadoras.
“La tejeduría tradicional es un arte que requiere paciencia: una pieza puede tardar meses, a veces incluso más de un año en completarse. Aun así, considero que esos desafíos son la propia esencia de nuestro oficio. A diferencia de los tejidos hechos a máquina, cada pieza que producimos lleva las manos, la paciencia y el alma de su creadora. Eso es lo que hace que cada pieza sea insustituible”, señala Tashi.
La artesanía de Sherab, Chandrika, Tashi y el resto de artesanas butanesas ha llegado ahora a la pasarela de la moda, dando a conocer al mundo las tradiciones éticas de la moda de montaña y promoviendo al mismo tiempo el espíritu empresarial de las mujeres y la mejora de los medios de vida de las poblaciones de montaña.
En el caso de la colección creada conjuntamente y presentada en Milán por la diseñadora haitiano-italiana Stella Jean, las diseñadoras y artesanas butanesas conservan los derechos de propiedad intelectual, lo que les permite seguir produciendo y vendiendo las prendas a través de sus propios canales a clientes de todo el mundo.
La Secretaría de la Alianza para las Montañas también impartió formación a 18 artesanas en la creación de la imagen de marca de un producto, las cadenas de valor sostenibles y los procesos de certificación como parte de la iniciativa sobre los productos de la Alianza para las montañas. Gracias a ello, los tejidos Kishuthara y Yathra ahora llevan la etiqueta descriptiva de producto de la Alianza para las montañas, que transmite a los compradores la historia de su artesanía y sus orígenes.
La iniciativa “La moda en favor de los ecosistemas frágiles” comienza poniendo en contacto a artistas y artesanos de las regiones más remotas del mundo con marcas de moda internacionales. No obstante, su repercusión trasciende la moda ética: demuestra cómo puede evolucionar el patrimonio cultural tangible, mezclando generaciones de conocimientos con la innovación para crear nuevas oportunidades para las mujeres de las montañas.
La historia y las fotos relacionadas se pueden encontrar en: https://www.fao.org/newsroom/