Ginebra, 29 abr (elmundo.cr) – El COVID-19 ha trastornado el mundo del trabajo y es probable que los efectos sean duraderos. Antes de la pandemia había unos 260 millones de trabajadores que no acudían a un centro laboral (sin incluir a los empleados domésticos o de cuidados). La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que esa cifra podría haberse duplicado para abarcar hasta la tercera parte de la fuerza laboral trabajando a distancia en América del Norte y Europa, y la sexta parte en África subsahariana.
El despliegue de vacunas, principalmente en el mundo desarrollado, ha incrementado las posibilidades de retorno al lugar de trabajo, pero muchas empresas y trabajadores han expresado su deseo de mantener cierto grado de trabajo a distancia después de ver algunos de los beneficios. Para los empleadores, estos beneficios incluyen minimizar el riesgo de contagio y, posiblemente, gastar menos en espacios de oficina, mientras que el personal ya no tiene que perder tiempo yendo y viniendo al lugar de trabajo.
“Si te sientes enloquecida, no eres la única”
Pero mientras algunos disfrutan al hornear pan o dar un paseo durante una conferencia telefónica y utilizan el tiempo de viaje para dedicarse a nuevas actividades, otros anhelan volver a una rutina de trabajo y a una vida más estructurada.
“Todos los días me siento agradecida de tener un trabajo con supervisores y colegas comprensivos. Pero todo es difícil. Si eres una madre trabajadora que se vuelve loca a diario, debes saber que estoy contigo”, dice Paulina, una trabajadora a distancia con sede en Nueva York.
“He presidido reuniones con una computadora portátil y auriculares en un rincón de mi mini cocina de la ciudad de Nueva York mientras preparaba el almuerzo y tenía a un niño pequeño gritando y colgando de mis tobillos. Si bien todo esto puede dar risa una o quizás dos veces, los gritos regulares de los niños en el fondo sólo se pueden tolerar durante un tiempo. Lo sé porque pasé ese momento un día de julio”, recuerda.
Historias como ésta explican por qué un estudio reciente de la Organización Internacional del Trabajo encontró que el 41% de las personas que trabajaban desde casa se sienten muy estresadas, en comparación con el 25% de las que trabajaban fuera del hogar.
“La forma más efectiva de eliminar el riesgo de contagio en un contexto laboral es, para quienes pueden hacerlo, el teletrabajo”, señala Joaquim Nunes, jefe de Salud y Seguridad Ocupacional de la OIT. “Pero debemos prestar atención también al bienestar físico y mental de los trabajadores”, acota.
Dado que es probable que el teletrabajo siga siendo un factor importante para muchas personas, Nunes dice que las políticas laborales deberán actualizarse para reflejar la nueva realidad.
“Es bastante probable que el aumento del teletrabajo durante la pandemia de COVID-19 cambie permanentemente la forma en que vivimos y trabajamos. Muchos gobiernos se han dado cuenta de esto y están revisando los derechos de los empleados que trabajan desde casa. Por ejemplo, las empresas deben asegurarse de que los trabajadores no se sientan aislados, además de darles el derecho a desconectarse en lugar de estar en línea las 24 horas del día”.
Una ley aprobada a principios de marzo de 2020 en Chile aborda de alguna manera estas preocupaciones. La legislación chilena reconoce el derecho de los trabajadores a distancia a desconectarse durante al menos 12 horas continuas en un periodo de 24 horas. Además, los empleadores no pueden exigirles que respondan a las comunicaciones en días de descanso o feriados.
Condiciones adecuadas
Más allá de la cuestión de la comodidad y la salud mental, hay una cuestión de seguridad física. A menudo se dice que la mayoría de los accidentes ocurren en el hogar, por lo que, si es aquí donde se pasa gran parte de la semana laboral, ¿deberían los empleadores ser responsables de garantizar que las viviendas no sean trampas mortales?
“Por ahora, no hay respuestas fáciles cuando se trata de garantizar un entorno de oficina adecuado en casa”, apunta Nunes. “No obstante, podemos decir que los mismos principios que se aplican a otros lugares de trabajo se aplican a los teletrabajadores, ya que los empleadores tienen un deber general de cuidado, en la medida de lo posible. Si bien los empleadores no pueden controlar el lugar de trabajo cuando el personal trabaja desde casa, sí pueden proporcionar equipos ergonómicos a los trabajadores, como sillas adecuadas, además de ayudarlos a evaluar sus propios riesgos y a aprender cómo mantener estilos de vida saludables”, añade.
El teletrabajo también es un desafío para los organismos encargados de hacer cumplir la ley, ya que generalmente los inspectores no tienen acceso a los espacios privados. Una solución para garantizar el cumplimiento de la legislación podrían ser las inspecciones virtuales, que ya se están llevando a cabo en los países nórdicos de forma voluntaria. “Éstas involucran a los inspectores del trabajo llamando por video a un trabajador en su casa. El trabajador entonces les muestra su silla de trabajo, escritorio e iluminación”, explica Nunes.
“Estas inspecciones pueden servir como una forma de monitorear el lugar de trabajo en el hogar y brindar asesoramiento, pero también plantean preocupaciones comprensibles sobre la privacidad”, añade.
Temores de los trabajadores de primera línea
Mientras los nuevos teletrabajadores y sus empleadores se enfrentaban a una realidad nueva, una gran parte de la población activa del mundo no tuvo más remedio que acudir a su lugar de trabajo. Se ha informado ampliamente sobre las dificultades que enfrentan los trabajadores de la salud, pero los empleados de otras industrias tienen que encarar el viaje al lugar de trabajo a veces en trenes o autobuses abarrotados y, a menudo, interactúan con otras personas, asumiendo riesgos de salud considerables.
En Estados Unidos estos temores llevaron a la acción colectiva de los trabajadores de Whole Foods, una cadena de supermercados subsidiaria de Amazon. En marzo de 2020, como respuesta al contagio de COVID-19 de sus colegas, los trabajadores decidieron reportarse enfermos y exigir permisos por enfermedad, pruebas gratuitas de coronavirus y pago adecuado por correr riesgos. A esta acción le siguieron en abril paros laborales en algunas de las empresas más grandes de Estados Unidos, como Walmart, Target y FedEx.
Aunque los primeros consejos para la protección y prevención se centraron en medidas como el lavado de manos, el uso de máscaras y guantes y el distanciamiento físico, la OIT se dio cuenta rápidamente de que era necesario hacer más para abordar los aspectos relacionados con el trabajo.
“En el lugar de trabajo hay que pensar en algo más que los individuos: es necesario proteger todo el ambiente”, puntualiza Nunes. “Un ejemplo con el que muchos nos hemos encontrado ocurre en tiendas y supermercados, donde ahora es común ver separadores plásticos transparentes entre cajeros y clientes. Las superficies de trabajo también se limpian con mucha más frecuencia, pero esto plantea otras preocupaciones que deben atenderse, como la posibilidad de problemas en la piel o problemas respiratorios causados por las sustancias químicas de los productos de limpieza”, subraya.
Algunas ocupaciones como la atención médica y el comercio minorista han lidiado con estos problemas durante varios meses, pero hay otros sectores de la economía que apenas abrirán. En varios países, se están haciendo planes para permitir las reuniones numerosas en lugares como salas de conciertos y cines, y, de cara al verano en el hemisferio norte, parece que se ampliará la gama de actividades turísticas autorizadas.
Sin embargo, para que esto suceda y para que las economías se abran de manera segura, los gobiernos y los empleadores, en colaboración con los trabajadores, deberán asegurarse de que los trabajadores de éstas y todas las demás industrias estén seguros en sus lugares de trabajo y confíen en que no estarán expuestos a riesgos innecesarios, específicamente a los relacionados con el COVID-19.
El 28 de abril se conmemora todos los años el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo.